El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Mercurio, 27.05.2023En una frase pocogentile, una dirigente política trató de «monos peludos» a un sector partidario del gobierno. La historia apócrifa cuenta que presentando Darwin su teoría ante un grupo de escépticos eruditos, uno de ellos le preguntó: «¿Cuéntenos señor Darwin, usted desciende del mono por el lado de su padre o de su madre?».
La dirigente no es la primera que utiliza la metáfora de los monos en la política. El psicólogo y premio nobel Daniel Kahneman decía: «Hay dominios en que no es posible tener expertise. Elegir acciones bursátiles es un buen ejemplo. Y en la estrategia política de largo plazo está demostrado que los expertos no son mejores en predecir el futuro que un mono tirando los dados». Las últimas elecciones chilenas han demostrado esa dificultad predictiva.
Surge, sin embargo, la interrogante de a quiénes se refería ella. No creo que aludiera a esas monadas de chiquillas que bailaban Las Tesis, sino más bien -y simplemente especulando- a los que quemaban iglesias danzando alrededor del fuego o que tiraban bombas molotov a las carabineras o saqueaban supermercados. La condición peluda elimina a calvos insignes como Atria, Rojas Vade o Giorgio, pero no deja a salvo a hirsutos como Hugo Gutiérrez o Daniel Jadue que podrían ofenderse.
«La estrategia del litio y las impopulares reformas tributaria y previsional; la ley corta de las Isapres y la insistencia con un lenguaje inclusivo que es artificial y nadie incorpora a su vida cotidiana; el desprecio por la cesantía y la ineficacia en materia de seguridad, todo aquello habla de un gobierno alejado de la gente».
Tal vez se refería a que nuestros jóvenes líderes son más peligrosos que monos con navaja para el negocio. Importar gas y llenar un balón rosado es más simple que distribuirlo desde Arica a Magallanes. Es como vender agua: lo caro no es sacar agua de la llave y embotellarla, sino que distribuirla por todo Chile para ponerla y reponerla en un refrigerador a disposición de la Sra. Juanita. A los chilenos nos costó más de un millón de dólares que estos jóvenes líderes aprendieran algo que cualquier empresario les hubiera advertido antes. No sabemos cuánto nos costó la farmacia de Jadue ni tampoco cuánto nos va a costar que Codelco se dedique al litio o si dejamos a estos mismos administrar las pensiones. Es el riesgo inherente a que los políticos hagan negocios: no preguntan a los que saben; usan la plata del contribuyente para hacerse famosos y después le endilgan la pérdida a otro. Ahora que había que dar malas noticias no vimos a nadie con gorro rosado dando explicaciones. Sepan los ministros, que imponen decisiones a empresas públicas perjudicando su patrimonio (como el caso de los balones rosados) que esto puede ser delito en la nueva ley de delitos económicos (Art 134 bis inciso segundo).
Es posible también que ella aludiera a que la convención constituyente pasada fue más desordenada que un cumpleaños de monos. De hecho, esa convención tenía algo de la película «El planeta de los simios», especialmente de aquella escena en que se hundía la Estatua de la Libertad. Lamentablemente nuestra política ha validado esa vieja frase que decía que la democracia consiste en tratar de dirigir un circo desde la jaula del mono.
Ahora bien, detrás de estas declaraciones había una profunda crítica política. La estrategia del litio y las impopulares reformas tributaria y previsional; la ley corta de las Isapres y la insistencia con un lenguaje inclusivo que es artificial y nadie incorpora a su vida cotidiana; el desprecio por la cesantía y la ineficacia en materia de seguridad, todo aquello habla de un gobierno alejado de la gente, que no dialoga con las necesidades y prioridades del chileno común, y que gobierna para el aplauso de un grupo que combina cuicos progres de Ñuñork con revolucionarios de cafetín. Y sabemos ahora que también con algunos «monos peludos». La verdad es que estos son como las brujas: yo no creo en ellas pero que las hay, las hay. De hecho, un amigo conocedor de los chimpancés me hacía notar ciertas similitudes -que yo no había advertido- con el comportamiento de algunos frenteamplistas: sólo hablan y sociabilizan entre ellos, se encuentran geniales y se celebran todo y tienen jerarquías claras, pero arman coaliciones transitorias para expulsar al más débil o desbancar al líder que flaquea. Visto así, su comportamiento dista mucho de ser una monada.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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