Inicio » Columnas » Marx, fútbol femenino y brecha salarial
Marx, fútbol femenino y brecha salarial Publicado en El Líbero, 12.08.2025

Marx, fútbol femenino y brecha salarial

Por: Pablo Paniagua y Benjamín Andrades

Recientemente ha surgido una controversia en el mundo de los deportes sobre la llamada «brecha salarial» entre hombres y mujeres: el fenómeno de que un deportista hombre suele ganar múltiples veces lo que ganan sus contrapartes femeninas. Un caso particularmente ilustrativo, y bastante mediático (ver aquí), ha sido el de la futbolista suiza (y famosa tiktoker) Alisha Lehmann, cuya pareja el también futbolista Douglas Luiz gana 100.000 veces más que ella aún cuando juegan para el mismo equipo y (en teoría) hacen las mismas tareas y funciones de jugar al fútbol. Lehmann, y muchas otras personas, sobre todo del mundo feminista, han argumentado de que esta brecha salarial sería injusta, ya que, para ellos, «el mismo trabajo debe obtener el mismo sueldo», y, por lo tanto, hombres y mujeres deportistas que hacen los mismos deportes deberían ganar lo mismo.

Desde la teoría económica, este argumento es falaz, ya que, a pesar de que en la superficie Alisha Lehmann y Douglas Luiz hacen «el mismo trabajo» de jugar al fútbol, esto es en realidad falso, ya que el valor y utilidad que emanan de dichos trabajos no depende de ninguna medición objetiva y estática. Dicho en simple, Lehmann y Luiz no hacen el mismo trabajo, ya que su valor es apreciado y percibido de manera distinta por la sociedad. De hecho, la premisa filosófica que está detrás de estas críticas por la «igualdad salarial en los deportes» resuena a la teoría del valor impulsada por Karl Marx y David Ricardo que ha sido rechazada por la ciencia económica hace más de 100 años: la versión marxista de la teoría valor trabajo. Veamos en las siguientes líneas cómo la economía política pude arrojar luz acerca de este debate respecto a las brechas salariales en los deportes. 

«A causa de la brecha salarial entre el deporte masculino y femenino, en cierto sentido, sí es una forma de “discriminación” a través de preferencias reveladas por la sociedad; pero es una forma de discriminar que no la ejercen los clubes, las federaciones ni los anunciantes, sino los espectadores».

La teoría valor trabajo se remonta a tiempos medievales, pero en su forma moderna fue mejor enunciada primero por el economista británico David Ricardo y después por Karl Marx, quien argumentó que el valor de intercambio de los bienes esta dado por la cantidad de trabajo necesario para su producción. Dicho en simple, Ricardo y Marx creían que el valor de las cosas materiales era derivado de las horas-hombre (o horas-mujer) que eran objetivamente utilizadas para poder producir un bien económico. De esta forma, y según estos autores, cuanto más trabajo se requiere para crear un producto, más valioso es. Para Marx y Ricardo entonces, el valor de los bienes y servicios se deriva completamente de las horas objetivas de sudor y lágrimas que ponemos para hacer dichos bienes y servicios. La idea central es que el trabajo humano es la única fuente de valor económico. De esta teoría se sigue, según Marx, de que si hay un capitalista ganando dinero sentado en su oficina, es porque no le está remunerando justamente el valor de su trabajo a sus empleados, es decir: los está explotando. Marx entonces se preguntaba: ¿Si todo el valor de un bien viene del trabajo manual necesario para producirlo, y el capitalista (según Marx) no trabaja, de dónde viene su ganancia?

Hoy sabemos que Ricardo y Marx estaban equivocados, pues la teoría económica del valor trabajo sería revolucionada en la llamada «revolución marginalista» con los trabajos de Jevons, Menger y Walras (y sistematizadas luego por Marshall). En este contexto, el economista austriaco Carl Menger propondría la teoría subjetiva del valor, según la cual el valor de los bienes no está dado por el trabajo ni por alguna característica inherente u objetiva como las horas-hombres empleadas o los costos, sino que por la valoración subjetiva de los consumidores finales. Si las personas (subjetivamente) valoran más un cuadro de Picasso que un cuadro pintado por Pablo Paniagua (que es docente y no pintor), da lo mismo si a Picasso le costó 1 día pintar el cuadro, mientras que ha Pablo le haya costado pintar un cuadro del mismo tamaño 2 años de trabajo y sudor. La cantidad de trabajo y de horas-hombre de Pablo y su pintura no es una condición suficiente para generar valor, ya que este depende de las evaluaciones subjetivas de los demás.

La principal crítica a la teoría de Marx es que el valor de un bien no está determinado por el trabajo que contiene, sino por su utilidad y la escasez percibidas por el resto de los individuos en la sociedad (la oferta y la demanda). Por ejemplo, una langosta encontrada por casualidad en la costa de Maine puede tener un gran valor, pero con muy poco trabajo involucrado, y muchas otras paradojas que hacen que la teoría del valor de Marx este llena de vacíos e inconsistencias (ver aquí). Posteriormente, el gran economista inglés Alfred Marshall sistematizaría todo lo anterior para postular que el valor de las cosas se deriva de forma subjetiva entre la interacción entre oferentes y demandantes de productos y de sus valorizaciones respecto a la utilidad marginal de dichos bienes finales. Y, desde dicha interacción entre oferentes y demandantes por bienes finales, es que luego se deriva el valor del trabajo y del resto de los costos de producción y, ¡no al revés! Como creían los economistas clásicos como Marx. Así, el hecho de que bienes que requieran más trabajo para producir se vendan por menos en el mercado no es una contradicción a la teoría del valor, sino que es explicado por las preferencias de las personas. De esta forma, Menger y Marshall mostraron cómo los salarios son determinados por el valor de aquello que producen y que entonces dependen de las preferencias de los consumidores.

En otras palabras: que un médico gane mucho más que un agricultor de la India no es producto de una injusticia o de que el médico trabaje más horas, sino de una legítima preferencia de los consumidores por los servicios de medicina del primero que por sobre los productos agricultores del segundo. De la misma forma, piénsese en los actores de películas para adultos o en los servicios online de OnlyFans, en dichas industrias, las mujeres suelen ganar mucho más que los hombres por actuaciones o performance similares. Por ejemplo, se estima (ver aquí) que las creadoras de contenido mujeres en OnlyFans, ganan un 78% más que los creadores hombres. Por lo tanto, existe una importante disparidad salarial (invertida) en estos casos, a pesar de que hacen «el mismo trabajo» o de que «trabajen las mismas horas». Sin duda estos mercados de servicios para adultos pueden ser reprochables bajo un punto de vista ético o normativo, pero el punto de esta columna es analizar el problema de la «disparidad salarial», que, como vemos en los ejemplos, no es producto de injusticias, sino que simplemente el producto de la valorización subjetiva de la sociedad de cara a dichos servicios.       

Pero ahora volvamos al fútbol: Los críticos como Alisha Lehmann reclaman que hombres y mujeres deportistas hacen el mismo trabajo y reciben distinta remuneración y que esto es injusto, pero esto está basado en la idea de que el valor de un servicio proveído depende de la cantidad de horas o tipo de trabajo y no en última instancia de las preferencias de los consumidores. El error que comete la futbolista Alisha Lehmann es el mismo error que ya cometía Marx hace más de 100 años atrás cuando quería derrocar al sistema capitalista. De hecho, si creemos que es justo dar a cada uno el fruto de su trabajo, entonces lo justo es que quienes generan más valor (o satisfacción de utilidad) con su trabajo reciban una mayor remuneración que quienes generan menos. Como mostró Menger, lo que determina cuánto valor genera un trabajador no es la cantidad de esfuerzo, ni la dificultad de la tarea, ni una medida abstracta y poco definida de «la cantidad (o tipo) de trabajo», sino cuánto valora la sociedad el producto de su labor. Por eso, resulta equivocado exigir que dos personas que hagan un trabajo «similar» -en apariencia o en esfuerzo- reciban el mismo salario, si el producto de ese trabajo tiene diferente valor para la sociedad.

En conclusión, la causa de la brecha salarial entre el deporte masculino y femenino, en cierto sentido, sí es una forma de «discriminación» a través de preferencias reveladas por la sociedad; pero es una forma de discriminar que no la ejercen los clubes, las federaciones ni los anunciantes, sino los espectadores. Son ellos quienes, por las razones que sean, muestran una clara preferencia por los servicios de deporte masculino, lo que conlleva a mayores sueldos para estos deportistas. Si se quiere criticar esta desigualdad, se tendrá que rechazar también el principio de que quienes más valor aporten a la sociedad, más deben ganar, o bien criticar directamente las preferencias de la sociedad como injustificadas o ridículas o sexistas. Pero estos argumentos poco tienen que ver con la «justicia económica». 

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

ÚLTIMAS OPINIONES

La izquierda a camarines

La candidata comunista y gobiernista perdió en hombres y mujeres, en viejos y jóvenes, en ricos y pobres, en Santiago […]

Publicado en El Líbero, 12.08.2025
La izquierda a camarines

Postura real

En el último debate de Anatel, la candidata oficialista, Jeannette Jara (PC), mencionó que María Corina Machado, principal opositora a […]

Publicado en El Líbero, 12.08.2025
Postura real

La izquierda oficialista chilena y su compromiso con el mal

Quienes hoy formamos parte de «las nuevas generaciones», ya sea aquella cohorte compuesta por los mayores de la generación Z […]

Publicado en El Líbero, 12.08.2025
La izquierda oficialista chilena y su compromiso con el mal

«La libertad no se pierde por
quienes se esmeran en atacarla, sino por quienes
no son capaces de defenderla»

Súmate a la FPP