El milagro de Milei
No fue fácil defender a Javier Milei por años frente a los economistas, empresarios y tantos otros que se escandalizaban […]
Publicado en El Mercurio, 25.02.2017Me fui de viaje fuera de Chile. Y como no pertenezco al Partido Comunista, me tuve que ir en turista no más. Esto me mantuvo algo alejado de la coyuntura nacional, por lo que destinaré esta columna al futuro.
El Gobierno está por terminar con un récord de rechazo que no había tenido ningún presidente en los últimos 30 años. La economía chilena creció menos que el promedio mundial, que para calcularlo incluye los países en guerra y del África subsahariana. Lo único que falta es que le suban la clasificación del riesgo país.
Madame, ya me he referido extensamente en este espacio a las razones que la llevaron a esta debacle. Es hora que haga algo por rectificar el rumbo para que salga con la frente en alto.
"Contrariamente a lo que le han dicho sus asesores, el problema de nuestra economía no es internacional ni es culpa de la falta de estímulo fiscal. El problema es de confianza."
Lo primero es reactivar la economía. Contrariamente a lo que le han dicho sus asesores, el problema de nuestra economía no es internacional ni es culpa de la falta de estímulo fiscal. El problema es de confianza. Las empresas temen que le expropien la inversión con más impuestos, con más regulaciones o con huelgas; los trabajadores no gastan porque ven que sus empresas lo están pasando mal y tienen miedo de perder la pega. Y no les crea a las estadísticas: el desempleo está escondido por esos números truchos del empleo por cuenta propia; y el consumo está inflado por los argentinos y el beneficio del impuesto sustitutivo que tiene a todos gastando la plata que tenían invertida en el FUT que, dicho sea de paso, los suyos mataron sin entenderlo.
Sin empleo e inversión, los ánimos andan por el suelo. Para eso mande señales potentes de acercamiento al sector privado, que extrañamente todavía le tiene cariño. Parta por el Código de Aguas, que en todos los tonos le han dicho que agrede la propiedad. Sin propiedad sobre el agua, ni los dueños invierten en los campos ni los bancos prestan plata. Sus asesores le dicen que no afecta la propiedad. Pero sí lo hace. Usted, que es doctora, me va a entender: si le pregunta a un paciente si le duele y él dice que sí, ¿le cree a él o al doctor que dice que no tiene por qué dolerle? Si tiene dudas, pregúntele a sus asesores si, después de aprobar el código y de dejar el Gobierno, se van a dedicar al agro o a la academia.
Hoy la inversión está parada no porque no haya plata, sino que porque no hay seguridad jurídica. Entre los impuestos, el riesgo de huelga y la cantidad de regulaciones absurdas es más conveniente invertir en otros países. El riesgo de la globalización es ese: que la plata se mueve con facilidad y los países compiten por la inversión. A la plata chilena le dan la bienvenida en todos lados, menos acá.
Por eso mi segundo consejo: haga algo elegante para enterrar a perpetuidad la nueva Constitución. Por último, tramite una modificación, póngale su firma y termine con el tema.
Con esas dos cosas va a ver cómo se echa a andar la economía, que es fundamental para el ánimo de la gente.
En seguida deberá reconciliar a la gente con la clase política. Le recomendé hace tiempo mi solución al incordio en que la metió su equipo de incompetentes tratando de perjudicar a la UDI. Reconocimiento del error, transparencia y perdón. Saque una ley de punto final por la cual la van a criticar, pero evitará el desangramiento institucional del país. De lo contrario, continuará el desfile de políticos de todos los colores por los tribunales, el festival mediático que eso genera y el desprestigio de la política que aleja de ella a los mejores con el obvio riesgo para el país de no ser gobernado por ellos, sino que por los peores.
Así le hará el favor al próximo gobierno para que acometa las tareas más urgentes: construir un sistema educacional sensato, que su gente destruyó sin reemplazarlo por nada bueno; rehacer la reforma tributaria simplificándola y creando normas que fomenten el ahorro y no el gasto; y finalmente, rectificar la torpe reforma laboral que centra la negociación no en cómo se comparten las mejoras de productividad entre capital y trabajo, sino que en cuánto está dispuesto a pagar el empleador para que no le dañen la empresa.
Si sigue estos consejos, no diré que se va a ir en andas. Pero al menos evitará una rechifla histórica.
.
Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
No fue fácil defender a Javier Milei por años frente a los economistas, empresarios y tantos otros que se escandalizaban […]
Publicado en El Mercurio, 25.02.2017Las sociedades democráticas consensuales, suponen un ejercicio de diálogo, de respeto y por supuesto de acuerdos. Esa es la teoría […]
Publicado en El Mercurio, 25.02.2017La discusión en torno a la reforma de pensiones se ha tomado la agenda de un modo muy particular: todavía […]
Publicado en El Mercurio, 25.02.2017«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»