El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en Controversia, 10.05.2021En el ideario político nos hemos encontrado con numerosas coaliciones que parecieran unirse para denunciar distintas injusticias cometidas contra ellos. Es innegable que muchas de éstas son ciertas y requieren de soluciones urgentes, pero ¿significa esto que sus diagnósticos y soluciones sobre la realidad sean siempre correctos? ¿Acaso el hecho de ser organizaciones colectivas, le entrega necesariamente mayor autoridad a la hora de decidir? La respuesta es no. A lo largo de la historia, muchos grupos se han unido frente un aspecto de la realidad que les parece injusto, lo que se vuelve problemático cuando exigen ser reconocidos e imponen sus valores a toda la sociedad. Hoy en día, esto se observa constantemente, sobretodo cuando hablamos de “inclusión”, “solidaridad social” y “paridad”. Todos estos conceptos son altamente volubles y pueden significar distintos valores según las distintas perspectivas. El problema no está en la defensa de estas ideas, lo conflictivo es que se impongan sobre otros grupos que no ven en dichos ideales una prioridad.
El profesor de Harvard, Cass Sunstein, en su artículo “Why They Hate Us: The Role of Social Dynamics” analiza el ataque del 11 de septiembre en Estados Unidos, enfatizando que agentes extremos como los terroristas no nacen, sino que se hacen. Esto quiere decir, que fenómenos como estos no se explican tanto por la pobreza, la baja escolaridad o desórdenes psicológicos, como sí se explicarían por dinámicas sociales en el proceso de la polarización de grupos. El autor afirma, que estas coaliciones inician con una sensación de humillación la cual se modula con la solidaridad de grupo. Así, no todas las personas militantes de colectivos responsables de tragedias históricas han sido personas perversas o trastornadas; muchas de ellas, simplemente han estado dolidas y han hallado en el grupo la validación de su sufrimiento.
Aquí no se busca comparar los colectivos descritos al inicio con grupos terroristas ni mucho menos. Simplemente, se busca explicar, por qué los grupos no siempre encuentran soluciones realistas y pueden tener consecuencias catastróficas, por mucho que sus causas parezcan justas. Esto se explica, en primer lugar, porque ante las decisiones grupales aumentan las decisiones riesgosas, algo que no ocurre con las elecciones individuales (Sunstein, 2002). Cuando una persona se siente desvalida frente a la realidad y encuentra en un colectivo compresión y apoyo, generará mayor solidaridad grupal y con ello, mayor cohesión. Esto puede llevarlo a actuar acorde a la lealtad grupal por encima de sus propios valores individuales. Con ello me refiero, a esta creciente validación del “pensamiento grupal” (Groupthink).
El Groupthink es uno de los mejores intentos de la psicología social por explicar el proceso de toma de decisiones políticas. Este concepto fue acuñado por el psicólogo Irvin Janis, análogamente al concepto de “doublethink” establecido en la novela “1984” de George Orwell. Este se define como un modo de pensamiento dónde el individuo compromete su individualidad al relacionarse cohesivamente a un grupo. Los efectos de esto, muchas veces se traducen en una capacidad reducida para evaluar realísticamente las alternativas de los cursos de acción (Hart, 1991).
El pensamiento grupal, lleva a tener consecuencias observables cuyos síntomas se caracterizan en tres principales: (i) una sobreestimación del grupo, explicado por la sensación de invulnerabilidad y una creencia en la moralidad inherente del grupo (endogrupo); (ii) la “mentalidad cerrada”, caracterizada por racionalizaciones colectivas y estereotipos de los grupos externos (exogrupos); y (iii) la presión ejercida hacia una uniformidad grupal, caracterizada por la autocensura, la ilusión de unanimidad y la presión directa en los objetores (Hart, 1991). De esta forma, Janis utiliza este constructo para explicar porqué los grupos toman decisiones irracionales e ineficientes; lo que se comprende por la pérdida del sentido de realidad individual en favor de la opinión grupal junto a una disminución del sentido de riesgo.
Así, el problema no está en las razones o las intenciones, sino en cómo se configuran estas relaciones grupales; las que obstaculizan el juicio realista y la búsqueda de soluciones racionales ante dicha problemática. De esta forma, es el grupo quién decide y analiza la realidad, produciendo la actitud divisoria hacia un exogrupo (todo aquel que no comparta nuestros términos) como el culpable de todos los males que el endogrupo (nosotros) sufre.
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