El delirio institucional del feminismo de género
Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto […]
Publicada en La Tercera, 08.05.2024De forma prácticamente inesperada, ahora estamos llenos de renegados de la violencia. Luego de la masacre de tres carabineros en Cañete, parece que todos consideran que esta no es un medio legítimo y aceptable. El paseo de arrepentidos llega a ser vergonzoso. Claramente hay más cuotas de cinismo oportunista que mea culpas sinceros en todo eso. Gonzalo Winter, Vlado Mirosevic, Gael Yeomans, Karol Cariola, Camila Vallejo, entre otros, no sólo han condenado el ataque, instando a aplicar el máximo rigor del Estado, sino que han apelado a la manoseada unidad nacional con tal de evitar críticas al gobierno, instando a rechazar cualquier cálculo político. Quien te viera y quien te vio.
«Resulta indignante que los mismos que antes consideraban represiva o inútil cualquier medida tomada respecto al terrorismo incendiario y armado en la zona, que hablaban de Wallmapu y territorios liberados (...) ahora se muestren conmovidos por la violencia en Cañete».
Los que ofician de nuevos discípulos de Gandhi son los otrora apologistas de la violencia que alababan a los encapuchados y a las barras bravas, mientras al mismo tiempo denostaban sin contemplación a las policías. Ahí están los comentarios de sujetos como los actuales ministros Grau y Cataldo, o los dichos del diputado Jaime Sáez, que en sus redes sociales ahora llamaba a evitar la demagogia frente al asesinato de tres personas. De seguro los más cínicos dirán que eran sólo metáforas, nada literal.
En realidad, como diría Jorge Millas, son consciencias encandiladas por la violencia. Por eso han actuado como pirómanos alucinados por una hoguera sin considerar su fealdad y su naturaleza indómita e inesperada. Algunos, producto de su mesianismo enfermo, presumieron elementos purificadores de la violencia. Por qué no quemarlo todo, decía Catalina Pérez. Otros tantos, se han guiado por un burdo regocijo estético, de querer ver todo arder para dar rienda a su propio resentimiento. Puras bajas pasiones. Quizás por eso mismo en julio de 2022, gran parte del Frente Amplio y el Partido Comunista se negaron a un proyecto de ley que exigía a los partidos políticos renunciar expresamente a la violencia política.
La violencia en La Araucanía y el Bío Bío no es algo nuevo. Varios trabajadores y agricultores han sido asesinados a lo largo de varios años. La prensa tampoco ha dado la cobertura necesaria a todo ese drama. También se compraron el discurso que bajaba el perfil al problema en la zona. Ahora, recién están en terreno los periodistas famosos por cubrir guerras o los columnistas de la plaza hablan de cuidar las instituciones para tener un Estado legitimado con la fuerza de la ley y la justicia.
Resulta indignante que los mismos que antes consideraban represiva o inútil cualquier medida tomada respecto al terrorismo incendiario y armado en la zona, que hablaban de Wallmapu y territorios liberados o que exigían penas alternativas para Celestino Córdova, condenado por el asesinato de los ancianos Luchsinger McKay, ahora se muestren conmovidos por la violencia en Cañete.
Su contorsionismo no es una prueba de madurez o de mayor sensatez. Es reflejo de que su moral revolucionaria, confusa y contradictoria, los tiene dando vueltas en círculos.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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