El delirio institucional del feminismo de género
Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto […]
Publicado en El Mercurio de Valparaíso, 09.05.2020La pandemia del COVID-19 ha demostrado ser un antagonista colosal al mundo moderno, arrastrando, sin piedad alguna, todo lo que ose cruzarse por su camino. Las vidas humanas arrebatadas, las más claras y dolorosas consecuencias de esta plaga, son un duro ejemplo. Pero no todo es tan cristalino, pues hay perjudicados que no resaltan a primera vista, víctimas solapadas que, de ninguna manera, pueden ser omitidas. Una de estas es la libertad de expresión.
Lamentablemente, no han sido pocos los países que han aprovechado el contexto pandémico para socavar este derecho. Freedom House, la ONG que se describe como "una voz clara para la democracia y libertad por el mundo", ha hecho una impecable labor como paladín de este importante principio. Ha denunciado cómo diversos gobiernos han atacado de forma despreciable la libertad de expresión. Restricciones y persecuciones han sido las principales herramientas de estas administraciones. Para comprender bien este fenómeno, es bueno ponerles nombre y apellido. Hungría, bajo el mando de Viktor Orbán -quien es conocido por sus conductas autoritarias-, cambió su código penal para incluir severas sanciones por difundir “información falsa” y aprobó una ley de estado de emergencia que le otorga poderes indefinidos para gobernar por decreto. Por su lado, y sin quedarse atrás, las autoridades turcas bajo el yugo de Recep Tayyip Erdoğan ya han detenido al menos a 410 personas por publicaciones "provocativas" sobre la pandemia. No nos equivoquemos, pues puede que el virus sea el que esté poniendo la música, pero depende de los gobiernos el cómo la bailen, y en este caso, la peste ha sido la excusa, y la libertad la víctima.
Puede que el virus sea el que esté poniendo la música, pero depende de los gobiernos el cómo la bailen, y en este caso, la peste ha sido la excusa, y la libertad la víctima.
Expresarse es simple. No es otra cosa que poder alzar la voz, desde en una sencilla y cotidiana conversación, hasta en un discurso rimbombante a un gran público. También puede ser escribir en un diario, o incluso manifestar tus pensamientos, ya sea unos mundanos u otros extremadamente profundos en una red social sin ser previamente censurado. En consecuencia, no tiene sentido alguno considerar tan lindo y profundo derecho sin la palabra "Libre" a su antesala. Tan solo pensar en que algunos países estén sacando provecho con el coronavirus para aumentar su poder y restringirlo da cuenta de que tan serios y realmente democráticos son. Mucho sentido hace la frase de Mario Vargas Llosa "Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información. Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación.”
Más aún en estos días, donde todo lo que hacemos y pensamos se siente en entredicho por la crisis, es que es importante recordar y valorar lo que implica este inalienable derecho a la libertad de expresión. Por ello, no podemos ser condescendientes a las prácticas mencionadas. Ya la literatura se ha encargado de narrar lo inenarrable, tal cual cuando George Orwell nos presentó un mundo distópico en 1984. Está en todos el evitar que la ficción escrita en esas hojas, se vuelva una temida realidad para muchas personas.
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