¿Les van a seguir creyendo?
«Pajarólogos» se les llama a veces a las personas que miran pájaros, pero nadie queda muy contento. En inglés es más fácil: birder o birdwatcher suenan bien y la gente los usa. En castellano, la frase «observador de aves» se hace larga, y «ornitólogo» habla más bien del biólogo, del que tiene una profesión y trabaja estudiando pájaros. El amateurismo y el placer de mirar pájaros es diferente y, desde el polaco al castellano, no es fácil denominarlo —y más difícil aún explicarlo—. Los pájaros siempre han sido utilizados como marcadores. Mira la golondrina, llegó la primavera, decía Aristófanes. Apareció un picaflor, se acerca el invierno, diríamos acá en Santiago. Para los griegos los pájaros eran hasta útiles hasta para predecir el futuro, práctica que llamaban Ornitomancia. Entiendo que ya no existen ornitománticos, aunque uno nunca sabe. Todavía hay gente que cree que la tierra es plana o en el socialismo.
«Muchos le creyeron. ¿Cómo está la conciencia de esos chilenos? ¿Seguirán apoyando a esos santos que se hacían de los millones de nosotros, los chilenos, a través de convenios truchos? ¿Y a esos falsos sinceros con falsas performances de cincuenta minutos, como la reciente del Presidente?»
En fin, los que sí existen son los distintos tipos de pajarólogos: los hay obsesivos, que quieren hacer crecer su lista de especies vistas, y los hay más relajados, que solo disfrutan del placer de observarlos una tarde, cuando vuelven del trabajo. También existen quienes se dedican casi exclusivamente a perseguir «pájaros raros»; no a pájaros raros per se, sino que raros en su contexto. Consideran un logro, por ejemplo, ver a un Cóndor volando a baja altura en Lyon con Providencia. La jurisprudencia pajaróloga gringa aún no se pone de acuerdo en si es que estas dos últimas especies de pajarólogos —los obsesivos y lo que buscan raros— son lo mismo, pero en inglés, por lo general, se les llama a los últimos twitchers. «To twicht» es entonces buscar pájaros raros y marcarlos en una libreta.
Me perdonarán queridos lectores —como escribe una popular bloguera—, por llevarlos a otro lugar, pero Twitch es también la red social donde Giorgio Jackson nos comunicó que él y sus amigos eran unos santos, que estaban por sobre el resto de los chilenos y, especialmente, por sobre las generaciones mayores. Un delirio mesiánico evidente y peligroso, pero muchos le creyeron. ¿Cómo está la conciencia de esos chilenos? ¿Seguirán apoyando a esos santos que se hacían de los millones de nosotros, los chilenos, a través de convenios truchos? ¿Y a esos falsos sinceros con falsas performances de cincuenta minutos, como la reciente del Presidente?¿A esos «feministas» que ahora creen en el debido proceso, a los «indigenistas» que ahora militarizan la Araucanía, o a los que se excusan de lo inexcusable por su «proceso de aprendizaje» a los 40 años en el Gobierno? En fin, perdonen la digresión. Solo una vez twitchié: recién aterrizado en Arica, un amigo me dijo que se habían avistado Espátulas en la desembocadura del río Lluta. Partimos a buscarlas, y las vimos. Ticket.
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