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La vía terrorista al paraíso

La vía terrorista al paraíso

Allahu akbar! Allahu akbar! De inmediato miré a mi alrededor, alerta y un poco nervioso, buscando el origen de las jubilosas exclamaciones. Es lo último que suelen gritar los terroristas islámicos segundos antes de hacerse saltar en pedazos o abrir fuego contra una multitud. Antes de ir al jannah, al Paraíso.

Fue en Nueva York un día como hoy, 13 de noviembre, hace exactamente tres años. Pasaba cerca de un carro de comida rápida árabe cuando me percaté del alboroto. Un par de clientes celebraba la noticia que salía del altavoz de un móvil. Uno era egipcio, por el acento y la variante coloquial del árabe que usaba al hablar. Me detuve discreto para escuchar... un ataque contra los kuffar, los infieles.

En efecto, una serie de atentados coordinados había golpeado con furia París y Saint-Denis, un suburbio al norte de la capital. Primero, tres suicidas se hicieron estallar afuera del Stade de France durante un partido de fútbol. Luego hubo tiroteos en cafés y restaurantes, donde otros suicidas con explosivos también hicieron lo suyo. Para terminar, hombres armados irrumpieron en un concierto de Eagles of Death Metal, en la sala Bataclan, matando a tiros y tomando rehenes. Al final fueron liquidados o se detonaron cuando entró la policía. Más de 130 muertos y de 400 heridos en total.

Cuando sabemos de estas tragedias y vemos las horrendas imágenes, es natural preguntarnos cómo detenemos a estos «locos», «enfermos» y fanáticos. No cabe duda de que los esfuerzos de seguridad y militares, los más intensos, son imperativos. Pero habiendo tenido por años contacto muy cercano con el islam y con musulmanes —amigos o conocidos— y ciertas vivencias en entornos sociales y culturales —la mezquita, la oración, el café y la lectura—, tengo claro que el desafío político-ideológico es central.

Entre las explicaciones más interesantes cuentan las de Ayaan Hirsi Ali en sus libros Heretic: Why Islam need a Reformation Now y The Challenge of Dawa: Political Islam as Ideology and Movement and How to Counter It. Ambos advierten sobre el tremendo poder de lo ideológico en el terrorismo islámico. Porque no es juego de «locos» ni cosa de «enfermos». No en el sentido más estricto de los términos.

Tomo aquí una de las ideas expuestas en Heretic, que no sale solo de la pregunta «¿Por qué matan los terroristas?», sino de entender también por qué se matan en sus ataques con tanto fervor, algo que los hace aún más temibles. Una pista está en el relato verídico de Maajid Nawaz en Radical, cuando Said Nur, un joven yihadista de South London, amenazó a un grupo de estudiantes africanos en Newham College: «Amamos la muerte más de lo que ustedes aman la vida. Vengan todos, vengan y prueben el sabor de la muerte si se atreven»

Hemos escuchado sobre la promesa de ir al Paraíso, pero esto no es tan simple como las vírgenes que no duermen, no salen embarazadas, no menstrúan, no escupen, no se suenan la nariz ni se enferman. Es más profundo.

Hirsi Ali analiza lo importante que es en el islam el foco en la vida después de la muerte. La terrenal —dunya— es una prueba. Se puede ganar un estatus en el Paraíso con grandes acciones... o ir al infierno. Así, es después de la muerte cuando empieza la verdadera vida. El Corán, en su sura 57 (El Hierro), dice «¡Sabed que la vida de acá es un juego, distracción y ornato (…) En la otra vida habrá castigo severo y perdón y satisfacción de Dios, mientras que la vida de acá no es más que falaz disfrute» (57:20).

En las organizaciones terroristas hay personas dedicadas al financiamiento y recaudación, la logística, la inteligencia, la propaganda, etcétera. Pero quien va al martirio es afortunado al poder dar su vida con la más fuerte ilusión de entrar al Paraíso y enorgullecer a hasta a su familia.

El comunicado de los propagandistas del Estado Islámico respecto de los atentados del 13 de noviembre se refiere a los atacantes como «un grupo divorciado de la vida en la Tierra [que] avanzó hacia el enemigo, buscando la muerte en el sendero de Alá, socorriendo a su religión, a su Profeta y a sus aliados y queriendo humillar a sus enemigos».

La buena noticia: hay gente trabajando en el ámbito ideológico como parte de la estrategia de contra-terrorismo. Y no solo en gobiernos, sino en la sociedad civil. La propia Hirsi Ali, con The AHA Foundation y otros esfuerzos, hace una gran labor, especialmente fomentando el pensamiento crítico. Maajid Nawaz, con su think tank Quilliam en el Reino Unido, también… y sabe muy bien de qué habla porque fue un islamista radical. El desafío es colosal y global, principalmente en jóvenes, el primer objetivo de la propaganda y el reclutamiento.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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