El delirio institucional del feminismo de género
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Publicada en El Dínamo, 28.07.2024Hace un mes tuve el agrado de estar en Washington D.C. para presenciar el lanzamiento de los nuevos índices de libertad y prosperidad que el Atlantic Council publica anualmente. Como era de esperarse, los autores de estas métricas llegaron a las mismas conclusiones que han llegado otros académicos usando índices similares: las sociedades más libres tienden a ser más prósperas. Nada nuevo ahí. Sin embargo, quienes nos dedicamos a observar la evolución y comparación de estos datos siempre quedamos con una espinita en la espalda: la correlación entre dos cosas (libertad y prosperidad en este caso) no necesariamente significa que una causa la otra.
«El libre actuar de los individuos que solo es posible con un gobierno con poderes limitados permite un comercio en la sociedad con precios espontáneos que funcionan como señales que incentivan la innovación, una pieza clave para combatir las variadas necesidades de las personas».
El índice de libertad se compone de 3 libertades: económica, política y legal (estado de derecho). A modo de resumen, durante la última década, el mundo avanzó fuertemente en libertad económica —principalmente por una mayor integración de las mujeres en la economía— y retrocedió en las otras dos. Por otro lado, el índice de prosperidad se compone de 6 subíndices: ingresos, medioambiente, derechos de minorías (medido como el nivel de discriminación que experimentan ciertos grupos en la sociedad), salud, educación y desigualdad de ingresos (índice Gini). Durante la última década, el mundo progresó significativamente en casi todas estas materias, retrocediendo sólo en los derechos de minorías, el cual comenzó su declive antes de la pandemia.
Así, en un esfuerzo por demostrar causalidad entre libertad y prosperidad, los autores de los índices decidieron responder la siguiente pregunta: supongamos que, en un determinado año, un país sufrió una pérdida importante de su libertad, mientras que otro país tuvo relevantes ganancias en su libertad ¿qué pasó con sus niveles de prosperidad 20 años después? Después de repetir el análisis con múltiples naciones, los resultados evidenciaron que los países que experimentaron un shock positivo de libertad se volvieron más prósperos, mientras que lo contrario ocurrió en los países que sufrieron un shock negativo en su libertad. Sin embargo, esas diferencias en prosperidad solo se hacen notorias con el pasar del tiempo. «La prosperidad puede demorar, pero la libertad cumple» concluyen los autores.
Las razones por las que la libertad resulta en mayor prosperidad son muchas y dan para escribir libros completos. Pero, de forma groseramente simplificada, el libre actuar de los individuos que solo es posible con un gobierno con poderes limitados permite un comercio en la sociedad con precios espontáneos que funcionan como señales que incentivan la innovación, una pieza clave para combatir las variadas necesidades de las personas.
En cuanto a la relación libertad-prosperidad en Chile, el caso es interesante, ya que en 2023 nuestro país se catalogó como una de las 5 naciones —y la más grande, por cierto— que tuvieron una libertad alta, pero prosperidad moderada. Aquello se debe a que Chile saca un puntaje bajo en el subíndice de desigualdad de ingresos. De hecho, si los autores no incluyeran ese subíndice como una medición de prosperidad, Chile pasaría inmediatamente a clasificar como un país de prosperidad alta, a la par de países desarrollados.
A pesar de que Chile está dentro de los 15 países que más disminuyeron su desigualdad de ingresos en el mundo desde 1995, ésta no debería entenderse como un reflejo de prosperidad, o al menos no con el mismo peso que materias más importantes como salud, educación, o la desigualdad ante la ley. Existen países como EE.UU. que, a pesar de tener una alta desigualdad de ingresos, goza de una calidad de vida de primer nivel comparado con el resto del mundo. En su lugar, mejores medidas de prosperidad podrían ser la severidad de la pobreza que en Chile se aleja totalmente del promedio de América Latina y es casi tan baja como en economías desarrolladas, o la movilidad social que en el período 1996-2006 fue más alta en Chile que en países como Reino Unido, Alemania y Francia.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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