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La noche más oscura Publicado en El Pinguino, 11.04.2021

La noche más oscura

imagen autor Autor: Jorge Gomez

La frase de la película de Cristopher Nolan, The Dark Knight, que el presidente Piñera replicó en una conferencia de prensa, sin duda produce una cierta vergüenza ajena.

Sin embargo, cuando se miran las noticias donde delincuentes juveniles asesinan niños frente a sus madres, o se recibe un Whatsapp donde algún conocido o vecino denuncia un asalto que se sabe quedará impune, esa impresión da paso a una cierta desazón.

El tema delictivo se ha hecho tan habitual que podríamos pensar que efectivamente estamos en Gótica, la ciudad decadente y corrompida donde Batman intenta que impere la Justicia, de modos poco convencionales, frente al auge generalizado de la criminalidad, la corrupción, la impunidad y la indolencia. Solo en la última semana supimos de fiscales, carabineros y militares participando de distintas fiestas clandestinas.

De un funcionario judicial, hijo de un ex intendente del gobierno de Michelle Bachelet, con armamento de guerra y explosivos en La Araucanía.

También fuimos testigos de la labia ramplona, en defensa del amado, de una honorable diputada y de un proyecto de ley vergonzoso, más propio de sociedades estamentales que de una sociedad democrática, que busca eximir del pago de intereses a candidatos y partidos políticos.

Lo increíble es que, ese claro privilegio oligárquico, lo promueven dos diputados del Frente Amplio, el grupo político que más gárgaras ha hecho en los últimos años, como supuestos tribunos de la plebe, en contra los privilegios de la clase política y empresarial.

Mientras, un poder del estado se arregla los bigotes con la ley, los cargos a nivel del poder ejecutivo se distribuyen como una puerta giratoria vergonzosa.

Por donde se mire, el desenfreno, la demagogia, el amiguismo, los apetitos de fama y poder, junto a la arbitrariedad y la vileza parecen imperar e indicarnos que la ciudad, la polis, está hace rato en clara decadencia. Tampoco el pueblo se salva, aunque algunos lo beatifiquen como supuesta respuesta a la decadencia.

No señor. Basta recordar al supuesto pastor evangélico que simuló ser atropellado o las riñas y actitudes pendencieras de parte de chilenos y migrantes en algunos lugares de la capital, que reflejan la expansión de la anomia y la narco cultura en distintos barrios de la gran ciudad. Y ni hablar del vandalismo rutinario de los hooligans encapuchados, que solo el miedo al virus parece calmar cada tanto. Son tiempos oscuros para lo que podría llamarse la República.

Oligarquización y plebeyismo, como poderes salvajes, se conjugan de forma preocupante en desmedro de las leyes y las instituciones. Una mirada a la historia solo podría despertar augurios pesimistas frente a tal escenario de decadencia moral.

Más aún si consideramos los efectos de la peste sobre la vida de las personas, donde algunas se empobrecen más, mientras otros pocos se enriquecen extraordinariamente. Se olvidan de que, como advertía Montesquieu, no solo la extrema igualdad amenaza a la democracia, también la desigualdad extrema derivada en plutocracia u oligarquía.

Entre medio, el crimen organizado extiende sus tentáculos desafiando todo marco normativo, sometiendo a las personas honestas al arbitrio caprichoso de los criminales ¿Acaso las élites, los líderes políticos responsables y las autoridades en general, no logran visualizar estas tensiones crecientes en la sociedad? Quizás la decadencia de la República chilena no termine como advertía Polibio, en una tiranía de uno solo o de las masas descontroladas, pero dará paso a un largo crepúsculo donde las personas honestas tendrán que saber sobrevivir en medio de la barbarie y la anomia como norma predominante, como ocurre en países como México o Venezuela. Ojalá me equivoque.

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Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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