El milagro de Milei
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Publicado en El Líbero, 12.03.2016Un campesino es encarcelado por llevar animales inamibles. Delito que en realidad no existe. Sin embargo, cuando se dan cuenta del error producto de su ignorancia, ni los policías ni el juez asumen su responsabilidad. El papeleo burocrático les permite esconder su torpeza.
Cuento viejo el de Baldomero Lillo, que se vuelve real cuando vemos lo que ha ocurrido en los recientes procesos de corrupción y lo que podría pasar con el caso 27F, con respecto a la negligencia gubernamental durante el terremoto de 2010. Tal como en la historia, cuando la alta burocracia falla o es inepta, no hay responsables sino que una cadena de peloteo burocrático. Porque, a diferencia de lo que ocurre cuando se obtiene un triunfo deportivo o un Oscar, donde todos quieren figurar y sacar crédito personal, cuando se trata de turbiedades gubernamentales, ninguna autoridad quiere ser aludida en las portadas. Menos tener selfies en el camarín.
Entonces, los altos burócratas no quieren poner con orgullo la firma, elevando así su ego de iluminados planificadores, sino que se esconden detrás del gobierno de nadie; el sinfín de formularios, papeleo, escritorios y mesas de atención; que ellos mismos acrecientan fingiéndose grandes estadistas. Entonces, los culpables son el funcionario medio, el administrador de la campaña o el chofer que emitió una boleta por altas sumas de dinero.
En la estructura burocrática, los hombres de estado son siempre inmunes. El hilo siempre se corta por lo más delgado. En el caso 27F, de reina a paje, aluden a la impersonal burocracia, a la falla sistémica que los exculpa, pues despersonaliza su propia responsabilidad y con ello su negligencia o inoperancia, según sea el caso. Porque donde todos son culpables, nadie lo es finalmente.
Como en el cuento Inamible de Lillo, la alta burocracia nunca paga sus culpas ni asume sus responsabilidades. Incluso se pueden reelegir o seguir como si nada.
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