El delirio institucional del feminismo de género
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¿Qué pasó en el oficialismo que de pronto morigeró su obsesivo tono crítico ante Piñera y permitió la crítica a Maduro desde su entorno?
Interesante que en estos días el oficialismo chileno no tardó en percatarse de la importancia simbólica que estaba adquiriendo la visita del ex Presidente Sebastián Piñera a la Venezuela de Nicolás Maduro. Hasta ahora el gobierno chileno se ha apresurado en criticar y condenar toda acción del ex mandatario que lo coloque en el centro del escenario nacional y le permita perfilar su liderazgo. Esta vez La Moneda no disparó su artillería contra él, como suele hacerlo, sino que, al subrayar su derecho a solidarizarse con Leopoldo López, se sumó en cierta forma a su exigencia de que el régimen respete los derechos humanos.
El canciller Heraldo Muñoz manifestó ante la opinión pública que el Gobierno lo respalda en su viaje como ciudadano y ex mandatario, y algunos ministros del ámbito político trataron a Piñera con guantes de seda, y rauda apareció una carta de ex ministros de la fenecida Concertación exigiendo a Maduro lo mismo que exigió el ex Presidente Piñera. ¿Qué pasó en el oficialismo que de pronto morigeró su obsesivo tono crítico ante Piñera y permitió la crítica a Maduro desde su entorno?
No se debe olvidar otra cosa: Maduro, que no trepida en insultar y descalificar a quien ose criticarlo, las emprendió sólo contra Piñera, pero –herido al parecer de muerte por la crisis económica del país- no olvidará que el gobierno de la Nueva Mayoría hizo “vista gorda” ante el viaje del ex mandatario y que gente de ex funcionarios de su entorno se plegaron a las demandas del líder opositor. Es probable que en la próxima cumbre Maduro apunte su artillería contra quienes hasta hace poco le parecían aliados. A Maduro le irrita que sus antiguos amigos lo abandonen justo ahora que enfrenta la tormenta económica y política perfecta.
El oficialismo chileno entendió que es inconveniente que la lucha por la democracia de la oposición venezolana encuentre aliados en Chile sólo entre liberales y centroderechistas. El oficialismo sabe que más temprano que tarde triunfará la democracia en Venezuela, y que sería impresentable no haberse pronunciado por los reprimidos. Como era de esperar, el senador Navarro, la Izquierda Ciudadana y el Partido Comunista continuarán apoyando a un régimen que condujo a Venezuela a un callejón sin salida, con déficits económicos y democráticos, como afirma el ex Presidente costarricense Oscar Arias. El “socialismo siglo XXI” exhibe un récord patético: en una era en que el precio del petróleo alcanzó el cielo, arruinó a un país petrolero que no tiene conflicto bélico.
Si en la América Latina de los 80 la izquierda se oponía a las dictaduras de la región –con excepción de la de Cuba, a la que apoyaba-, y la derecha guardaba silencio o toleraba a dictaduras de derecha, la situación en los decenios recientes cambió: mientras la derecha se pronuncia a favor de la democracia y condena a los regímenes autoritarios o dictatoriales de la región, la izquierda aparece tolerando o justificando a los regímenes de Cuba y Venezuela y a otros de dudosas credenciales democráticas. El presente no es ya una simple prolongación de un pasado en que la izquierda exigía democracia y la derecha apoyaba el autoritarismo. La historia terminó por barajar el naipe de otro modo, y eso se nota claramente.
En este contexto reaccionó estos días el oficialismo. Aunque en su interior conviven quienes condenan a los regímenes dictatoriales o autoritarios y quienes aún sienten nostalgia por el socialismo, el oficialismo siente que debe asumir una actitud menos ambivalente ante las causas democráticas. De allí que no condenara a Piñera. El oficialismo percibe que ya están passé las fotos voluntarias con Fidel Castro, Maduro o Daniel Ortega, y que hoy la sensibilidad democrática del continente exige apoyar a Leopoldo López y los opositores en Venezuela, y a las Damas de Blanco y a los disidentes en Cuba. Desde su perspectiva liberal, Piñera les lleva ventaja en esta alineación con causas democráticas.
Celebro el viaje del ex Presidente a Venezuela porque es expresión de coraje civil y un claro compromiso con la democracia ante un régimen autoritario. Piñera ha sido el único presidente sudamericano que, al visitar Cuba, se reunió con la disidencia, algo que debiera hacer escuela en el continente. Su viaje a Venezuela expresa coraje civil porque no se doblegó ante la intimidación de Maduro ni de las fuerzas represivas venezolanas, y se expuso a acciones que pudieron haber afectado su integridad y dignidad.
Su actitud fue también un mensaje a los jóvenes de derecha, centro e izquierda, a esos chilenos que no habían nacido o eran niños bajo los gobiernos de Allende y Pinochet. Se trata de un mensaje sin dobleces: hay que rechazar dictaduras rojas y pardas. Nos honra como país que un ex mandatario se la juegue por la recuperación de la democracia en una nación hermana, porque en los 70 y 80 el apoyo internacional fue crucial para que Chile recuperara la democracia. Visitas como la de Sebastián Piñera a Venezuela sirven para pagar la deuda de gratitud que Chile tiene con los ciudadanos de países que ayer solidarizaron con nuestra lucha por la democracia y viven hoy bajo regímenes represivos.
Fuente: El Libero
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