El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Mercurio, 26.09.2023Señor Director:
La ministra Tohá criticó en Tele 13 al expresidente Piñera por decir que él, como Presidente, había sufrido un «golpe de Estado no tradicional» y sumarse así a una mala costumbre, a una «escuela» instalada de «manera transversal» en la política. Ella lo llamó: «inflar el lenguaje, [donde] parece que todo es igual a todo».
Yo no sé quién o qué «escuela» distorsiona el lenguaje acá, pero parece que se le olvidó que su gobierno anunció la construcción de un tren Santiago-Valparaíso que no llega a Valparaíso; que su partido aliado, RD, y su líder, Giorgio Jackson, hacía unas generosas «donaciones» de su sueldo que no eran donaciones, sino que autorregalos; que la líder de ese partido, Bea Sánchez, ahora embajadora de Chile en México, decía que el gobierno de Sebastián Piñera tenía salas de tortura instaladas en el Metro de Santiago; y, en fin, que toda su coalición durante ese estallido, día tras día, lo único que hizo fue gritar que no vivíamos en democracia —como afirmaba la convencional Patricia Politzer—, y que nuestro orden social era «una forma particular de violencia» porque, como explicaba Jorge Millas, eso sirve para generar una distorsión lingüística, un «trastrueque de la lógica y del lenguaje», para, a su vez, «asegurar la impunidad ética y jurídica de la violencia».
Es decir, para sacar al Presidente de manera violenta, pero sin violencia. Es decir, hacer un golpe de Estado —un golpe de Estado fallido, pero que logró bastante en todo caso.
Carolina Tohá dijo que un golpe de Estado es «asaltar el Estado y tomárselo», pero no, si no se lo toman, es golpe de Estado igual, fallido, pero igual. Y si nace de una revuelta porque alguien se aprovecha, golpe de Estado también, tal cual.
El golpe de 1973 fue coordinado, sangriento y violento, pero hay golpes blandos, golpes secos, golpes no tradicionales. Unos son exitosos, otros fallidos.
En 2019 vivimos una revuelta violenta que luego de unos actos terroristas coordinados escaló a niveles peligrosos y muchos —políticos incluidos— se aprovecharon del caos para derrocar al Presidente, es decir, hicieron un golpe de Estado fallido. Ahora no se pueden venir a poner estrictos con el lenguaje, qué patudez.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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