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General Cheyre: cómplice de un delito o víctima de la justicia Publicado en El Mercurio, 06.01.2024

General Cheyre: cómplice de un delito o víctima de la justicia

Cincuenta años después, el ex comandante en Jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre, ha sido condenado a 5 años de prisión por ser «cómplice» en la comisión de un delito. Esta es la historia.

En octubre de 1973, en Chile gobierna una junta militar presidida por el comandante en Jefe del Ejército. Se han suspendido la Constitución y las garantías personales; el Congreso Nacional está disuelto; el poder judicial intimidado y el aparato militar del gobierno de la UP está todavía activo y luchando. Para todos los efectos, el Ejército se considera en guerra y no hay estado de derecho.

«El fallo ignora la cultura y disciplina militar, el contexto jurídico y político y la propia ley penal. La verdad es que el general del "Nunca más" fue condenado por un tribunal del "País del nunca jamás"».

En esas circunstancias, portando órdenes del comandante en Jefe del Ejército, llega a La Serena una comitiva militar comandada por el general Sergio Arellano. Esa comitiva se reúne con el comandante del regimiento de La Serena. En esa reunión examinan los expedientes de varios detenidos y resuelven fusilar a 15 personas. El entonces teniente Cheyre entra y sale de esa reunión. No opina, no participa ni le piden su opinión. Se limita a hacer lo que se le ordena: llevar y traer expedientes.

Cheyre tiene 25 años de edad. Es hijo de militar y está en el Ejército desde los 15 años. El ha sido entrenado para obedecer órdenes. Si éstas le parecen inoportunas, innecesarias o inconvenientes, a nadie le interesa y debe cumplirlas. En el Ejército no se evalúan las órdenes, sólo se ejecutan. Y en estado de guerra no hacerlo es castigado severamente. Al teniente Cheyre le ordenan traer un archivo y lo hace; le ordenan llevárselo y cumple; le piden un café y lo trae. Y si le ordenan que le eche azúcar sólo pregunta: ¿cuántas cucharadas? Acordada y ordenada la ejecución de esas 15 personas, la autoridad militar redacta un bando para publicarse en el diario. Cheyre no participa de la decisión de los oficiales superiores, ni de la ejecución, ni de la vigilancia de los fusilamientos. Tampoco redacta el bando. Una vez firmado, se le ordena llevarlo al diario de La Serena para publicarlo, dando cuenta de que por orden de un Tribunal Militar en Tiempo de Guerra se han condenado y fusilado a 15 personas. Eso es una mentira. Esa reunión no constituye un Tribunal Militar ni lo acordado es una sentencia. Lo que se acordó en esa reunión fue un asesinato. Pero el teniente Cheyre no lo sabe ni menos puede evitarlo.

Esto lo recoge la sentencia de la sala penal de la Corte Suprema al eliminarlo como autor, señalando: «Sin duda, el sentenciado no aparece tomando parte en la ejecución inmediata en los homicidios, ni se advierte su inducción a otros para que lo ejecuten ni tampoco se evidencia un concierto de su parte con otros sentenciados para facilitar los medios con que se llevó a efecto el delito o lo presenció sin tomar parte inmediata en él. Tal no es la discusión sino más bien ella se encuentra en la frontera entre la complicidad y el encubrimiento».

Cheyre hace dos cosas. Primero, entra y sale de la reunión llevando y trayendo papeles según se le ordena. Y segundo, hace de estafeta, transportando un bando militar que contiene una mentira jurídica para ser publicada en el diario. ¿Esto lo ubica según los jueces en la frontera entre el encubrimiento y la complicidad? ¿En serio? Encubridor es quien oculta o esconde un delito o al delincuente. Cómplice es quien «coopera dolosamente» en la comisión de un delito. Cheyre no oculta nada ni a nadie. Tampoco coopera dolosamente con ninguna decisión criminal. Tanto la Corte como algunos defensores del fallo usan los engañosos verbos «intervenir» y «participar» para inculparlo, pero olvidan el dolo. El mozo que sirve los cafés o la secretaria que tipea lo que le dictan también «participa» pero no coopera dolosamente.

Por eso mi homenaje al voto disidente que estuvo por absolverlo. Ese juez actuó en un país democrático, protegido por la Constitución y podía disentir sin arriesgar su vida. En cambio, el teniente Cheyre estaba en medio de una dictadura en estado de guerra, no deliberaba y desobedecer una orden le podía costar su vida. El fallo ignora la cultura y disciplina militar, el contexto jurídico y político y la propia ley penal. La verdad es que el general del «Nunca más» fue condenado por un tribunal del «País del nunca jamás». Le pido excusas en nombre del derecho, de la justicia y del país.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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