El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Líbero, 07.07.2023Junio de 2023 fue un mes especialmente duro para la coalición gobernante. A pesar de que empezó con un encendido discurso del presidente Boric en el aniversario de Convergencia Social —que lo llevó a sugerir incluso la creación de un partido único—, las crisis surgidas por el colapso del sistema sanitario y el incombustible Caso Convenios fueron dos misiles que fueron directo a la línea de flotación del Gobierno, afectando gravemente el capital moral con el que se sostiene el Frente Amplio.
El colapso de las camas pediátricas demostró la incapacidad de quienes en crisis pretéritas fueron los más feroces críticos de la pasada gestión y dicha inoperancia no hizo otra cosa que reivindicar el trabajo que en su momento hicieron Daza, Mañalich y Paris. Por su parte, el Caso Convenios no solo terminó por socavar el pedestal de superioridad moral en el que se situaban los lideres frenteamplistas, sino que también puso en tela de juicio una praxis política tan propia de la nueva izquierda latinoamericana: vivir de la política, incluso cuando los resultados electorales digan lo contrario.
Sin embargo, no solo fueron las crisis las que golpearon duramente al Frente Amplio durante el pasado mes, la forma en cómo se intentaron defender los afectados también da cuenta de una pobreza de carácter que ya no depende de la vigencia de las polémicas actuales y amenaza con permanecer en el tiempo. Durante el mes pasado vimos cómo se valieron de dos recursos para sortear las crisis de salud y de probidad que son incompatibles con un espíritu libre y responsable: el infantilismo y la victimización.
En este caso, las reflexiones del filósofo francés Pascal Bruckner en su libro La tentación de la inocencia(Anagrama, 1996) son de mucha utilidad. Bruckner —quien hace unos días nos regaló una notable entrevista en Le Figaroanalizando la violencia en las revueltas francesas— sostiene que la enfermedad del individualismo es «escapar de las consecuencias de los propios actos» mientras se busca «gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes». Esta enfermedad, a juicio de Bruckner, se expande en las dos direcciones que está tomando el frenteamplismo: el infantilismo y la victimización.
«La facilidad con la cual la izquierda gobernante ha recurrido al infantilismo y a la victimización dan cuenta de lo poco capacitados que están para el ejercicio del poder. Usar el comodín de la juventud es solo decir de otra forma que se está incapacitado para cumplir con las funciones mandatada».
Estamos en presencia de infantilismo cuando un adulto reclama «los atributos y privilegios de un niño», quien goza de una cierta impunidad por el solo hecho de no contar con muchos años en la tierra. En el caso que nos convoca, hay una clara apelación al infantilismo en quienes pretenden perdonar las fallas de este Gobierno escudándose en la juventud de quienes en la actualidad detentan cargos de importancia. Corona este recurso la frase que usó el presidente Boric cuando anunció la salida del subsecretario Fernando Araos: «En este momento no hay espacio para curvas de aprendizaje», ¿cuándo hay espacio? Uno podría preguntarse. Valerse del comodín de la juventud y la inexperiencia no resulta admisible en un grupo de personas que ya supera la treintena, que no han hecho otra cosa en la vida que dedicarse a la política y que en el pasado criticaban sin contemplaciones a quienes antes estaban en los cargos.
Por su parte, la victimización «es el recurso del que, presa del miedo, se constituye en objeto de compasión en vez de afrontar lo que le atemoriza». En este caso, el victimismo tomó forma de puesta en escena en la declaración de cinco minutos de la diputada de Revolución Democrática Catalina Pérez subida a sus redes sociales. La misma que en otras ocasiones nos ofreció su mejor imagen para denunciar los actos de corrupción de los demás ahora recurre a la conmiseración a través de un rostro compungido sin maquillar y un atuendo modesto. Esta representación ya la vimos cuando Karina Oliva y Maite Orsini estuvieron en situaciones similares, demostrando ser el uniforme con el cual esta generación política enfrenta sus acusaciones.
Bruckner dice que la fuerza del carácter se mide en función de las afrentas que se pueden tolerar sin sucumbir. La facilidad con la cual la izquierda gobernante ha recurrido al infantilismo y a la victimización dan cuenta de lo poco capacitados que están para el ejercicio del poder. Usar el comodín de la juventud es solo decir de otra forma que se está incapacitado para cumplir con las funciones mandatadas. A su vez, poco futuro hay en quien en un comunicado político no hace otra cosa que inspirar lástima. Por medio de estos recursos el frenteamplismo ha querido librarse del peso de sus incompetencias, pero nunca olvidemos que: «decir que nunca se es culpable equivale a decir que nunca se es capaz».
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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