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Fernando Claro en La Segunda: «Del informe del PNUD no se puede concluir que Chile quiera transformaciones profundas»

Fernando Claro en La Segunda: «Del informe del PNUD no se puede concluir que Chile quiera transformaciones profundas»

En medio de las previsibles reacciones al último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre Desarrollo Humano en Chile —casi todos los analistas repitieron sin más alguna de las conclusiones del reporte: que la distancia de las élites con la ciudadanía, que la imperiosa necesidad de reformas al sistema político, que el diálogo, que las demandas del 18 de octubre están ahí no más—, el tono de Fernando Claro se presenta en otra frecuencia. 

El director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, escribió una columna publicada en «El Mercurio» donde, entre otras cosas, se lee que «este informe ilumina sesgadamente a cualquier persona que quiera hacerse una idea de Chile y solo alimentará la ola de opinión publica que lleva años deslegitimando las recomendaciones de la ONU y el PNUD». 

En esta conversación, el economista, exasesor en los ministerios de Economía y Educación (en Piñera I), amante de la ornitología (coescribió «Geografía de los pájaros», editado por el CEP) y posgraduado en Economía Política del King’s College de Londres, va un poco más allá y dice que las conclusiones del texto de 315 páginas «desprestigia a la ONU y al PNUD». 

«En Chile es bien dramático el pesimismo, y desgraciadamente yo lo comparto, especialmente desde el 2019 en adelante, pero hay que reconocer que desde el 2022 en adelante ese pesimismo y caos bajó. El Rechazo nos salvó».

—En general, ¿qué te parecen las conclusiones del informe «¿Por qué nos cuesta cambiar?» del PNUD?

—Escandalosas. Son forzadas, porque ni siquiera conversan con los datos que ellos mismos nos muestran. Además, muchos de los datos son sesgados. Por ejemplo, no analiza la inmigración desde 2013 en adelante sino que solo desde 2018, y eso que está analizando todas las otras variables demográficas desde 1990. Omiten sus efectos en la reaparición de los campamentos y en la aparición del crimen organizado. En simple, es un diagnóstico y una solución de izquierda y es el símbolo de un problema mundial: la izquierda se quedó sin ideas, pero no quieren aceptarlo y eso los lleva a forzar todo tipo de argumentos y a hacerlos demagógicos e irracionales. 

«Les faltó citar a Joaquín Lavín»

—El informe muestra una escena bien sombría: instituciones desprestigiadas, falta de confianza en los liderazgos políticos y una ciudadanía que no se ve así misma como agente de cambios. Parece ser un ciclo bien frustrante. 

—Sí, nada nuevo. Sin embargo, nos dice también que las personas siguen creyendo en la democracia y solo ven a los políticos como los grandes agentes y responsables de cambio social. 

—El informe apunta a que un 88% de los chilenos desea cambios «y especialmente que las cosas sean de otro modo, ni como son ahora ni como eran antes (67%)». Pero el tema es que la ciudadanía tampoco tiene una preferencia unilateral respecto al rol del Estado en las soluciones de los problemas del país, por ejemplo. ¿Cómo ves esa especie de perplejidad que hay? 

—El informe parece una oda al cambio. Les faltó citar a Joaquín Lavín y su «¡Viva el cambio!». Pareciera estar sostenido en base a que todo cambio es bueno porque nos estaría llevando a un lugar mejor. Mira, cuando los autores profundizan y analizan la dirección de esos cambios, nos muestran que las personas quieren «más seguridad, mejor salud y mejores pensiones», puras obviedades; cuestiones que yo también las quiero. Pero de ahí no se puede concluir, como ellos hacen, que Chile quiera «transformaciones profundas». Y menos que las «requiera». Y bueno, en todo caso, esa necesidad de cambios también puede ser la reposición de los colegios emblemáticos, porque, de hecho, cuando analizan la evolución de su encuesta entre 2013 y 2023, la gente quiere menos Estado en todos los ámbitos, y en el ámbito que más cambió es en educación. Ya se imaginarán por qué. 

—El sociólogo Mauro Basaure, académico de la Unab, hacía una precisión interesante en una columna en «El Mostrador»: «Chile está en permanente cambio. En este sentido, el título del informe es desafortunado (…) No se trata de eso sino de la imposibilidad de resolver los problemas». ¿Qué te parece esa perspectiva? 

—Bueno, ese es justamente mi punto, necesitamos reformas para superar nuestros problemas, pero no cambiar por cambiar.

—El informe parece darle sustento, bajo una lógica sociológica y académica, al discurso de la izquierda sobre la persistente necesidad de transformaciones profundas. ¿Percibiste lo mismo en tu lectura?

—Completamente. Parece escrito en el 2020, en la mitad de la vorágine octubrista. En esa época personas estudiosas, ante la eventualidad de una elección entre Jadue y Lavín, afirmaban que votarían por Jadue y su argumento era simple: solo Jadue podía liderar las «transformaciones necesarias» que el país requería.

 En tu columna hablabas de que el informe era cualquier cosa menos un «informe descriptivo». 

—Los autores asumen que los movimientos sociales tienen la razón, cuando miles de chilenos, y muchos expertos, creen todo lo contrario, ¿o acaso no hubo un rechazo a la propuesta constitucional?, ¿o tenemos que creerle a «No + AFP», a Manuel Riesco y a Luis Mesina? El PNUD cita «No + AFP» como un gran ejemplo de movimiento social, cuando la realidad es que ese movimiento se sostuvo en mitologías como que el ahorro no era de los chilenos y que las AFP se robaban la plata; mitologías que fueron aprovechadas por políticos como Atria, Bassa y cía —fuentes citadas constantemente en el informe— hasta que llegaron los retiros. Que el sistema necesitaba reformas era indiscutible. Sin embargo, el informe, a pesar de que habla de la PGU, no la considera para analizar las tasas de reemplazo, hoy muy superiores al pasado gracias esa política, como explica David Bravo. Hablan también de que existen discursos públicos sostenidos en editoriales de «La Tercera» y «El Mercurio», y apenas citan por ahí a «El Mostrador». No hay un solo análisis a la influencia de la radio, la televisión, menos de los matinales o a las redes sociales. Apenas nombran a las redes sociales para decir que en ellas se hablan cosas diferentes a los editoriales de los diarios. Es realmente muy poco serio y de una agenda política evidente.

—Ha pasado mucha agua bajo el puente: el 18-O, la pandemia, el fracaso constitucional. En ese contexto, ¿la ciudadanía se puso más conservadora o, en palabras del informe, más «realista»? Puede ser un matiz, pero entre ser conservador y ser realista hay mucha distancia.

—Creo que prefiere ir de a poco y no creerle a los mesías. Los chilenos crecimos poco politizados durante los 90 y 2000 y de repente, con la aparición de las redes sociales, empezaron a aparecer líderes mesiánicos que respondían preguntas que nadie se había hecho, y, sumado a los escándalos de las instituciones, ganaron popularidad. Estos mesías tuvieron su punto cúlmine entre 2019 y 2022, pero por suerte no triunfaron y se fueron cayendo por su propio peso. Después los chilenos, ya politizados, sentamos cabeza. Estuvimos al borde del precipicio. De esto, en todo caso, no se habla en el informe y de hecho, se da a entender que la propuesta de la Convención rechazada era buena y que ese rechazo no significaría entonces un rechazo a las «transformaciones necesarias».

«Matthei debería mostrar más voluntad de poder»

—En amplios pasajes del texto se habla de la «individuación social», es decir la exacerbación de las capacidades individuales que invisibiliza el rol de la sociedad en el logro de los proyectos personales. Tú eres liberal, ¿cómo ves ese aspecto? Parece no haber muchos matices en la crítica hacia la individualidad.

—Sí, eso de la «individuación social» no es de extrañar que sea visto como un problema viniendo de ellos. Sin embargo, el estudio también analiza qué piensan las elites sobre la ciudadanía y ellas ven lo mismo: que «el individualismo» es el principal problema. ¿Y qué es eso de individualismo o individuación social? Que las personas reconozcan que sus vidas dependen más de ellos que del Estado u otras estructuras. ¡Yo pienso que eso es excelente! Nos habla de una sociedad sana, compuesta por personas que no dependen de la burocracia como ocurre en Argentina o ocurría en los regímenes más extremos. Esto no quiere decir que uno niegue que el Estado entregue seguridad, salud y educación a quienes lo necesiten; sino que es mejor que las personas no esperen formar su identidad en función de esas estructuras. Uno de los problemas actuales de la elite política, de hecho, es que ellos hacen todo por el partido y por el Gobierno, sin límites. No tienen principios e integridad. La profesión del político se volvió poco sana.

Y agrega: «Ese discurso de la elite es además muy paternalista. ¿Acaso ellos, la elite, con excepción de la política, ha forjado su identidad alrededor de grandes proyectos comunitarios de bien común? ¿Cuánto han sacrificado de ellos o de sus familias en pos de ese proyecto imaginario aparte de cumplir la ley?».

—Tú eres parte de la elite: eres director ejecutivo de un centro de estudios y columnista. ¿Ves a la elite, o al menos la elite que conoces, consciente de este escenario de rechazo ciudadano que el informe vuelve a poner sobre la mesa? 

—Sí, a los políticos. Los veo entrampados en su naturaleza de políticos y en cómo los hace operar el sistema, que exacerba sus defectos más que sus virtudes, ya que solo los hace pensar y operar en su reelección y en cuidar sus intereses personales. Además contaminados de mucho buenismo.

—Te lo pregunto porque Josefina Araos escribió en «La Tercera» el otro día: «El informe muestra que las élites también están enojadas con la ciudadanía. La encuentran individualista, presentista, exigente, poco dispuesta a sacrificios». ¿No te parece que la elite política opera en un vacío en que solo la próxima elección es importante?

—Justamente, tú lo has dicho bien, operan en un vacío, «solo la próxima elección es importante». No he leído lo que dice ella, pero acá volvemos: yo critico lo que la elite piensa de la ciudadanía. Esto es interesante porque todas las elites, política, económica, social y simbólica, coinciden. Yo creo al revés: confiar en uno y sus cercanos para forjar tu proyecto de vida e identidad es algo sano. Además no es excluyente con participar en organizaciones vecinales, clubes deportivos, de pesca o de rodeo. Y ojo, la UC acaba de publicar un Mapa de Organizaciones de la Sociedad Civil. Lo presentaron la semana pasada: ahí se muestra que la gente participa de organizaciones, que se junta cuando quieren buscar objetivos comunes. Se muestra una sociedad civil dinámica, donde se han formado más de 83 mil organizaciones desde el último estudio, en 2015.

—¿Crees que la derecha tiene algún tipo de respuesta hacia esta realidad que muestra el informe? La gente quiere cambios moderados, pero cambios al fin, y Chile Vamos en el mejor de los casos está centrado en la economía y la seguridad.

—La derecha tiene una ideología que comulga con la idea de que las personas y círculos cercanos son las que sostienen la identidad de ellas mismas, y no el Estado, por lo tanto debería aprovechar eso. La necesidad del Estado para entregar seguridad y economía es más evidente. El informe habla de que somos una economía de baja productividad y poco innovadora por nuestra «canasta de exportaciones» y el «extractivismo». Les faltó volver a decir que nuestros empresarios leían latín y se pasaban datos de negocios a través mensajes cifrados en los diarios, como decía el exsubsecretario [José Miguel] Ahumada, cuyas ideas económicas están plasmadas en todo el informe.

—El día de la entrega del informe, el Presidente Boric dijo que la ciudadanía «quiere cambios con gradualidad». Pero uno tiene la sensación que esa es una lección que la izquierda, muy a su pesar, recién está empezando a comprender. ¿Qué piensas?

—Me parece bien, aunque harto caro nos costó. Queda ver qué dirección van a tomar esos cambios graduales, porque el proyecto de pensiones trae un reparto encubierto, que es todo menos sostenible. Así que los autores del PNUD, dado que su objetivo es el «Desarrollo Humano Sostenible», deberían advertir aquello para que el Gobierno no hiciera esas cosas, ya que hacen insostenible nuestro desarrollo. Y más aún con ese Fondo Autónomo que oculta nuestra deuda estatal a través de un truco contable. Astuto Marcel.

—¿Crees que esta preocupación y pesimismo son pasajeras o que nos pueden llevar a un pozo sin fondo donde la rabia, la violencia y el populismo se incrementen?; digamos que arremeta un Milei.

—Difícil, no creo, y difícil hacer esas analogías. Argentina tocó un fondo demasiado profundo, fueron millones los que se fueron de ese país, no había futuro, especialmente para los jóvenes. En Chile es bien dramático el pesimismo, y desgraciadamente yo lo comparto, especialmente desde el 2019 en adelante, pero hay que reconocer que desde el 2022 en adelante ese pesimismo y caos bajó. El Rechazo nos salvó. Al menos en la última Encuesta Bicentenario se ve algo de más optimismo luego del caos que vivimos entre 2019 y 2022. Por esto el próximo Gobierno será muy importante, y por eso creo que Matthei debería mostrar más voluntad de poder y de hacer las reformas que ella cree que necesitan los chilenos.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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