El delirio institucional del feminismo de género
Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto […]
Publicado en El Líbero, 10.03.2020De las tantas postales luctuosas que ha dejado el recrudecimiento de la violencia en estos últimos días, especialmente descorazonadora ha sido aquella en la cual un grupo de jóvenes recriminaba a una persona de la tercera edad por pagar su pasaje en una estación del metro. Entre pifias, una manifestante obstaculizando y al son del cántico “facho pobre, facho pobre” el señor se demoró más tiempo de lo habitual en cruzar el torniquete, lo que hizo más larga la exposición a tanto odio y desvarío.
¿Dónde quedó la empatía que se despertó en octubre del año pasado? ¿Dónde la especial preocupación por el bienestar de los adultos mayores? El video viralizado en cuestión no es más que otra evidencia que prueba que muchos de los que dicen preocuparse por los más débiles tan solo lo hacen mientras sean funcionales a sus intereses políticos.
¿Dónde quedó la empatía que se despertó en octubre del año pasado? ¿Dónde la especial preocupación por el bienestar de los adultos mayores? El video viralizado en cuestión no es más que otra evidencia que prueba que muchos de los que dicen preocuparse por los más débiles tan solo lo hacen mientras sean funcionales a sus intereses políticos. Les preocupan los migrantes hasta que se topan con un “venezofacho”. Las mujeres son prioridad, claro está, a menos que sea de derecha porque es manifiesto que “la facha no es sorora, la facha es asesina, enemiga y opresora”. ¿Qué me dice de los pobres? Los pobres no pueden esperar, salvo si eres un “facho pobre”, obvio, ¡cómo no se le ocurrió al Padre Hurtado completar la frase!
Las pifias al buen ciudadano que pagó su pasaje se explican porque buena parte de la izquierda no necesita de débiles a los cuales ayudar, precisa de víctimas a quienes salvar y ¡pobre de aquella víctima que se atreva a contrariar a su salvador! El odio que rezumaban los cánticos de “facho pobre, facho pobre” son los de una juventud que se siente traicionada por el justo actuar de una persona a la cual creen representar —¡mejor que ella, incluso!— por el único mérito de sus pulsiones.
Lo hecho por el caballero es especialmente admirable, fácil hubiera sido “unirse a la lucha” y grabar un video comentando sus problemas. Caer en el juego de siempre, en el de quien baila para pasar o el de quien inspira lástima con un cartel para que no le destruyan el local. Se habría ganado la ovación del “respetable”, con gira por los matinales de la TV incluida, donde de seguro Tonka Tomicic, Luis Jara y Julio César Rodríguez habrían llorado a mares. Habría sido una mezcla entre el Negro Matapacos y la Abuelita de Tunick, pero no, prefirió pagar $800 que de seguro no le sobraban y así realizar el revolucionario acto de cumplir las normas.
Héroes anónimos como este hay millones en Chile, son las personas honradas que hacen funcionar el país y que tan poco preocupan a una élite siempre atenta a los más vociferantes. Me alegra que sean miles las personas que en redes sociales han valorado el gesto y espero que sirva como desagravio del mal momento pasado. Por mi parte, sirva esta humilde columna para destacar este noble gesto. El porvenir de Chile dependerá de cuántos seamos capaces de reivindicar una vida civilizada en medio de tanto odio y desvarío. Espero que seamos más… y que se note.
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