¿Quién se escandaliza por una motosierra?
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Publicado en La Segunda 21.12.2022
Publicado en La Segunda 21.12.2022
Autor: Fernando Claro
Hace años, Renato López decidió tomarse un terreno. Molesto porque su verdadero dueño quería sacarlo, contrató un sicario y lo mandó a matar. El sicario, un colombiano llamado Víctor Gutiérrez, lo mató en su casa en Concón. El director nacional del Servicio Jesuita a Migrantes en esa época, José Tomás Vicuña, dijo que en este crimen había fallado «la sociedad». En vez de referirse a la responsabilidad del asesino; en vez de relevar la propiedad privada; en vez de criticar las políticas —defendidas por nuestros taquilleros gobernantes— que amparan implícitamente esas tomas violentas; en fin, en vez de pensar, ese sacerdote nos iluminó con eso de que «somos una sociedad enferma».
Magnánima manifestación de bondad la del clérigo. Vale la pena recordarla, porque esta idea de culpar a fantasmas grupales que no tienen agencia propia —y por lo tanto, no tienen responsabilidad— es completamente inútil y contraproducente, pero común. Ha servido, además, para dos cosas. La primera es difuminar responsabilidades y autoproclamarse como santo preocupado por el mundo y los pobres. Se evita así referirse al problema porque la solución, en la imaginación beata de estos voceros, representa el demonio: el Estado de Derecho, la propiedad privada y la libertad individual. Para lo otro que ha servido —y ojo avizor con estos mesías—, es para justificar genocidios o revoluciones contra «los judíos», «los inmigrantes», «los ricos», «los políticos» o quien sea.
«Es mucho lo que les molesta el éxito social, cultural y económico que trae la libertad».
Al final, estas frases o reflejan falsa bondad, o maldad, o, por último, flojera mental. ¿Por qué lo recuerdo hoy? Porque Renato Cristi, y otros intelectuales afines, andan citando como locos la frase de Margaret Thatcher que dice: «no existe tal cosa como la sociedad» para simbolizar al «demonio neoliberal». Sin embargo, la Thatcher no defendía un mundo de humanos atomizados y odiosos unos con otros, sino que se refería justamente a este problema: a andar culpando de todo a «la sociedad». De hecho, insiste que «esta idea ha llegado demasiado lejos. Si vemos que los niños tienen un problema, se culpa a la sociedad. No existe tal cosa llamada sociedad, existe una rica y compleja red de hombres, mujeres y diferentes personas, y la belleza …, y la calidad de nuestras vidas, dependerá de cuán capaces somos de hacernos responsables de nuestras vidas y de mirar a nuestro alrededor y ayudar con nuestros propios esfuerzos a quienes han sido desafortunados —a través del Estado o directamente—». Es decir, decía todo lo contrario.
La charlatanería vive impune. Quienes citan esta entrevista, obviamente, no la han leído ni la quieren leer. Sirve para pintar a cualquier persona de no-izquierda como alguien odioso. Es mucho lo que les molesta el éxito social, cultural y económico que trae la libertad; pero, por el bien de nuestra «sociedad», o nos ponemos serios o nada quedará.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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