La última crisis financiera fue fundamentalmente el resultado del intervencionismo estatal en los mercados.
En lo que nos evoca los peores períodos de nuestra convivencia democrática, como fue el 70-73, el respeto y buenas maneras parecen haberse perdido.
Es hora de que superemos la ficción según la cual el Estado es un ente abstracto encargado de servir el bien común y veamos la realidad como es.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida. A menudo viene con sacrificios y luchas»
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