rafael correa

No sólo el análisis de los políticos, periodistas, sociólogos o encuestadores ha de contar para interpretar la realidad de un país. Las personas “corrientes” disponen de un GPS, una sensibilidad y una sabiduría particular —de nivel modesto en unos, sofisticado en otros— que les permiten bucear en las profundidades de la vida cotidiana y extraer conclusiones.

He querido compartir esta vivencia ecuatoriana por una razón muy simple, que bien la ha resumido el historiador británico Niall Ferguson en una conferencia para The Reith Lectures, de BBC: “Me gustaría preguntar hasta qué punto es posible que prospere una nación verdaderamente libre en ausencia de una sociedad civil dinámica”.

Cuesta imaginar que un partido en el que no abundan los emprendedores y empresarios no sepa de las inversiones de sus dirigentes destacados.

Bachelet ha abonado el terreno para la ideología y la demagogia en Chile, acercándonos peligrosamente a la desastrosa ruta de otras naciones que han caído en el engaño populista.

¿Por qué Correa, al mando de un país petrolero, no ahorró en la época de las vacas gordas, cuando el precio del crudo alcanzó récords históricos, para enfrentar la fase de las vacas flacas? Es la pregunta que también le hacen los venezolanos al chavismo.