La crisis social que ya lleva más de un mes y medio ha dejado al desnudo profundas grietas estructurales en todo el sistema político chileno. Pero esta crisis también ha revelado el crítico nivel de polarización política que tenemos.
Lo de hoy es diferente; no se pelea por vida o muerte, y estamos en democracia. No se justifica dividir ni violentarse así. Diferencias siempre van a existir, pero hoy tenemos políticos e instituciones para eso.
Lo que se olvida con frecuencia es que la democracia es un régimen frágil, porque está expuesto de manera abierta no solo a la multiplicidad de opiniones de los ciudadanos, sino a sus diversas pasiones.
La democracia se mata primero con palabras, luego con hechos. Por ello, la clase política tiene innegable responsabilidad en el deterioro de la convivencia y la erosión de la textura cívica del país.
«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos que no pueden cambiar sus mentes, no pueden cambiar nada»
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