En Occidente, el poder de las religiones desapareció, pero en las ideologías, el afán de censura —aunque disminuido— se disfrazó, se invirtió y luego, en las redes sociales, se exacerbó.
El problema pareciera ser más profundo: se trata de una corriente autodenominada "progresista", que excluye del discurso público a quienes no están alineados con esta sofisticada forma de buenismo.
Suponer que el ser humano, en ciertas posiciones de poder, se convierte inmediatamente en un virtuoso, en alguien capaz de obrar por el bien de todos y sobreponerse a toda tentación.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida. A menudo viene con sacrificios y luchas»
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