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Publicado en El Dínamo, 24.03.2024El mito de que los empresarios son responsables por los bajos sueldos y la falta de empleo no es nada nuevo. En 2005, a raíz de un informe publicado por el partido del expresidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, que apuntaba a la rigidez laboral como causante de la cesantía masiva, el Congreso de Sindicatos de Sudáfrica afirmó que «el desempleo no tiene nada que ver con la regulación laboral. El problema es que las empresas no se esfuerzan lo suficiente por crear empleos». Sin embargo, la evidencia económica nos dice lo contrario: el exceso regulación del mercado laboral –como el sueldo mínimo (SM)– tiene mucho que ver con la escasez de trabajos.
«Casi el 80 porciento de los estudios en la materia encuentran que las alzas del SM tienen efectos negativos en el empleo, sobre todo entre los más jóvenes, con educación limitada y poca experiencia laboral».
Tal como lo haría un estudiante de ingeniería comercial de primer año que acaba de tomar
introducción a la microeconomía, Daniel Matamala, en su columna del domingo, argumentó a favor del SM citando el famoso estudio de Card y Krueger. Cuando esa investigación se publicó hace más de 30 años causó gran impacto por su contribución empírica y resultado inesperado: que el empleo puede subir en conjunto con el SM. Hoy, sin embargo, sabemos que, debido a lo específico del experimento, las conclusiones de ese estudio difícilmente se pueden extrapolar a la economía de un país entero en el largo plazo.
De hecho, casi el 80 porciento de los estudios en la materia encuentran que las alzas del SM tienen efectos negativos en el empleo, sobre todo entre los más jóvenes, con educación limitada y poca experiencia laboral. Quienes mantengan sus empleos después de un alza del SM podrían verse beneficiados, pero el costo de las horas de trabajo perdidas en la economía es aún mayor.
Así, la existencia de un SM exigido por ley es injusta. Si una pequeña empresa tiene capacidad máxima para ofrecer $400 mil pesos mensuales por un trabajo, un joven de 18 años que solo tiene 4to medio, nunca ha trabajado y está dispuesto a aceptar esa oferta, no podría hacerlo porque el SM en Chile hoy es de $460 mil. Como resultado, el joven se queda sin trabajo formal y la empresa sin empleado, aun cuando los dos estaban de acuerdo en las condiciones.
Pero, si la evidencia en contra del SM es tan contundente, ¿por qué sigue existiendo? El economista estadounidense, Thomas Sowell, quien admite haber sido marxista incluso después de haber estudiado con Milton Friedman en Chicago, dice que dejó de serlo después de trabajar para el Estado. Ahí se dio cuenta de que a los funcionarios públicos a cargo de administrar y estudiar el SM solo les importaba mantener sus privilegios, los cuales podían acabarse si alguien descubriera que el SM, en realidad, no sirve.
Es común que los políticos usen el alza del SM en sus campañas porque es una medida popular y el costo no lo pagan ellos, sino los trabajadores que pierden su trabajo o que se les hace más difícil encontrarlo cuando entran a la fuerza laboral. No es tan popular decir que las remuneraciones suben cuando aumenta la cantidad de empresas en una economía, entregando mayores y mejores opciones a los trabajadores a través de la competencia, y cuando aumenta la productividad, que se determina, entre otras cosas, por una buena educación. Como dice Sowell, «hacer que sea ilegal pagar menos de una cantidad determinada no hace que la productividad de un trabajador valga esa cantidad».
A fin de cuentas, la miseria del exceso de regulación del mercado laboral a través del SM nos demuestra una y otra vez que el más mínimo de los sueldos siempre termina siendo el que se recibe cuando no hay trabajo. Cero.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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