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Publicado en El Líbero, 08.12.2021Chile lleva décadas perdiendo sostenidamente niveles en el ranking de libertad económica y las personas, sobre todo los jóvenes, las mujeres y los grupos marginados, son los que más han sentido el golpe.
Es sabido hoy por los economistas que la libertad económica está robusta y estadísticamente asociada con el crecimiento económico y con el aumento de los ingresos per cápita de un país (Berggren, 2003). Aquellos países que poseen mayores libertades económicas e instituciones que la promueven son los mismos que finalmente crecen más rápido y generan mayores tazas de crecimiento económico que benefician a la población (Hall y Lawson, 2013). Pero saber esto hoy ha requerido de un largo esfuerzo conjunto de la comunidad científica y económica. Veremos, en este breve ensayo, dicho proceso y aquello que los economista han podido concluir entorno al poder de la libertad económica.
Cuantificar la libertad económica
Desde que Adam Smith en 1776 publicara La Riqueza de las Naciones, los economistas han tenido la intuición de que mejores instituciones —es decir, aquellas instituciones inclusivas que promueven la libertad, el comercio internacional, los derechos de propiedad y el libre intercambio—, fomentan el crecimiento, la riqueza y el bienestar de un país (Deaton, 2015). Con el objetivo de validar o invalidar esta intuición es que en 1986 se iniciaron los primeros esfuerzos por medir empíricamente la libertad económica y tratar de cuantificarla en un índice —el Economic Freedom of the World (EFW) Index— que permitiera un análisis del verdadero impacto de esta en el bienestar de las personas. Es así como en 1986, Michael Walker del Fraser Institute y el Nobel de Economía Milton Friedman trabajaron en conjunto con los Premios Nobel Gary Becker y Douglas North para crear el Índice de Libertad Económica, primera vez publicado en 1996 (Gwartney y Lawson, 2003). Así, desde esa fecha, los informes de Libertad Económica (EFW) han presentado un índice global que mide la coherencia de las políticas públicas e instituciones de un país con su grado de libertad económica.
En palabras simples, la libertad económica es el derecho fundamental de todo ser humano a controlar su propio trabajo y propiedad. Se basa en el concepto de auto-propiedad, autogestión (self-ownership) y autogobierno (self-governance). Debido a esta auto-propiedad, las personas tienen derecho a elegir y a decidir cómo usar su tiempo y talentos para dar forma a sus propias vidas. Por otro lado, las personas no tienen un derecho a priori al tiempo, talentos y recursos de los demás.
Las piedras angulares de la libertad económica son la elección personal, el intercambio voluntario, los mercados abiertos y los derechos de propiedad claramente definidos. Los individuos son económicamente libres en cuanto se les permite elegir por sí mismos y participar en transacciones voluntarias siempre que respeten la ley y no dañen a las personas o la propiedad de otros. Así, en una sociedad económicamente libre, los individuos son libres de trabajar, producir, consumir e invertir como les plazca dentro de un marco de reglas legítimo. Además, en sociedades económicamente libres, los gobiernos permiten que la mano de obra, el capital y los bienes se muevan libremente y se abstienen de la coerción o restricción de la libertad más allá de lo necesario para proteger y mantener la libertad de los ciudadanos y sus derechos fundamentales.
El índice de libertad económica elaborado por Fraser Institute tiene como propósito cuantificar el grado en que las políticas públicas e instituciones de diversos países contribuyen a la libertad económica del mismo. En dicho ranking, los pilares de la libertad económica se expresan a través de cinco áreas: 1) tamaño del gobierno; 2) sistema legal y seguridad de los derechos de propiedad; 3) estabilidad monetaria e independencia del Banco Central; 4) libertad de comercio internacional; y 5) regulación crediticia, laboral y de negocios. En total, el Index of Economic Freedom recoge y analiza 44 variables para reflejar el grado de libertad económica presente en 162 países (ver detalles de construcción del índice aquí y aquí).
Un pilar del desarrollo
Con todo, la libertad económica es importante por varios motivos. Primero, como bien lo ha señalado el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, la libertad económica y de intercambio debe ser considerada correctamente como una parte integral de la libertad humana en general. Para Sen, en su célebre libro “Desarrollo y Libertad”, la libertad económica es uno de los pilares del desarrollo, del progreso y de la posibilidad que tienen las personas —sobre todo aquellas marginadas— de desplegar sus aptitudes, capacidades y, finalmente, de poder expandir sus libertades en la sociedad. En sus palabras (1998, p. 6): “La capacidad del mercado en contribuir a un alto crecimiento económico y al progreso global ha sido ampliamente reconocida, y con razón, en la literatura sobre desarrollo. Pero sería un error entender el lugar del mecanismo de mercado sólo en términos derivados. Como señaló Adam Smith, la libertad de intercambio y de transacción es, en sí misma, parte integral de las libertades básicas que la gente tiene que valorar. Estar esencialmente en contra de los mercados sería casi tan extraño como estar en general en contra de las conversaciones entre personas”. De esta forma, la libertad económica puede tener un valor intrínseco, independientemente de si el crecimiento económico u otras variables utilitarias se benefician de esto.
Segundo, y a nivel empírico, se reconoce que la libertad económica es buena, ya que impacta positivamente en un gran número de variables económicas y de bienestar relevantes, que mejoran la situación material, social, médica y anímica de las personas. Es sabido que la libertad económica trae mayor prosperidad, progreso y mejor calidad de vida (Lemiuex, 2018). El Índice de Libertad Económica documenta la relación positiva entre la libertad económica y una gran variedad de objetivos sociales y económicos positivos. La expansión de la libertad económica está fuertemente asociada con sociedades más saludables, entornos más limpios, mayor riqueza per cápita, desarrollo humano, democracia y eliminación de la pobreza. Veremos brevemente algunos resultados de la literatura para afirmar la idea de que la libertad económica es un pilar fundamental del desarrollo humano y social, y, por lo tanto, debemos concentrarnos en expandirla en vez de coartarla.
El beneficio más directo de la libertad económica proviene de la fuerte relación positiva entre esta y los niveles de ingreso per cápita a través de un aumento del crecimiento económico general. Faria y Montesinos (2009) han documentado “ampliamente una relación positiva, estadística y económica significativa entre el crecimiento, el nivel de ingresos y el índice de Libertad Económica del Mundo (EFW)”. Utilizando métodos de variables instrumentales (VI) los autores “encuentran un canal sólido desde la libertad económica hacia la prosperidad material”. De hecho, las economías calificadas como “libres” o “en su mayoría libres” en el último Índice 2021 disfrutan de ingresos que son más del doble de los niveles promedio en todos los demás países y más de seis veces más altos que aquellos ingresos de países con economías “restringidas”. En una revisión de la literatura sobre libertad económica y crecimiento, Doucouliagos (2005) reconoce el vínculo positivo y fuerte encontrado en la literatura entre la libertad y el desarrollo económico.
Asimismo, la libertad económica se ha reconocido como la única cura sostenible a la pobreza y la miseria de las naciones subdesarrolladas (Gwartney y Connors, 2010). Como bien lo reconociera el célebre cantante de la banda U2, Bono, conocido en el mundo por liderar organizaciones e iniciativas benéficas que luchan contra la pobreza en África: “La ayuda es solo un parche. El comercio y el capitalismo empresarial sacan a más gente de la pobreza que la ayuda. Al lidiar con la pobreza aquí y en todo el mundo, el bienestar y la ayuda exterior son un parche. La libre empresa es la cura”. La intuición de Bono es correcta, pues la evidencia empírica señala que las mejoras en la libertad económica son un determinante vital de las tasas de expansión económica que, según los registros, reducen la pobreza (Cole, 2003). En el más reciente meta-estudio empírico al respecto, Doran y Stratmann (2020), estudian la relación entre la libertad económica y las tasas de pobreza en 151 países durante un período de veinte años. En dicho estudio, los autores encuentran amplia evidencia de que la libertad económica está fuertemente asociada con tasas de pobreza más bajas. En síntesis, una mayor libertad económica es uno de los medios más eficaces para eliminar la pobreza o reducir su prevalencia.
Su relación con la felicidad y el bienestar general
Cabe reconocer que la libertad económica no sólo conlleva mayor crecimiento económico y mayor bienestar material, sino que además está también relacionada positivamente con varias variables del desarrollo humano y de la felicidad. Los beneficios sociales de la libertad económica se extienden mucho más allá de los meros ingresos más altos o de las tasas de pobreza más bajas. Por ejemplo, aquellos países con niveles más altos de libertad económica disfrutan, a su vez, de niveles más altos de desarrollo humano según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH), que mide la esperanza de vida, la alfabetización, la educación y los niveles de vida (Grubel, 1998). Además, Naanwaab (2018), en un reciente meta-estudio empírico para 88 países, señala que existe “una evidencia abrumadora de los efectos positivos directos de la libertad económica en el desarrollo humano”. Utilizando tres medidas de desarrollo humano (el IDH, la mortalidad de menores de cinco años y la mortalidad materna), el autor argumenta que “la libertad económica es un determinante significativo de estos indicadores”. Naanwaab concluye que aquellos países que tienen menores índices de desarrollo humano son los que más tienen que ganar con la expansión de la libertad económica.
Similares impactos positivos y cuantificables de la libertad económica se han evidenciado en un sinnúmero de estudios y para otros aspectos clave de la vida humana no materiales, como, por ejemplo, el bienestar general, la felicidad, la salud física y mental de las personas y los derechos y oportunidades de las mujeres:
En suma, Leeson (2010) investiga empíricamente la relación entre el capitalismo y el bienestar general. Leeson evidencia que los ciudadanos de países que se volvieron más capitalistas durante el último cuarto de siglo se volvieron más ricos, más saludables, más educados y políticamente más libres. Por otro lado, los ciudadanos de países que se volvieron significativamente menos capitalistas durante este período sufrieron un estancamiento de los ingresos, una vida efectiva más corta, ganancias menores en educación y regímenes políticos cada vez más opresivos. Los datos, asegura Leeson, evidencian inequívocamente la superioridad del capitalismo en el desarrollo y en el bienestar de los seres humanos.
En definitiva, en la más extensiva revisión de la literatura hasta la fecha, Hall y Lawson (2014), compilaron una base de datos de 402 artículos al respecto, para concluir que, de los 402 papers, 198 de estos utilizaron íntegramente el índice EFW como variable independiente en estudios empíricos. De estos, más de dos tercios o el 67% de los estudios (134 de 198), encontraron que la libertad económica sí genera “buenos” resultados como: crecimiento económico más acelerado, mejores niveles y condiciones de vida, más felicidad en la población, etc. Los autores concluyen que “el balance de la evidencia es abrumador respecto a que mayor libertad económica sí se corresponde con una amplia variedad de resultados positivos sin casi ninguna compensación negativa”.
En síntesis, hemos visto en este pequeño ensayo el poder y el valor de la libertad económica y el por qué debemos poner atención siempre en expandirla en vez de constreñirla. Esta es valiosa, tanto en sí misma como lo advertía Amartya Sen —ya que forma parte fundamental de nuestras libertades más básicas—, como también porque influye de forma positiva en un sinnúmero de variables relacionadas con el desarrollo humano y nuestro bienestar: mejor calidad de vida, mejores condiciones de salud, mejores índices de desarrollo humano y educación, mayor felicidad y mejores oportunidades y más libertades para las mujeres. Es fundamental que, en el país, nuestro debate público e intelectual vuelva a concentrarse en la libertad económica y su rol vital en el progreso social, ya que Chile lleva décadas perdiendo sostenidamente niveles en el ranking de libertad económica y, como consecuencia, las personas, y sobretodo aquellos como los jóvenes, las mujeres y los grupos marginados, son los que más han sentido el golpe.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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