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El peligro de la histeria Publicado en El Mercurio, 14.08.2025

El peligro de la histeria

Escribir columnas me ha significado recibir los ataques y comentarios más insólitos que uno se puede imaginar. Es el costo del oficio y es así nomás. La vanguardia en embestidas la llevaban los seguidores de José Antonio Kast, solo superados por uno que otro grupo especial, que en el último tiempo se han puesto más creativos, han diversificado canales y han levantado su tono. Digo esto porque no he sido, ni seré, un kastista, pero quedé pasmado ante la histérica reacción de los más diversos comentaristas por los dichos de Kast en un glamoroso seminario de Moneda Patria Investments, donde también estuvieron Jara y Matthei.

«Lo que más impresiona es que cuando le preguntaron a Evelyn Matthei qué opinaba, ella respondió exactamente lo mismo que Kast. Dijo incluso eso lo propuse yo "en junio, en Clapes", dijo, "solo que [ellos, los de Kast,] le pusieron un nombre bonito". ¿Kast sí quiere gobernaros por decreto y Matthei no?».

El punto es que todos, pero todos los candidatos presidenciales en la historia, y los más diversos asesores, exministros, abogados, economistas, astrólogos y políticos han dicho lo mismo: ante tanta regulación, burocracia, y lo que hoy se llama «permisología», es mucho lo que se puede hacer por los chilenos sin pasar por el Congreso. Es mucha la simplificación de normas, procesos y otras acciones las que puede hacer el presidente de la República en vistas de mejorar la vida de las personas, especialmente en Chile. Y eso es así especialmente hoy debido a lo anquilosado que está el Estado y a lo decadente que está el Congreso.

Ante estos dichos de Kast, en estas páginas, el rector de la Academia de Humanismo Cristiano, Álvaro Ramis, ni siquiera se dignó a revisar qué había dijo realmente el candidato y se lanzó a criticarlo espantado porque Kast estaría anunciando que nos gobernaría por decreto, saltándose el parlamento. Similarmente, el rector de la UDP, Carlos Peña, aunque reconoció el contexto, le leyó el inconsciente: había gravedad en sus dichos porque en el fondo, desde su más profundo ser, Kast nos estaría declarando sin querer que nos va a gobernar por decreto. Fue más pintoresco aún al afirmar que Kast, dado que dijo que tenía todo este espacio de acción estudiado, nos estaría develando que quería recurrir a los nunca bien ponderados «resquicios legales», nada más y nada menos que una de las herramientas de Eduardo Novoa Monreal con las que Allende violó sistemáticamente los derechos humanos de miles de chilenos expoliándoles de su derecho de propiedad y de su derecho a trabajar —y la misma mariguanza legal que querían hacer los chinos años atrás para construir un tren entre Santiago y Valparaíso saltándose las licitaciones—.

Lo que más impresiona es que, en ese mismo evento, cuando le preguntaron a Evelyn Matthei qué opinaba de la «permisología» y de lo que había propuesto Kast, ella respondió exactamente lo mismo que Kast. Fue tal el nivel de similitud, que dijo, algo molesta, que ella lo había propuesto «mucho antes». Eso lo propuse yo «en junio, en Clapes», dijo, «solo que [ellos, los de Kast,] le pusieron un nombre bonito». Dijo además que su profesionalísimo equipo tenía todo completamente estudiado, identificado y sistematizado hace meses. Dios nos salve del neo-novoa-monrealismo de derecha.

¿Kast sí y Matthei no? Es muy decadente ese vacío argumentativo —¿o existencial?— que lleva a esa obsesión por andar buscando demonios donde no existen, la misma obsesión que nos llevó a vivir la violencia política que casi destruyó nuestra democracia hace cinco años. Nos salvamos apenas, en todo caso, porque nos fuimos institucionalmente por un camino que nos llevaba, igual, a un colapso similar. Esa vez, la violencia política se justificó sin matices porque teníamos al frente a un «dictador» llamado Sebastián Piñera y a un «violencia estructural» solo contrarrestable con fuego, violencia y desacato que la centroizquierda fue incapaz de condenar. Si con Piñera fue así, qué nos queda. Dios nos salve.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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