El delirio institucional del feminismo de género
Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto […]
Publicado en La Segunda, 15.05.2019El caos de las instituciones ya debería habernos llevado a un consenso: todos los humanos, por santos que digan que son, se caen. Mas bien: se pueden caer. Y por esto no hay que entregarles mucho poder. Concentrar el poder solo le sirve a los poderosos, que ordenan los países para ellos y sus familiares. Para el resto de los mortales, lo ordenan según lo que ellos consideran como una vida correcta. De ahí el triunfo del liberalismo, que separa el poder y respeta la dignidad humana, permitiéndole a cada uno elegir su vida. Y de ahí que en 1989 Fukuyama haya dicho que el liberalismo había triunfado, ya que no quedaban modelos que le compitiesen.
Está bien que la izquierda mundial, carente de ideas, esté tratando de cuestionarlo, pero, la verdad no entiendo por qué los conservadores de excitan tanto con esto. Odian el liberalismo porque es ateo y pecaminoso, entiendo. Pero cómo tanto. Mas allá de la filosofía de la historia Hegeliana, la pregunta es ¿Existe algún modelo (que respete los derechos humanos) que sea mejor que el liberalismo? China está buscando conquistar el mundo, y en esto se basan los detractores de Fukuyama para decir que hay un modelo "real" compitiendo, pero ¿Acaso quieren una dictadura capitalista? ¿Alguien reivindica este modelo? ¿Alguien va a reivindicar la dictadura de Pinochet con su mix de libre mercado y violación de derechos humanos?
"Ahora nos traen al autor de un libro titulado "¿Por qué falló el liberalismo?" El libro dice las cosas más insólitas que uno podría escuchar".
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Ahora nos traen al autor de un libro titulado "¿Por qué falló el liberalismo?" El libro dice las cosas más insólitas que uno podría escuchar, como que el liberalismo falló -y esto es central a su tesis- porque se ha basado en una visión completamente errada del ser humano: los humanos en realidad no buscarían sus propios intereses. Dice que esto se debe (aunque él reniegue de Rousseau) a que la educación nos corrompió porque en los colegios nos enseñan a ser estafadores. El liberalismo, insiste, está explícitamente en contra del estudio de las artes liberales y de los grandes libros (quizás deberían llevarlo a la Universidad Adolfo Ibáñez). Las mujeres, para él, deben quedarse en la casa. Liberarlas de esto fue una esclavitud peor para ambos. Habla también del cristianismo para decir que está todo mal y que somos unos infelices porque buscamos nuestros intereses y no el de la comunidad ni, en último término, ¡las obligaciones que tenemos con Dios! ¿Olvidará este señor que puede llegar otro conservador, con otro Dios, y plantárselo encima? En fin, llega a decir que el poder que tienen los gobernantes en países liberales para manejar nuestras vidas -entiéndase Piñera o Macron- ya lo habrían querido los tiranos del pasado -entendamos Pinochet o Pol Pot-. Paul Samuelson, premio nobel de economía, insistió hasta 1988 con que la Unión Soviética amenazaba el modelo liberal. Con China queda nada más que esperar.
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