El candidato material
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Publicado en Radio Agricultura, 12.11.2024Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto sus reales intenciones y su nulo compromiso con la integridad de las mujeres; sino porque sus mayores representantes han tenido que desplegar sus argumentos transparentemente, evidenciando la pobreza de contenido y la ridiculez que ostenta la ideología feminista hegemónica.
Este absurdo se puede ejemplificar con dos casos distintos. El primero se grafica con la publicación del poder judicial en su cuenta oficial de X, del cuarto concurso de sentencias con perspectiva de género. La idea de este certamen es fomentar que los profesionales de la justicia juzguen con perspectiva de género. La instancia afirma que la perspectiva de género es una «herramienta de análisis» y «no significa atender solamente los intereses de las mujeres y perder objetividad y neutralidad»; ya que lo que se intenta es «exigir la identificación y superación de los sesgos de las personas intervinientes». Es decir, lo que se busca es limitar los posibles prejuicios y estereotipos discriminatorios.
«El feminismo de género ha demostrado que sus objetivos están lejos de perseguir la libertad, empoderamiento e igualdad de las mujeres; y que lo único que pretende es instrumentalizar las necesidades y problemas femeninos».
Todo esto se fundamenta bajo la idea de que únicamente se persigue la administración imparcial de la justicia. Sin embargo, de ser el único objetivo la búsqueda de neutralidad, entonces ¿por qué no se enfocan en principios ya establecidos por la democracia liberal, como el de igualdad ante la ley y la no discriminación? Justamente, porque pretenden establecer un modelo que no busca la neutralidad. En segundo lugar, esta idea sugiere que las únicas víctimas de prejuicios son las mujeres y otras minorías por su género, pero ¿acaso no existen sesgos en contra de los hombres? Pretender manipular a tal punto la justicia es ignorar que el poder judicial debería estar enfocado en realizar sentencias según la ley y acordes a la verdad; sin caer en ideologías que amenazan la imparcialidad que aparentemente busca defender.
Por otro lado, Carolina Tohá en su cuenta de X, agradece a las impulsoras de una carta contra la posible acusación constitucional, por el caso Monsalve. Según este escrito, «la responsabilidad debería caer en un hombre acusado de violación», convirtiendo el intento de sanción, según ellas, en un ejemplo claro del machismo que predomina en nuestra sociedad. Esta declaración además de ser tramposa ridícula, dado que evidencia una estrategia burda de victimizarse frente a un escenario que la incrimina por sus propios errores.
El problema está en que tanto Carolina Tohá como las supuestas «feministas» del gobierno nunca entendieron lo que realmente proponía el movimiento. El feminismo en sus inicios y bajo sus ideales más liberales (aquel que sí consiguió el voto femenino y la calidad de ciudadana de las mujeres) buscaba eliminar las barreras que impedían a las mujeres participar de la vida pública. Esto significaba que perseguían ser consideradas como adultas libres y responsables de su propio proyecto vital, deshaciéndose así de la interdicción jurídica a la que habían estado sometidas. Así, el caso de Tohá no es más que el mejor ejemplo de una sociedad opuesta a la patriarcal: mujeres en altos cargos públicos, con alta responsabilidad social, siendo proporcionalmente sancionadas a su nivel de poder. Quizás es aquí donde Tohá, Vallejo, e incluso Elizalde, no comprenden lo que está sucediendo. Primero, Tohá es acusada por presuntamente incumplir sus funciones y otros actos sancionables. Segundo, el poder y la libertad implican responsabilidad, sin la necesidad depender de la ridícula carta victimista e infantil de creer que sus propios fracasos son culpa de los demás.
Tanto el poder judicial como las ridiculeces defendidas por Tohá demuestran el fracaso ideológico del feminismo de género, el cual desconoce los principios que lo fundaron y que es incapaz de interpretar a las propias mujeres. La diferencia está en que el feminismo liberal defendió la libertad, la igualdad y el poder individual como ser humano, en dignidad de derechos. Mientras que el de género busca el cambio de infraestructuras relacionales, fragmentando así los vínculos entre los sexos, para luego dominar. Es por esto, que para el actual feminismo es esencial la retórica victimizante y debilitante, logrando así la colectivización de las mujeres y no su liberalización. El feminismo de género ha demostrado que sus objetivos están lejos de perseguir la libertad, empoderamiento e igualdad de las mujeres; y que lo único que pretende es instrumentalizar las necesidades y problemas femeninos para alcanzar y luego asentarse en el poder.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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