El destacado historiador británico se refiere a las políticas del gobierno de EE.UU., al impacto de la tecnología en el orden mundial, a los desafíos que enfrenta América Latina y al panorama chileno, ad portas de una nueva visita al país.
Por: Juan Pablo Toro
Cuando investigaba la vida del ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger para continuar con su biografía, el historiador británico Niall Ferguson se preguntó si el éxito diplomático que obtuvo fue producto de estar inmerso dentro de una jerarquía -como representante de la política exterior de la principal potencia del mundo- o de las redes de contactos que tejió a lo largo de los años, que incluían a políticos, empresarios, militares, académicos y celebridades.
Desde ahí empezó a caer en cuenta de que la historia tiende a centrarse más en las jerarquías que en las redes, porque son las primeras, a través de las instituciones, las que dejan registros o archivos que después pueden ser estudiados con mayor facilidad.
Para reparar ese "pecado de omisión", en sus palabras, Ferguson escribió su último libro "The Square and the Tower" (octubre, 2017). En el texto, que todavía no tiene fecha de publicación en español, propone ver la historia como una interacción de estos dos ejes y mira sus efectos en la sociedad actual. Algo más que oportuno, en una semana en la que ejecutivos de las tecnológicas admitieron, en el Congreso de EE.UU., que unos 150 millones de usuarios de Facebook e Instagram vieron contenido ruso en 2015 y 2016.
En una entrevista por escrito con "El Mercurio", el historiador abordó los alcances de su nueva obra y también se refirió a Chile, donde llegará la próxima semana para participar en actividades por el quinto aniversario de la Fundación para el Progreso.
-En su último libro, plantea que una de las grandes preguntas del momento es si es mejor estar en una red que da influencia o en una jerarquía que da poder. ¿Qué prefiere para usted y qué recomienda?
-Tengo una fuerte preferencia personal por redes sobre jerarquías. Nunca me he sentido cómodo en un organigrama, y siempre he detestado tener un jefe. ¡Eso fue en parte por lo que me convertí en académico! Lo que no preví fue la forma en que la tecnología haría tanto para empoderar a las redes y debilitar las jerarquías. Por supuesto, estas cosas no son mutuamente excluyentes. Pero mi recomendación para los jóvenes es pensar más en construir su red que escalar carreras profesionales.
La ingenuidad de los "maestros de Silicon Valley"
-Aunque reconoce que la tensión entre redes y jerarquías siempre ha existido en la historia, ¿cree que se pasó de subestimar la importancia de las redes a sobreestimarla en cuestión de décadas?
-Hay personas en Silicon Valley que hicieron algo más que sobreestimar las redes sociales: las malinterpretaron, incluso cuando construyeron las más grandes y rápidas de la historia. La regla número uno de las redes grandes es que tienden a autopolarizarse, por al fenómeno conocido como 'homofilia' (como dice el refrán: 'las aves del mismo plumaje siempre vuelan juntas')".
-Es imposible no notar un dejo crítico sobre las redes sociales cuando habla de los "maestros de Silicon Valley". ¿Cree que Mark Zuckerberg (Facebook), Eric Schmidt (Alphabet), Jack Dorsey (Twitter) y compañía fueron ingenuos al vender la idea de que un mundo más interconectado sería más pacífico e igualitario?
-Sí. Y lo reconocen cada vez más.
-¿Podrían haberse dado hechos como el Brexit, la llegada de Trump al poder o el desafío catalán sin el empleo de las redes sociales?
-Estoy bastante seguro de que el Brexit y la victoria electoral de Trump no hubieran sucedido sin las redes sociales en línea y especialmente sin Facebook. Ambas campañas carecían de los recursos para prevalecer en el sistema previo a Facebook, de los concursos publicitarios tradicionales.
-¿Es necesario darle algún tipo de gobernanza o control al ciberespacio? ¿Y cómo? Porque no es el lugar de la autocontención o del intercambio de argumentos.
-La democracia se verá socavada, tal vez fatalmente, si la esfera pública migra a redes sociales de acceso abierto apenas reguladas y que se guían por fines de lucro. No se trata de regular o no las plataformas de red, sino de cómo hacerlo. China ha dado una respuesta; Europa, otra. Esperamos la respuesta estadounidense. El statu quo no es una opción. Mi preferencia sería reconocer que estamos tratando con monopolios naturales; no perder el tiempo tratando de separarlos, sino regularlos como servicios públicos.
"Trump está rebajando la intensidad de la globalización, no eliminándola"
-Usted dice que Trump es la gran paradoja de esta era, puesto que es "un hombre rico que ejerce el rol de demagogo con aplomo". ¿No le parece ver otra paradoja en el hecho de que Estados Unidos, que creó y promovió este mundo interconectado actual, hoy se está desconectando con políticas aislacionistas al abandonar el TPP, el Acuerdo de París, la Unesco y cuestionar el Nafta y de vez en cuando a la OTAN?
-Es cierto que Estados Unidos construyó lo que a veces se llama "el orden internacional liberal" (aunque fue construido tanto por republicanos como por demócratas). Pero la administración Trump no es aislacionista en el sentido de los años 1930. (La embajadora estadounidense) Nikki Haley está haciendo un excelente trabajo en la ONU; el Departamento de Defensa de Jim Mattis está fortaleciendo las alianzas estadounidenses (incluida la OTAN), y el Nafta está siendo renegociado/actualizado, no eliminado. Trump está rebajando la intensidad de la globalización, no eliminándola.
-En su libro afirma que la "globalización está en crisis. El populismo está en marcha. Los Estados autoritarios ascienden inexorablemente. La tecnología avanza, amenazando con hacer que la mayoría de los seres humanos sean redundantes o inmortales, o ambos". ¿Ve una salida a esta crisis?
-Sí, la veo. En ese pasaje estaba siendo un poco irónico: esa es la impresión que se obtiene de los medios, que el mundo se va al infierno. No creo que sea tan malo como eso. La globalización no se está muriendo, se está echando hacia atrás. El populismo ha perdido en el continente europeo y está perdiendo al menos en algunos países de América Latina. El autoritarismo no es mucho más poderoso de lo que era hace 20 años. La tecnología probablemente no nos hará ni completamente redundantes ni inmortales. Los problemas que enfrentamos no son peores que los de hace un siglo, o incluso hace 50 años. Pero debemos dejar de engañarnos a nosotros mismos de que todo será increíble en un mundo interconectado.
-Hay bastante consenso de que el orden mundial liberal construido después de la Segunda Guerra Mundial está en crisis. ¿Es realmente incompatible la idea de un orden con un mundo interconectado? O habrá que conformarse con una mayor anarquía.
-Estoy en contra de la anarquía. Cualquiera que haya vivido en un Estado verdaderamente caótico (como mi señora, que es de Somalia) está en contra de la anarquía. La pregunta es: ¿podemos tener orden en un mundo interconectado? Yo sostengo que no podemos, a menos que construyamos activamente un nuevo orden, más bien como sucedió en el Congreso de Viena en 1814-15. La clave está en no fijarse en el orden de 1945. Se pueden hacer otros arreglos.
-De todas las potencias mundiales y regionales, ¿cuáles están mejor preparadas para navegar en este nuevo mundo? Frente a la desconexión actual de EE.UU., por ejemplo, vemos una China que lanza un billonario proyecto de infraestructura llamado "Una franja, una ruta" para conectarse con Asia Central, Europa y África.
-El clima actual de opinión en todo el mundo sobrestima a China y subestima a Estados Unidos. La verdadera pregunta no es sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que sospecho dará como resultado algunas inversiones notablemente no rentables para China. La verdadera pregunta es tecnológica. ¿Quién será el ganador en inteligencia artificial y en computación cuántica? Como en la Guerra Fría, el Estado autoritario centralizado parece estar bien. Pero las innovaciones realmente grandes llegan más rápidamente en una sociedad libre que en una no libre. Así que sigo confiando en que Estados Unidos sorprenderá positivamente -y China, negativamente- en un horizonte de diez o veinte años.
-Le ve alguna oportunidad a América Latina, si se produce la competencia por esferas de influencia que augura Kissinger y que usted cita.
-Latinoamérica fue una perdedora del concurso de la Guerra Fría por esferas de influencia. Odiaría ver que esto se repita. Lo que América Latina necesita no es dinero chino para mantener al chavismo a flote en Venezuela; necesita un sistema comercial internacional relativamente abierto y asistencia externa para tratar problemas crónicos como la violencia y los narcóticos en América Central. Y necesita el tipo de compromiso colectivo con la libertad y la democracia que vemos en Europa hoy.
Su visión de Chile y la constitución, tres años después:
-En su última visita al país, en 2014, usted dio grandes titulares cuando dijo que "Chile ha sido muy inteligente, (...) pero podría estar a punto de ejercer su derecho a ser estúpido". A días de regresar. ¿Ejercimos o no ese derecho?
-No tanto como yo temía.
-¿Cree que ha cambiado la imagen internacional de Chile en los últimos años?
-Las personas afuera son menos propensas a decir que Chile es la gran historia de éxito económico de Sudamérica (tuvimos la impresión de que tenían una buena selección de fútbol... por lo que su imagen realmente también ha cambiado en ese aspecto).
-En un ensayo en conjunto con Daniel Lansberg-Rodríguez para la Fundación para el Progreso, afirman que la historia demuestra que el reemplazo radical de una Constitución tiende a generar incertidumbre sobre el país, lo que afecta la inversión y crecimiento. ¿A su juicio, ese "pecado de origen" que se le atribuye a la Constitución de 1980 no era razón suficiente para que la Presidenta Michelle Bachelet promoviera una nueva Constitución?
-Creo que fue un error lanzar difamaciones sobre la Constitución porque se originó en la época de Pinochet. La Constitución de los Estados Unidos se originó cuando la esclavitud aún era legal; y nadie defiende una nueva Constitución estadounidense. Las constituciones exitosas evolucionan. América Latina ha tenido demasiadas constituciones y poca evolución constitucional.
-Cuando queda poco tiempo para un cambio de gobierno, ya se habla del legado del gobierno de Bachelet. Como historiador, ¿quién fija la percepción del legado de un gobierno?
-Presidentes y primeros ministros de todo el mundo se obsesionan con sus legados. Algunos escriben tediosas memorias, con la esperanza de establecer la agenda histórica. Esto es una pérdida de tiempo y energía. La gente formará sus puntos de vista, a menudo injustamente, sobre la base de lo que sucede después de que un político deja el cargo. Los periodistas buscarán justificar lo que escribieron cuando ese político estuvo en el cargo. Y los historiadores finalmente aparecerán y dirán: 'Todo esto está mal'".
-Independiente de lo que pase en las elecciones. ¿Es optimista, pesimista o escéptico sobre el futuro de Chile?
-Optimista. Chile es un país hermoso y rico en recursos que surgió de la guerra civil y la dictadura y se estableció como una historia de éxito económico y luego político. Es la Corea del Sur de América, sin tener que enfrentar a Corea del Norte.
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