Para el Gobierno, moderación y para la oposición, unidad
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Publicado en La Tercera, 24.11.2020La semana pasada de forma insólita el gobierno presentó un proyecto para permitir un segundo retiro del 10%, pero con ciertas diferencias respecto al que avanza en el Congreso. La idea del Ejecutivo es tratar de enrielar la medida del segundo retiro y así mitigar los daños y las distorsiones regresivas de la medida que se discute en el Congreso. Dicho proyecto alternativo es dañino, pero busca al menos que el segundo retiro del 10% sea más razonable, que ayude a las familias en real necesidad, pero que a su vez resguarde las pensiones. Así las cosas, nos vemos insólitamente enfrentados a una pugna mezquina por quién propone el proyecto menos malo y perjudicial para todos los chilenos. Ni el gobierno ni el Congreso parecieran estar realmente interesados en velar por la institucionalidad, por principios, ni por el bienestar general. En suma, quedamos todos a la merced de la mezquindad política.
Ahora que ambos proyectos del segundo retiro se debaten el curioso premio del “menos malo”, debemos advertir que existen varios elementos de esta política pública, y de ambas insólitas propuestas, que deberían causar extrañeza y hasta cierto nivel de irritación de parte de la gran mayoría de los ciudadanos.
Primero, resulta al menos cuestionable que uno de los principales argumentos de los congresistas para promover el segundo retiro haya sido que el gobierno, según ellos, no ha hecho suficiente en materia económica. Incluso muchos diputados de la propia coalición gobernante votaron a favor de este segundo retiro bajo este espurio argumento. Sin duda el nivel de ayuda económica que necesitan las familias después de la pandemia mundial más grande de los últimos cien años es altísimo. Ante un shock real de tal magnitud, la ayuda siempre es y será lamentablemente insuficiente. No obstante, al contemplar las cosas con calma y en comparación con otros países, podemos notar que hemos sido una de las naciones que más ha ayudado a sus ciudadanos. Según la metodología del Fondo Monetario Internacional, el esfuerzo de gasto público que Chile ha realizado asciende a un 8,4% del PIB nacional. Esta ayuda supera no solo a todos los países de Latinoamérica, sino que también a varios países desarrollados, tales como Alemania y Austria. A nivel general, el Estado de Chile ha realizado una batería de más de 50 distintas medidas económicas durante esta crisis. Argumentar que no se ha hecho lo suficiente para ayudar a las personas no solo es falso al ser contrastado con la evidencia internacional, sino que además demuestra una mezquindad y una falta de cordura pasmosa digna solo de nuestros actuales congresistas, quienes viven en una estratosfera populista.
Segundo, resulta grave que ni el gobierno, ni los congresistas, estén realmente preocupado de los posibles daños que este segundo retiro le pueda ocasionar a la macroeconomía en general y al crecimiento económico de largo plazo en particular. Revelador ha sido el crudo análisis, realizado por el Banco Central, respecto a los posibles efectos negativos de mediano plazo que podría tener este segundo retiro de los fondos de pensiones. En su reciente Informe de Estabilidad Financiera, el presidente del Banco Central ha dado cuenta de una realidad de la cual los políticos simplemente parecieran hoy desentenderse. A saber, el vital rol que juega la inversión y el ahorro en generar mayor capacidad de crecimiento de largo plazo y, con ello, mayores posibilidades de empleo y mejores remuneraciones para nuestros compatriotas. Uno de los determinantes clave del dinamismo que puede alcanzar la inversión es la existencia de un amplio acceso a financiamiento disponible y con términos financieros competitivos (bajas tasas de financiamiento). Este amplio acceso a un pozo de financiamiento y de capital proviene, fundamentalmente, del ahorro nacional acumulado que pueden proporcionar las personas, las empresas y los gobiernos de un país. Lamentablemente, lo que ha venido pasando, desde al menos una década, es que, como país, cada vez estamos ahorrando menos en todos los frentes: los gobiernos dejaron de ahorrar hace casi una década y ahora, con los retiros de los fondos de pensiones, las personas están dejando de ahorrar también. Al mermar los ahorros individuales y domésticos, cuando los retiros se transforman en consumo, lo que estamos haciendo como país es simplemente reducir el pozo de financiamiento disponible, desacelerando la inversión de largo plazo y, finalmente, dañando nuestra capacidad de crecimiento y de generar prosperidad para todos. Autogol y ruindad por donde se lo mire.
El problema más amplio del desmantelamiento paulatino del sistema actual de ahorro previsional es macroeconómico y de empobrecimiento, ya que daña aún más nuestra ya mermada capacidad de generar crecimiento económico y progreso. El daño que todos los políticos populistas y mezquinos están haciendo se extiende mucho más allá que el simple hecho personal de sacrificar mejores pensiones individuales en el futuro como un mero costo aislado por anticipar dichos accesos a los fondos hoy. El perjuicio que nos estamos haciendo no es sólo personal e individual -retiro hoy mis fondos para capear la crisis, mermando mis propias pensiones futuras-, sino que más bien es un daño social y colectivo. El mensaje del Banco Central es categórico: sin un ahorro doméstico amplio y generalizado, nuestras posibilidades de crecimiento y progreso en el largo plazo son escazas. Este segundo retiro tiene entonces potenciales costos sociales mucho mayores de lo que la mezquindad individual y política reconoce. Lamentablemente dichos daños no son inmediatos y sus efectos probablemente los terminemos pagando todos los chilenos: primero, se verán en la forma de menores pensiones; segundo, se verán en una mayor presión fiscal para solventar las pensiones solidarias de todos aquellos que se quedaron sin fondos y, finalmente, se podrían ver en la forma de niveles persistentemente menores de ahorro, inversión y crecimiento. Por la desidia y la mezquindad de algunos pagaremos todos.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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