El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Libero, 06.02.2021Cami y su generación degradan y alteran el lenguaje para tratar de justificar su actuar irresponsable y a ratos hasta criminal, representando la irresponsabilidad como coolrebeldía.
Bob Dylan, uno de los íconos musicales más grandes del siglo XX y el único músico ganador del Nobel de Literatura, llegó a su apogeo de fama y popularidad en 1963 en medio del cambio cultural de su tiempo. Dylan en sus inicios se hizo una estrella y alcanzó popularidad entre los jóvenes anti-establishment, bajo el concepto de la música folk y la denominada “canción de protesta”, que era vista como un reflejo de la brecha generacional y de la división política propia de la cultura estadounidense de los 60. En medio de aquel cambio cultural, marcado por las protestas, Dylan lanza su célebre disco folk “The Times They Are a-Changin’” (Los tiempos están cambiando). Aquel disco era mayoritariamente canciones de protesta interpretadas con guitarra acústica y armónica, abarcando temas como el racismo, la pobreza y los cambios sociales.
Dylan se subió de esta forma al carro de las manifestaciones populares, alcanzando su fama y siendo así considerado como “la voz de su generación”, al encapsular los sentimientos de represión y de cambio generacional que lideraban los jóvenes americanos. Esta historia no terminó bien para los jóvenes hippies fans del “Dylan folk”: en el festival de Newport de 1965, Dylan se desmarcaría de todo ese grupo de fanáticos y traicionaría al mundo folk y de las protestas al volcarse hacia las guitarras eléctricas, los amplificadores, el rock y las letras líricas altamente crípticas.
De una forma mucho menos célebre y bastante menos artística, algo similar ha ocurrido en Chile con la cantante Camila Gallardo (Cami) en estos días. Ella y otras siete personas fueron detenidas por realizar una fiesta o junta clandestina en su exclusivo departamento del Hotel W, en medio de la crisis sanitaria y pandémica más grande del siglo. Veremos ahora por qué Cami, al igual que Dylan con los jóvenes hippies y folk, encarna desgraciadamente el espíritu y la voz de su generación.
El problema de lo ocurrido con Cami no es el anecdótico hecho de que ella viva en un exclusivo y lujoso departamento en el Hotel W, mientras qué por las redes sociales promueve la lucha de clases, las manifestaciones sociales y el fin de los privilegios. De hecho, su profundísima conciencia social llevó a la artista a interpretar la canción “Los Momentos” (de Eduardo Gatti) con un sartén y una cuchara en sus manos, en el marco de los cacerolazos y las protestas el 20 de octubre del 2019, cuando Chile “estaba despertando”. Seguramente las protestas y las manifestaciones de Plaza Italia contra los últimos 30 años de progreso del país se deben ver de forma heroica y estéticamente impecables desde las terrazas del W durante el Sunset Happy Hour.
Camila Gallardo, al igual que el joven encandilado Dylan, representa fielmente a su confusa generación por dos grandes motivos. Primero, lleva una profunda inconsistencia entre su existencia y el predicar moralina, al vivir rodeada de los lujos y los privilegios que son producto de los últimos 30 años de desarrollo económico, pero que, cuando tiene la opción de aparentar virtud, es la primera en correr a Plaza Ñuñoa a desgarrar vestiduras en contra del sistema que la ha hecho poseedora de los mismos privilegios que goza, pero que asegura aborrecer. De esta manera, Cami encarna al “progre millennial” actual: aquellos que creen justo utilizar la supuesta superioridad moral como una fachada que no tiene relación alguna con su vida cotidiana, permitiéndoles exprimir los privilegios de su posición mientras los rechazan discursivamente todos los viernes, sintiéndose así superiores.
Segundo, representa a una generación buenista, pero al mismo tiempo profundamente egoísta. No hay mucha diferencia entre los actos irresponsables de Cami y de los “zorrones” de las fiestas en Cachagua. En ambos hay un profundo acto egoísta y un intento de abuso de sus posiciones privilegiadas para actuar al margen de la ley. Creerse superiores a las leyes y creer que la igualdad ante la ley no aplica a ellos, porque son la generación “distinta” y “elegida” que supuestamente despertó, pareciera ser una característica que permea a todos los jóvenes en el país, especialmente a aquellos que asolan la “Plaza Dignidad” y cuya depredación es hoy camuflada como producto de una inverosímil persecución política. Al igual que la destrucción de Plaza Italia, la irresponsabilidad y la fechoría de Cami es hoy disfrazada y excusada como algo que en realidad no es (discriminación de género, persecución política, un complot del orden mundial y un ridículo etcétera). Así las cosas, Cami y su generación degradan y alteran el lenguaje para tratar de justificar su actuar irresponsable y a ratos hasta criminal, representando la irresponsabilidad como cool rebeldía. Sin embargo, haciendo esto, sólo se degradan a sí mismos y a las propias ideas que se supone reivindican.
El actuar de Cami entonces encarna la voz de su generación: “¡no le pongan color! ¡tomen alguna de las banderas del buenismo y del progresismo y todos los pecados serán perdonados!” Hagan lo que hagan, el victimismo todo lo puede y prevalece por sobre la realidad y la ley.
El problema a fin de cuentas no es Cami, sino una generación entera que está atrapada en una burbuja social y discursiva de la que no quieren salir, pero por la que tristemente todos pagamos los platos rotos. Una generación que quiere ejercer el egoísmo radical, saltar los torniquetes y trasgredir toda ley, pero convirtiendo sus actos irresponsables y destructivos en un presunto acto heroico y de resistencia contra los poderes mundiales y no, como podría parecer a la gran mayoría de la gente esforzada, actos salvajes de jóvenes privilegiados que no les importa demoler en nombre de un discursillo buena onda. Una generación entera que cree que alterar el lenguaje basta para cambiar la realidad y así limpiar todos los pecados y finalmente redimirse.
Hoy en Chile será imposible avanzar hacia un orden social pacífico, digno y con mayores libertades si se eluden las responsabilidades individuales esgrimiendo payasadas: como usando el lenguaje de manera venenosa para victimizarse y justificar irresponsabilidades, y/o culpando a terceros que no tienen nada que ver con los propios errores (“es culpa del gobierno y del orden mundial que violemos la ley”). En palabras del propio Dylan: “un héroe es alguien que entiende la responsabilidad que viene con su libertad”. Dylan logró escapar a tiempo del fanatismo y del mareo de las masas, para dejar de ser una oveja más; queda aún por verse si Cami y tantos otros jóvenes en Chile logran sacudirse de la irresponsabilidad de su generación. El ya viejo Dylan tenía razón: los tiempos sin duda están cambiando, pero no necesariamente para mejor.
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