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Diplomacia versus activismo Publicado en El Líbero, 21.07.2023

Diplomacia versus activismo

imagen autor Autor: Juan Lagos

Se dice que la diplomacia es «el arte patriótico de mentir por tu país» y las últimas declaraciones del canciller Van Klaveren son un fiel reflejo de esto. Nos dice que la controvertida medalla a Baltasar Garzón es una «decisión presidencial» descartando con esto que se trate de un reconocimiento de Estado. Dice también que su opinión al respecto es «irrelevante». Considerando todas las actuaciones de Garzón en contra de los intereses de Chile que el propio Van Klaveren ha defendido es evidente que su verdadera opinión no podría hacer otra cosa que generar problemas. ¡Qué difícil es ser un buen canciller en un Gobierno donde mandan los activistas!

«Los signos más visibles de la inmadurez de quienes nos gobiernan se han manifestado en el campo de las relaciones internacionales. No son capaces de distinguir entre sus reivindicaciones políticas y los supremos intereses de la nación».

No es la primera vez que el canciller Van Klaveren se ve obligado a ponerse de perfil. No olvidemos la bochornosa manifestación de diputados del Frente Amplio y del Partido Comunista en contra del embajador de Israel en Chile, Gil Artzyeli, en la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados. Mismo embajador que meses antes fue desairado por el presidente Boric al negarse a recibir sus cartas credenciales. Todos sabemos que Van Klaveren no era el canciller cuando ocurrió el primer desaire, pero sí lo era en el segundo y no le quedó más remedio que evitar referirse al tema e invitar días después al agraviado diplomático israelí al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Los signos más visibles de la inmadurez de quienes nos gobiernan se han manifestado en el campo de las relaciones internacionales. No son capaces de distinguir entre sus reivindicaciones políticas y los supremos intereses de la nación. Tampoco pueden diferenciar el plano personal del institucional, cosa que se evidencia en cosas tan elementales como el capricho del presidente Boric de no usar corbata cuando la situación lo amerita, ¿por qué la voluntad de Gabriel Boric está por sobre las normas más básicas de etiqueta? Entre otras cosas, convertirnos en adultos significa advertir que existen reglas no escritas que es mejor cumplir si no tenemos una razón de peso para no observarlas. Por eso, donde sus incondicionales ven un acto de rebeldía, no puedo ver otra cosa que una profunda manifestación de inmadurez.

Ahora, nuevamente nos encontramos ante la incapacidad del presidente de distinguir entre lo personal y lo institucional. En esta ocasión, se debió a su intervención en la Cumbre CELAC-UE donde condenó la invasión rusa en Ucrania y la calificó como una guerra de agresión inaceptable y atentatoria contra el derecho internacional. Como era de esperar, las palabras del presidente Boric no fueron bien recibidas por los aliados de Putin en la reunión —o «putinejos», como tan bien los describe Federico Jiménez Losantos—. Incapaz de rebatir los argumentos de nuestro presidente, al putinejo Lula da Silva no le quedó más remedio que echar mano a la ofensa y decir que la intervención de Boric se debió a su juventud y ansiedad.

¿Por qué digo que en esta ocasión el presidente Boric volvió a confundir los planos? Porque su respuesta se centró en lo personal: «no me siento ofendido» o «con Lula tengo respeto, cariño, no diferencias sustantivas en esto y no me cabe dudas de que ambos estamos por la paz», fueron parte de las expresiones del mandatario chileno ante el ataque de Lula. Todo el discurso que enarboló en la cumbre eclipsado para no continuar distanciándose del presidente brasileño, cosa que debería ser inevitable si atendemos al cuestionable compromiso democrático de la actual política internacional brasileña.

Teniendo en consideración el pueril activismo que se sigue manifestando en la coalición gobernante, deberíamos considerar una gran noticia para el país que Van Klaveren sea el ministro de Relaciones Exteriores. Más todavía si quien lo precedió no era más que una palmera de las ocurrencias del presidente —no olvidemos su frase: «A veces le digo al presidente: ‘no sé si tienes noción del impacto que genera tu liderazgo en el exterior’»—. Obviamente, esta noticia sería mejor si el resto del Gobierno se alineara con el canciller y los intereses de la nación.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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