El delirio institucional del feminismo de género
Estas semanas han dado un golpe directo al feminismo de género, no solo porque los últimos sucesos han dejado al descubierto […]
A propósito del video de las juventudes del Partido Republicano sobre el Golpe de Estado de 1973, se originó una discusión entre militantes de Evópoli y el presidente de la FPP, Axel Kaiser. En el debate se centraron en temas como democracia, dictadura y liberalismo.
Te invitamos a revisar este interesante intercambio de argumentos:
Publicada en El Mercurio, 16.09.2024
Señor Director:
El video publicado por las juventudes del Partido Republicano representa un lamentable retroceso democrático desde un sector de la derecha. Hay una diferencia abismal entre reconocer el desastre causado por el gobierno de la Unidad Popular y celebrar, como lo hace el video, el golpe de Estado de 1973.
El quiebre democrático fue una tragedia para Chile. Costó la vida de miles de compatriotas desde un primer momento (solo el 11 de septiembre hubo cerca de 80 víctimas, entre ejecutados y detenidos desaparecidos), significó la pérdida de nuestra democracia por 17 años y nos mantiene profundamente divididos hasta el día de hoy.
Enfrentar los errores de la izquierda, de ayer y de hoy, jamás puede llevarnos a perder nuestras convicciones democráticas más elementales. Los golpes, las dictaduras y las violaciones de derechos humanos —parece insólito tener que subrayarlo— nunca son dignos de celebración. Ni en Chile, Cuba, Venezuela, ni en ningún lugar.
Publicada en El Mercurio, 18.09.2024
Señor Director:
A propósito de la carta de algunas figuras públicas de centroderecha (con sensibilidad de centroizquierda) criticando a la juventud del Partido Republicano por su video sobre el 11 de septiembre de 1973, cabe hacerles la siguiente pregunta: ¿estaba justificada o no la intervención militar para ponerle fin al proyecto dictatorial comunista de Salvador Allende?
Eso es lo relevante para quienes creemos realmente en la democracia liberal. Todo lo demás puede ser mediáticamente estético, pero no tiene sustancia, lo que queda aún más en evidencia cuando absurdamente se compara el caso chileno con el venezolano o cubano.
¿O ellos no estuvieron de acuerdo con el golpe Estado que las Fuerzas Armadas venezolanas le dieron al democráticamente electo Hugo Chávez el año 2002, y que respaldó el entonces gobierno de Ricardo Lagos? Si no lo estuvieron, entonces no son muy demócratas, pues prefirieron la consolidación de una dictadura de izquierda antes que la defensa de la democracia liberal. Y si lo estuvieron, con mayor razón deberían estar de acuerdo con la destitución del régimen marxista de la Unidad Popular que buscaba exactamente lo mismo en Chile.
Publicada en El Mercurio, 19.09.2024
Señor Director:
La carta de Axel Kaiser defendiendo el video de las Juventudes del Partido Republicano que celebra el golpe de Estado recuerda el incómodo intercambio que sostuvo con Mario Vargas Llosa, en particular la elocuente respuesta del premio Nobel: no hay dictaduras buenas y dictaduras malas, y, aunque algunas puedan traer ciertos beneficios, el precio que se paga por eso es inaceptable.
Eso es lo que hay que comprender del caso chileno. Nos parece que el gobierno de la UP fue nefasto. Pero el golpe es indisociable de lo que sabemos ocurrió luego: 17 años de dictadura, violaciones a los derechos humanos brutales y sistemáticas, conculcación de libertades y una polarización que nos divide hasta hoy. Un precio que nos parece moralmente intolerable. ¿Razones para celebrar?
De más está decir que la democracia liberal, que Kaiser dice defender, es incompatible con las dictaduras. Y que la protección de los derechos humanos del abuso del Estado es consustancial para cualquiera que se considere liberal.
La defensa de la democracia liberal no admite distinciones utilitarias. Los totalitarismos le dan un uso meramente instrumental. La derecha no puede renunciar ni relativizar aquello. Su defensa debe hacerse sin complejos.
Publicada en El Mercurio, 20.09.2024
Señor Director:
Gonzalo Blumel y los demás críticos del video de republicanos no contestaron las preguntas que formulé en mi carta. Las reitero, entonces, a ver si esta vez salen de la moralina mediática y las contestan: ¿se justificaba o no el golpe de Estado en 1973 contra el programa dictatorial comunista de Salvador Allende? ¿Apoyaron o no, como hizo Ricardo Lagos, el golpe a Hugo Chávez el año 2002, o se pusieron del lado de la consolidación de la dictadura socialista?
Mientras se nieguen a contestar no pueden mostrar credenciales demócratas reales, pues, como es obvio, hay ocasiones en que la democracia liberal debe defenderse de sus enemigos por la fuerza.
Sobre la respuesta de Vargas Llosa a mi pregunta, siempre he dicho que lo que afirmó fue una estupidez propia de concurso de belleza. ¿Realmente vamos a decir que la dictadura de Gorbachev fue igual a la de Stalin o Hitler, o la de Mao al autoritarismo de Lee Kuan Yew, este último elogiado por el mismo Vargas Llosa?
Por lo demás les recuerdo que el Nobel terminó contradiciéndose al decirme en esa misma entrevista que a Maduro había que sacarlo con un golpe de Estado.
Así las cosas, Blumel y los demás son libres de hablar desde el Nirvana para evitar manchar su prístina autopercepción e imagen pública con las distinciones que obliga a hacer la trágica realidad. Lo que no pueden es pretender que esa posición autorreferente tiene un mínimo de seriedad intelectual.
Publicada en El Mercurio, 21.09.2024
Señor Director:
La pregunta de Axel Kaiser, sobre si puede justificarse un golpe para defender la democracia, no es nueva ni compleja de responder desde una perspectiva liberal, y cuyo antecedente ya se encuentra en el derecho a rebelión planteado por John Locke. Una medida de ultima ratio como esta puede justificarse cuando se está en manos de una dictadura o de un régimen devenido en autoritario y sin elecciones libres. Requiere, además, que el propósito de dicha acción sea llamar cuanto antes a elecciones y restablecer las libertades democráticas, así como que se respeten los derechos individuales más fundamentales. En nuestra opinión, aquello no ocurrió en Chile.
Pero más allá de ese debate, el punto de fondo que haremos por última vez, para no abusar de este espacio, es mucho más simple: celebrar o ensalzar el Golpe hoy, haciendo de paso un llamado electoral, nos parece un retroceso democrático. Máxime conociendo las consecuencias de lo que siguió en cuanto a libertades, derechos humanos, polarización y casi dos décadas sin democracia. Es un retroceso, además, respecto de las posiciones mayoritariamente asumidas por la derecha, por ejemplo, cuando se conmemoraron los 40 años.
Por último, una cuestión de formas: no es muy liberal debatir en base a descalificaciones, prejuicios y verdades finales, como las que se cuelan reiteradamente en las respuestas de nuestro contradictor, quien expulsa del paraíso de la seriedad intelectual y democrática a quienes no hacen suyas sus posturas. Actitudes que, lamentablemente, están cada vez más extendidas en ambos lados del espectro político, y que solo contribuyen a empobrecer el debate.
Publicada en El Mercurio, 22.09.2024
Señor Director:
Gonzalo Blumel y mis demás contradictores finalmente han aceptado que, excepcionalmente, los golpes de Estado se justifican ante un régimen que ha degenerado en totalitario. Es un avance. Pero ello implica que también aceptan una dictadura transicional con el fin de restaurar de manera «inmediata» la democracia liberal. Están de acuerdo conmigo, entonces, y no con Vargas Llosa, en que hay dictaduras menos malas —transicionales— que otras —permanentes—. En efecto, pues el nuevo régimen que llega al poder a partir del golpe, por poco tiempo que dure, deberá gobernar en el período de vacancia democrática precisamente para restaurarla.
Señalan además que el régimen marxista de la UP no cumplía con los criterios para justificar un golpe de Estado. Esto a pesar de que violó sistemáticamente los derechos humanos, quebrantó la Constitución y, si hemos de creerle a Frei Montalva, Patricio Aylwin y a la misma izquierda marxista, avanzó hacia un sistema totalitario. Se da así la contradicción de que el ideal de democracia de mis contradictores los pone, aplicado a la realidad de este caso, del lado de permitir la consolidación de una dictadura socialista.
Tal vez por eso evitaron nuevamente contestar mi pregunta sobre el golpe a Chávez del año 2002. Y es que si se opusieron a él por razones de principios, entonces eligieron, aunque no les guste, la consolidación de la dictadura socialista que somete hoy a Venezuela. Y si lo validaron, no es coherente que no hagan lo mismo con el golpe de 1973 ante un régimen con similares prácticas e intenciones totalitarias.
Finalmente, en cuanto a las formas del debate, confío en que vean que mis críticas son a ideas y posturas y no a ellos como personas.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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