Como muchos pueblos, los checos sufrieron los horrores del socialismo durante la Guerra Fría. Fue en ese país donde tuvo lugar la famosa "revolución de terciopelo", movimiento político, social y cultural que puso fin pacíficamente a la dictadura del partido comunista, permitiendo transitar hacia una democracia liberal basada en la economía de mercado.
Si a usted le gusta el teatro, ésta sin duda será una de las mejores que habrá visto en los últimos tiempos y, si no acostumbra a ir al teatro, esta es la ocasión perfecta para comenzar a incursionar en esa área de la cultura tan influyente. Y es que la obra Burócratas no solo es divertida, llena de humor y picardía, sino que constituye una cáustica crítica a la realidad política e ideológica del Chile de hoy. Como tal rescata la esencia de la obra de Havel combinando magistralmente mensajes trascendentes con alusiones contingentes. Desde jóvenes colegiales a personas mayores se han visto cautivados por el elenco de fantásticos actores, la temática de la obra y su notable puesta en escena.
La verdad es que es imposible no identificarse con lo que ocurre en ella cuando se ve lo absurdo que a veces resulta la burocracia con sus infinitas regulaciones, malos incentivos y aislamiento del mundo real, todas cosas que llegarían a exasperar al mismísimo Che Guevara, entre cuyos escritos se encuentran duros ataques a la burocracia estatal socialista. Pero más importante aún, la obra destaca el tradicional desprecio que los ingenieros sociales o "expertos" sienten por la gente común. Siguiendo esa lógica, Burócratas muestra crudamente la desconfianza que los "expertos" gubernamentales sienten por todo lo que sea espontáneo y su consecuente necesidad de intervenir incluso aquello que muestra funcionar bien solo para terminar arruinándolo.
En esa linea, la obsesión con reformas justificadas sobre la base de prejuicios ideológicos que la obra presenta, nos recuerda sin lugar a dudas el ímpetu reformista de la Nueva Mayoría. Burócratas también hace una lúcida y mordaz critica a la arrogante pretensión de universalidad y moralidad que suelen tener funcionarios, intelectuales y políticos cuando invocan al "pueblo" para justificar sus reformas y ansias de acumular más poder.
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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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