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Bolivia, comunistas y espías Publicado en La Segunda, 27.08.2025

Bolivia, comunistas y espías

Suena majadero hablar o espantarse por el comunismo, por Cuba o por Corea del Norte. Suena a algo así a como espantarse por la viruela, por la polio, o por el desabastecimiento de bencina. Suena a problemas de abuelos (abuelos en Chile, porque el desabastecimiento sigue siendo problema en Bolivia hoy, gracias a Evo, por ejemplo). Suena majadero, pero no lo es. Suena majadero porque alguna vez nos convencieron de que era majadero, tal como era majadero hablar de terrorismo o criticar los «precios justos». ¡Exagerados!, decían.

Sin embargo, lo realmente majadero es defender a los comunistas, y defender que Cuba es un país inocente y que no debería ser tema a pesar de ser un país aliado de la principal candidata presidencial de izquierda en Chile, y que, de nuevo, es un país sobre el cual sería exagerado afirmar que sigue operando en el mundo e influyendo en sus vecinos para cooptarlos y destruirlos. 

«Evo Morales cooptó el país, su economía y sus instituciones por años —además de perseguir, torturar y encarcelar a disidentes—. Evo ahora se va, y todos celebran, excepto los comunistas».

Es bueno recordar por qué celebran tanto estos días los bolivianos. Allá, en el altiplano, habrá segunda vuelta presidencial, y por primera vez en 20 años no habrá un representante de Evo Morales, el presidente que cooptó el país, su economía y sus instituciones por años —además de perseguir, torturar y encarcelar a disidentes—. Todos celebran, excepto los comunistas.

Evo Morales apareció tiempo atrás, en las elecciones de 2002. En esa época era un pinganilla apenas conocido, aunque tenía, eso sí, una larga carrera de sindicalista cocalero. Lanzado como candidato, apenas marcaba en las encuestas. Sacaba con suerte un dos, tres o cuatro por ciento. Días antes de las elecciones, sin embargo, ocurrió algo insólito: el embajador de EE.UU. en Bolivia, rompiendo todas las reglas protocolares, empezó a opinar. El representante de los cocaleros, dijo, convertirá a su país en un exportador de cocaína, lo que traerá duras represalias desde EE.UU.

Esa «amenaza» de los «poderosos de siempre» catapultó a Evo a todas las portadas. Se hizo famoso, y en unos días, esa «operación del imperialismo» logró que saliera segundo. Años después, en 2005, con Bolivia sumido en un caos, Evo sería elegido presidente y haría lo mismo que hicieron todos sus socios del «socialismo del siglo XXI»: destruir sus países. Socios también —otra vez—, del Partido Comunista chileno.

Ese embajador de EE.UU. en Bolivia era Manuel Rocha y en 2023 figuraba como acérrimo trumpista viviendo una placentera vida en Miami. Sin embargo, fue arrestado y reconoció haber sido espía del gobierno cubano desde 1973, incursionando en operaciones de espionaje en Chile, Argentina y el resto del mundo. Desde 1981 hasta el día de su arresto, trabajó oficialmente para la cancillería de Estados Unidos, llegando a ser embajador. Era, sin embargo, un agente secreto cubano. Así es Cuba y así son los partidos comunistas, indefensos e inexistentes. Y hoy, no en la época de nuestros abuelos.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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