La semana pasada el mundo político bailó con la fea. Varios humoristas del Festival de Viña se ganaron los aplausos con exitosas rutinas sobre los pecados de nuestra clase dirigente, lo que por supuesto despertó el malestar entre los políticos y otros líderes de opinión. Desde todos los sectores enfatizaron en lo mal que este tipo de humor les hacía al país y a las instituciones.
Sin embargo, cuando lo peor parecía terminar, se invirtieron los papeles. Y los políticos montaron una comedia con una broma más cruel que las que vimos en Viña. El escenario no fue la Quinta Vergara, sino una tarima improvisada en la comuna de Peñalolén. Los humoristas no fueron Natalia Valdebenito y Edo Caroe, sino la Presidenta Michelle Bachelet y el intendente Claudio Orrego. La víctima no fue la élite política, sino todos los chilenos.
El problema estuvo en que, después de este desplante de júbilo, la Presidenta aprovechó la presencia de los periodistas y las cámaras de televisión para avisar que el temido rumor de un ajuste fiscal era cierto. "La economía está lenta y habrá que hacer algunos ajustes", señaló. ¿Cómo pueden los políticos alegar cuando se ríen de ellos, si la figura más importante del país se baila una cumbia antes de anunciar que la economía está en serios problemas?
Esto no sólo es una burla, sino una muestra más de la desconexión de la Mandataria con un país que lleva 27 meses con bajo crecimiento, indicadores en rojo y la deuda pública más alta en 21 años. Se rió en la cara de todos nosotros.
Al parecer la fiesta de la clase política tiene para rato, pero mientras ellos bailan cumbia, al resto de los chilenos nos tendrán bailando con la fea.
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