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Alberto Fernández y  el ocaso de la moral feminista Publicado en El Líbero, 21.08.2024

Alberto Fernández y  el ocaso de la moral feminista

imagen autor Autor: Antonia Russi

En el año 2022, Alberto Fernández  esgrimió la frase «Bienvenidos al fin del patriarcado», en la tercera edición de «Nosotras movemos al mundo» en el Centro Cultural Kirchner. El ex Presidente expuso que en el «siglo XXI debería darnos vergüenza –a los hombres les digo– que existan estas desigualdades». Sin embargo, en el año 2020 expresó que en Argentina «las mujeres saben que soy el primer feminista» aludiendo a su calidad como candidato presidencial.  Actualmente el ex Presidente enfrenta una gravísima acusación de violencia intrafamiliar, que si bien aún no tiene una condena, puede ser analizada de ciertas aristas algo particulares.

«El problema está en que el feminismo hegemónico ha fallado rotundamente, al perseguir ideas y fundamentos opuestos a los de la libertad y de la igualdad ante la ley, sin distinciones»,

El análisis que se puede hacer es especialmente relevante desde aquellas figuras que apoyaron su candidatura  y presidencia, mediante el culto al líder sostenido en su superioridad moral. Pero además de aquellas mismas voces que hoy callan o bien «optan por la mesura» y el respeto a la presunción de inocencia, cuando en otros momentos llenaban las calles de performances bajo la consigna de «amiga yo te creo».

Las declaraciones ya expuestas de Fernández, como candidato y luego como Presidente, dan cuenta de que pretendía proyectarse como alguien que, dado que apoyaba la agenda progresista, necesariamente revindicaría la agenda feminista, al punto de llegar a creer que con él acabaría el supuesto patriarcado. En este sentido, quienes lo apoyaron asumieron su autoconciencia de bondad, suponiendo que por defender cierta ideologías, necesariamente defendería a las mujeres.

Esta mentalidad colectivista concluye que si alguien es de determinado grupo (izquierda progresista, por ejemplo) entonces piensa y actúa de determinada manera (le importa la justicia social y el empoderamiento femenino, por ejemplo), mientras el bando contrario necesariamente defendería lo opuesto, en este caso, el sometimiento de la mujer.

La socióloga y militante de la organización «Ni una Menos Argentina» argumenta que «sin la lucha feminista este hecho de violencia no sería visto como un problema». Sin embargo, resulta interesante que, aun cuando en ese momento Argentina disponía de un enorme aparataje ministerial de la mujer, al que se le entregaba una buena suma de dinero, esta acusación no salió a la luz. Este caso  se conoció ahora, colateralmente, porque autoridades quisieron indagar por sospechas de corrupción, encontrándose así pantallazos de conversaciones que incriminarían al expresidente.

Ahora bien, mantener la mesura protegiendo la presunción de inocencia es un valor muy relevante en las democracias, sin embargo asalta la interrogante sobre por qué para el feminismo hegemónico esta norma no siempre rige igual. Esto nos permite comprender que la sola definición de un gobierno como «feminista» o la inversión en órganos ministeriales con perspectiva de género, no necesariamente ayudará a la defensa y empoderamiento de las mujeres. El problema está en que el feminismo hegemónico ha fallado rotundamente, al perseguir ideas y fundamentos opuestos a los de la libertad y de la igualdad ante la ley, sin distinciones. Sin embargo, el feminismo, hoy hegemónico, está preso de una bandera totalmente funcional a grupos de poder político, convirtiéndose en una deriva totalitaria y alienante para las mismas mujeres. 

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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