La huelga en el astillero Lenin de Gdansk no era sólo una huelga contra el sistema comunista en Polonia. Tampoco era solamente una reivindicación de la solidaridad humana en una sociedad profundamente burocratizada e impersonal. Era esencialmente una defensa de la libertad de asociación para miles de trabajadores polacos. Aquel sujeto de bigote se oponía a dos caras de una misma moneda: a la prohibición de asociarse libremente con otros y a ser sindicalizado forzosamente.
El sindicalismo voluntario, basado en la libertad de asociación, muchas veces negado en los países capitalistas, era negado bajo la figura del sindicalismo obligatorio y burocrático, en toda la órbita comunista. Allí, sólo eran aceptados los sindicatos afines al partido y al único empleador existente: el Estado.
La visita de Lech Wałęsa debería ser un aliciente para discutir en serio sobre libertad sindical en Chile, sobre todo porque se está discutiendo una reforma laboral que no sólo no considera la libertad de asociación de los trabajadores, sino que parece apuntara todo lo contrario: un monopolio sindical obligatorio y burocrático.
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