La derrota del centrismo
Más que un triunfo colosal de Republicanos en las recientes elecciones de consejeros constitucionales, lo que ocurrió fue el colapso de un paradigma político e intelectual completo desarrollado en las últimas décadas por la centroderecha y la centroizquierda. Se trata del «centrismo», que podría definirse como una ideología timorata que disfraza de prudencia y vocación democrática la falta de coraje para defender ideas propias.
El problema es que el centro por definición es el punto medio entre extremos. Como consecuencia, si se corre el eje del debate, el centro, al carecer de posición propia, debe correrse necesariamente hacia el extremo en que se movió ese eje. Por eso la centroizquierda concertacionista, salvo excepciones, no defendió su legado frente a la izquierda extrema que consiguió dominar la narrativa.
La tarea tampoco era fácil, pues obviamente la Concertación tuvo éxito esencialmente gracias a las reformas económicas e institucionalidad que heredó del régimen militar. Cuando la izquierda populista y autoritaria con rostros nuevos apareció en escena, le enrostró precisamente esto, dejándola paralizada. Muchos en la centroizquierda deben haberse sentido hasta traidores, pues en el pasado también habían apoyado la revolución socialista.
«El problema es que el centro por definición es el punto medio entre extremos. Por eso, si se corre el eje del debate, el centro, sin posición propia, debe correrse necesariamente hacia el extremo en que se movió ese eje».
Esta centroizquierda se fue corriendo cada vez más hacia posiciones radicales hasta desmembrarse y desaparecer como proyecto político en su forma original. La decisión de haberse sumado al segundo gobierno de Bachelet fue un golpe letal para su subsistencia, pues se alinearon con un movimiento seudo refundacional que, como varios advertimos entonces, dañó gravemente a Chile.
La centroderecha, salvo excepciones, tampoco defendió principios del sector con suficiente claridad, moviéndose hacia las posiciones del adversario en ese afán cool de ser «centristas». Las alzas de impuestos son un ejemplo. ¿No se supone que la centroderecha está ahí para bajar impuestos y limitar el poder del Estado? La visión del orden y la seguridad, de la historia reciente de Chile, sin mencionar cuestiones como la ideología de género y otras obsesiones progresistas, fueron aceptadas por muchos en diversos grados.
Así cedieron la posición de superioridad moral a la izquierda, mientras el país se hundía cada vez más en la inseguridad y la crisis económica. Si Republicanos surgió es precisamente porque la centroderecha, con su entreguismo, dejó un espacio enorme a su derecha que vino a llenar Kast. Los sepultureros de la centroderecha se compraron el discurso antineoliberal social cristiano, la idea de que los militares eran culpables del quiebre democrático medio siglo atrás, de que hay deuda con los «pueblos originarios», cuotas de género y cosas por el estilo.
Así horadaron su proyecto político, uno que era más anti derecha que anti izquierda y que veía en Kast un sujeto moralmente indigerible, mientras dialogaba y compartía sin problemas con Camila y Boric. En otras palabras, la centroderecha perdió cuando le empezó a importar más la opinión de Matamala y compañía que la de las personas comunes y corrientes a las que debían representar.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.