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Cayetana y el feminismo Publicado en Revista Individuo, 19.05.2022

Cayetana y el feminismo

imagen autor Autor: Antonia Russi

Comprendo que muchas mujeres se compliquen a la hora de definirse como feministas o no. Esa palabra que para muchas es obvia y evidente, para otras resulta una amenaza a nuestra coherencia interna. También entiendo cuando muchas sienten ese deseo por ir a las marchas del Día de la Mujer (que hoy por hoy es el día del feminismo posmoderno) y existe algo muy profundo en ellas que no se los permite. No me refiero a un tipo de opresión inventada que tiene el poder para convertirnos en presas intelectuales del patriarcado. Tampoco somos aquellas que “pensamos como nuestros padres” y rehusamos a rebelarnos contra las cadenas de la subyugadora cultura de lo heteronormado

Somos aquellas que sentimos que el feminismo actual nos miente. Un concepto que se autodefine como “igualdad entre hombres y mujeres” pero que, en la realidad, solo defiende a las que se han sometido a rígidas ideas preconcebidas, impuestas como absolutas y reacias a cualquier crítica. Aquellas doctrinas que, muchas veces, nacen del odio y de una comprensión de la realidad equivocada y limitante. Somos quienes sentimos que este feminismo no nos deja pensar y peor aun, que no tiene nada para ofrecernos. Somos estas que decimos que el feminismo “no nos identifica” y a las que se nos responde con tal soberbia y bajeza intelectual diciéndonos: “si el feminismo no te representa agradece que puedas votar, ir a la universidad o trabajar”. Pero ¿son acaso los principios del feminismo actual los que consiguieron semejantes avances? No necesariamente.

Reflexiones como estas hicieron tan aprovechable la visita de Cayetana Álvarez de Toledo a Chile y su aporte se vuelve definitivo al leer su último libro “Políticamente Indeseable”. Cayetana es doctora en Historia de la Universidad de Oxford y actualmente es diputada en las Cortes Generales de España por la circunscripción de Barcelona. En su obra, Cayetana habla del feminismo bajo el título de “Victimismo”. En este, la autora se define como una “Feminista Amazónica de la escuela de Camille Paglia”, es decir un feminismo inspirado en las mujeres guerreras, musas de la mitología clásica. Un feminismo que busca para las mujeres armas propias de ciudadanos adultos: la libertad y la responsabilidad. 

Esto implica la negación del feminismo hoy en día hegemónico; hijo de una “época dominada por el narcisismo identitario y la polarización”. Porque este feminismo se origina desde el concepto de “violencia machista”, bandera de lucha de ideologías políticas que buscan sin cesar “instrumentalizar el dolor privado”; ofreciéndose, perversamente, como pomada a heridas profundas, a cambio de votos. Así, la autora desmantela toda trampa: la violencia de pareja no es un crimen cultural, “fruto de un supuesto heteropatriarcado machista, capitalista, opresor y brutal”. Y es cierto, la violencia tiene orígenes aún más complejos que, por el bien de sus víctimas, deben comenzar a estudiarse con mayor seriedad y empirismo. 

"Las mujeres no nacen víctimas, pero hacerlas sentir que sí “es el primer paso hacia el dominio y el sometimiento por parte de un presunto salvador, hombre o mujer” y le agregaría: ideología política"

Y en este punto es donde conecta con un mal que acecha a nuestra sociedad desde hace ya un tiempo: el victimismo. Las mujeres no nacen víctimas, pero hacerlas sentir que sí “es el primer paso hacia el dominio y el sometimiento por parte de un presunto salvador, hombre o mujer” y le agregaría: ideología política. Asimismo, la cultura del victimismo las entrampa en un eterno ciclo de vulnerabilidad, temor y estancamiento; haciéndolas aún más oprimidas, pero esta vez de sus propias ideologías, infantilización y rigidez intelectual. Es evidente que, para superar problemas, dolores e incluso traumas, lo útil es conectar con los propios recursos y con la autocompasión, que no debemos confundir con la victimización: mecanismo que nos detiene de la solución de problemas y nos aleja del autodominio de nuestra propia realidad interna. 

Por ello, la autora afirma que “el riesgo y el conflicto son consustanciales a la experiencia humana” y para vivirla se debe aprender a valerse de las propias armas, tomar decisiones y asumir sus consecuencias. Por esto, ser mujeres amazonas significa ser “justas, libres y luchadoras” aquellas que piensan, defienden y eligen vivir sus propias vidas. 

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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