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Axel Kaiser: Los países serios no desechan su Constitución, la reforman Fundación para el Progreso (FPP) - Noviembre 2019

Axel Kaiser: Los países serios no desechan su Constitución, la reforman

imagen autor Autor: Axel Kaiser

Axel Kaiser explica por qué los países serios no desecha su constitución sino que la reforman.

 

Trancripción del video:
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A propósito del debate sobre crear una nueva constitución en Chile que ha tenido lugar en los últimos tiempos, yo quería compartir con ustedes algunas reflexiones para tener claridad de qué estamos hablando.

Tal vez, lo primero que sea necesario expresar es qué es una constitución. De manera simple, una Constitución es un marco de reglas generales en el cual se establecen los derechos más básicos y por lo tanto, al mismo tiempo, nuestras obligaciones fundamentales. Por ejemplo, el derecho a la propiedad que, en términos generales, implica que tenemos la obligación de respetar la propiedad de todos los demás.

Ese tipo de derechos son un límite a la acción de terceros, pero también a la acción del Estado. Y el Estado es también objeto de regulación constitucional no solo en su actuar sino en su estructura. La división de poderes, por ejemplo: Legislativo, Ejecutivo, Judicial, está establecida en la Constitución y las formas que van a operar también están, en buena medida, establecidas en la Constitución.

Si hacemos una analogía algo imprecisa, pero ilustrativa, con el fútbol, podríamos decir que la Constitución son las reglas del fútbol: que se puede jugar sin usar la mano, salvo el arquero, que son 11 contra 11, que los partidos duran 90 minutos, en fin, todas esas normas que todos conocemos. Lo que buscan es que haya una igualdad de normas para todos los jugadores.

El árbitro podría ser algo así como el Estado, que está encargado que se apliquen esas normas, verdad, y quien da la Constitución, las normas del fútbol, quien las ha creado, por decirlo de alguna manera, históricamente un poco inexacta, podría ser la FIFA. Ahora, si los jugadores de fútbol cometen errores, no es culpa de las reglas del juego y eso es lo que está pasando en nuestro país.

Si queremos salir adelante, tener más prosperidad, tener más paz social, no podemos culpar a las reglas del juego que es lo que están haciendo algunos grupos políticos, intelectuales y de la sociedad civil que todos conocemos.

No son las constituciones el camino para dar saltos importantes en prosperidad, y de hecho, la Constitución actual que existe en Chile es aquella bajo la que hemos tenido el periodo de mayor estabilidad democrática y prosperidad de la historia del país. Voy a recordar en este momento, que es importante saberlo, que esta Constitución fue refrendada en un plebiscito con el 91% de los votos el año 1989, después de que partidos de oposición y el gobierno de entonces se pusieran de acuerdo en más de 50 reformas. Este no es el plebiscito de principios de los 80, es el del 89, validado por todos los actores.

Luego de la Constitución actual, sufrió más de medio centenar de reformas, o fue objeto de medio centenar de reformas, y más que eso, el año 2005 con un texto completamente nuevo, y por eso lleva hoy día la firma del ex Presidente Ricardo Lagos, quién declaró textualmente que "por fin Chile tenía una Constitución de unidad nacional y que representaba el espíritu democrático…", esas fueron las palabras de Lagos, "…de todos los chilenos", eso fue el año 2005.

Después del 2005, ha sufrido otras reformas nuestra Constitución, lo cual aproximadamente lleva a que haya experimentado unas 200 reformas, y que, por tanto, casi no hay artículo de la Constitución que no ha sido reformado. Ahora bien, siempre se puede perfeccionar la Carta Fundamental, pero es dentro de la misma Constitución que tenemos que hacer los cambios, de acuerdo a las normas que establece la Constitución. Del mismo modo el fútbol se tiene que reformar de acuerdo a los procedimientos establecidos y de manera razonable ir viendo qué normas pueden irse ajustando, se pueden ir implementando, y normalmente son modificaciones que no son radicales.

Los países desarrollados no son aquellos que cambian sus constituciones de la noche a la mañana, sino que las mantienen por mucho tiempo. Pensemos en el caso de Estados Unidos: Estados Unidos, desde 1787 ha tenido una sola Constitución en toda su historia, pasó por guerras civiles, Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial, convulsiones tremendas en el siglo XX, nunca cambiaron su Constitución, sí hicieron reformas, pero no la cambiaron. Si nos vamos al caso de otros países desarrollados, piensen ustedes que Suiza, desde 1291, ha tenido sólo 3 constituciones y la gran cantidad de países en Europa ha tenido máximo 1 o 2 constituciones en su historia, 3 algunos, algunos han tenidos unas cuantas más, pero en la mayoría de los países no es el caso. Alemania, Francia, Italia, y si vamos a otro continente, Japón, han tenido la misma Constitución en los últimos 60-70 años. Hay países como Nueva Zelanda. Israel, naciones como Hong Kong, y otras, que nunca han tenido una Constitución escrita. Inglaterra nunca ha tenido una Constitución escrita, nunca ha habido cambio constitucional de ese tipo. En cambio, en América Latina, tenemos una obsesión con transformar las constituciones, cambiarlas, partir de cero, como si eso nos fuera a dar el desarrollo, la prosperidad, la paz que todos queremos. Piensen ustedes que Ecuador tiene 20 constituciones en su historia, los chilenos tenemos 10 constituciones en nuestra historia, los peruanos llevan 12 constituciones en su historia, República Dominicana tiene 32 constituciones, Venezuela tiene 26 constituciones en su historia, Haití tiene 24 constituciones en su historia y así si ustedes siguen la lista de países latinoamericanos se van a encontrar con que cada vez que hay algún tipo de problema se pretende resolver por la vía del cambio constitucional.

¿Cuál ha sido el resultado? Inestabilidad política, inestabilidad económica, subdesarrollo social, subdesarrollo económico y mucha frustración de la gente más vulnerable. Porque la señal que se da con querer deshacerse de todo el orden establecido, de las reglas del juego, es que los países no son lo suficientemente maduros para resolver sus problemas y buscan un chivo expiatorio en la Constitución. Y luego se crean Constituciones que en lugar de garantizar derechos, incrementan, muchas veces, el poder de los gobernantes permitiendo mayor arbitrariedad, y por lo tanto dejan de garantizar un fair play. Esto sería como si en el fútbol deshiciéramos las reglas, de vez en cuando, o de manera bastante seguida, porque no estamos teniendo los resultados que queremos en un determinado equipo; y al mismo tiempo creáramos reglas que le permiten al juez, es decir al árbitro, decidir de manera arbitraria, contrario a lo que debiera ser su rol, quienes son los que van a triunfar o cuales son el tipo de jugadas que son permitidas en un determinado equipo versus el otro.

Para terminar, si seguimos el camino de la Asamblea Constituyente, que es el que proponen algunos, y no de hacer reformas bien pensadas, responsables, dentro de lo que la misma Constitución permite, vamos a ver que la situación actual del país empeorará de manera dramática. Le daremos una señal al mundo de que no somos un país serio, porque los países serios, como les acabo de contar, no cambian sus constituciones de la noche a la mañana, no se deshacen de ella. No tienen constituciones desechables salvo en casos de extrema dificultad, crisis y destrucción del orden social y económico, que no es nuestra situación actual.

Defendamos nuestra Constitución, defendamos nuestras reglas del juego. No dejemos que demagogos, ya sea en el mundo intelectual o político o del activismo social, nos engañen tratando de convencernos de que una nueva Constitución va a resolver siquiera uno solo de los problemas que nos aquejan en Chile.

Trabajemos firme, nuestra responsabilidad es entrenar más, jugar más al fair play y desarrollar mejor los talentos con los que cuenta nuestra sociedad. Eso no tiene nada que ver con una nueva Constitución. Así es que, seamos responsables y difundamos el mensaje: nuestra Constitución se puede modificar, pero no la podemos desechar.

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Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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