Universidades, sueldos y prestigio
Señor Director: A propósito de mi columna (martes) sobre los sueldos universitarios, un lector plantea que las universidades privadas deberían […]
Publicado en Sabes.cl, 07.06.2020En estos días de pandemia, ha tocado lidiar con más de una situación compleja en el Biobío. Una de ellas es la pugna entre la iglesia evangélica del Biobío y la Fiscalía. Los primeros señalan que estarían sufriendo una vulneración a su libertad religiosa o de culto, al verse impedidos de realizar cultos.
Todo ello viene a ser el corolario de las detenciones producto de un culto con más de 50 personas en Hualpén el mes pasado. Hoy han iniciado acciones legales en la Corte de Apelaciones penquista e inclusive contra el Estado de Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Resulta que el razonamiento evangélico adolece de un error categórico. Nos encontramos en un estado de excepción constitucional, el de catástrofe, se han restringido nuestras libertades de movimiento y reunión, e inclusive por las noches existe toque de queda con restricción absoluta de ambas. Nadie les ha prohibido ejercer su libertad de culto, no existe una policía del pensamiento como diría Orwell, ni tampoco una inquisición persiguiendo infieles o herejes, como ocurrió en épocas pretéritas.
La única restricción que posee el ejercicio de su libertad de culto, es que al igual que cualquier persona con o sin credo alguno, se reúna con otras cumpliendo las medidas de la autoridad sanitaria.
"Bajo el paraguas de la cuarentena (la ley) no existen grupos ni personas privilegiadas, nos encontramos todos en igualdad frente a las restricciones y quienes las incumplan deben someterse a las sanciones respectivas y asumir las consecuencias de sus actos. No hay espacio para más, ni tampoco para menos"
Pueden orar vía Zoom para facilitar las cosas, como miles que se reúnen así por motivos de trabajo o alguna tertulia con amigos que involucre beber la sangre de Cristo. Si bien están en todo su derecho de presentar acciones judiciales, la verdad es que esto parece más una reacción exagerada de quien no está comprendiendo el fenómeno que atravesamos ni las medidas que nos hemos visto obligados a adoptar para sobrellevarla. En pedir no hay engaño dicen por ahí, pero será la justicia quien dictamine si tienen o no razón en su estrecha visión.
Parece ser que, hoy más que nunca, conviene recordar al filósofo nacional Jorge Millas, que en una entrevista en El Mercurio al ser consultado sobre qué cosas le había enseñado la filosofía respondió: “Fundamentalmente, me ha enseñado a ser tolerante y a rechazar todo dogmatismo. También me ha llevado a ejercer un control medianamente racional sobre mis instintos y mis frustraciones”.
En nuestros días urge tolerar y acatar las medidas de la autoridad sanitaria, adoptar una actitud preventiva y meticulosa en el accionar afín de evitar contagios o sobre exposiciones, dejando de lado dogmatismos y frustraciones que inevitablemente dirán presente.
Bajo el paraguas de la cuarentena (la ley) no existen grupos ni personas privilegiadas, nos encontramos todos en igualdad frente a las restricciones y quienes las incumplan deben someterse a las sanciones respectivas y asumir las consecuencias de sus actos. No hay espacio para más, ni tampoco para menos.
Piensen en el prójimo que sus sagradas escrituras pregonan y cooperen como todos los demás. Luego podremos decir gracias (a Dios dirán algunos), por favor concedido.
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