La pandemia puso en evidencia la vulnerabilidad de la cadena de producción y distribución global, dado que las pausas en la manufactura o la dificultad de transporte han causado escasez en elementos críticos, como los componentes electrónicos.
Es un lugar común ver como muchos intelectuales y políticos se llenan la boca diciendo que Chile es un país “extremadamente individualista”, y que lo que haría falta acá es más “solidaridad”
Chile pareciera haber rápidamente involucionado, a punta de una ciudadanía barbárica e irrespetuosa de las libertades más básicas, para colocarse dentro de aquel trágico grupo de países con Estados débiles o fallidos.
Nadie niega la existencia de eventos desafortunados, todos estamos expuestos a sufrir situaciones de las cuales no tenemos control alguno.
Los empresarios tienen que tener claro que su responsabilidad con el país es también la de defender la imagen de su rol en tanto creadores de bienestar general, evitando caer en complejos de culpa y concesiones a ideas que lo único que hacen es fortalecer a aquellos demagogos que explotan sentimientos de envidia disfrazados de justicia para avanzar agendas de poder.
Estamos en una crisis política, qué duda cabe. Pero no es la peor de nuestra historia. Ni es terminal (…) Tenemos buenas razones para estar preocupados. Pero eso debe movernos a la acción y no a la depresión.
Este caos es culpa del obtuso y ciego presidente empresario-apolítico-oportunista que tenemos antes que de sus «alumnos en práctica», como los llamó Ascanio Cavallo, pero es eso: obcecación total en ser winner. En fin, igual era imposible con opositores que sicológicamente no aguantan no-gobernar.
El problema es que la política, es decir, aquel arte que, con responsabilidad, tiene el rol de escoger cómo y por dónde debemos avanzar, hoy solo está decidiendo sobre la base del vaivén emocional de las masas, de las redes sociales y del que grita más fuerte.
La pandemia del COVID-19 ha develado un conjunto de problemas en la conducta humana de los cuales creíamos tener una comprensión clara.
Si usted es candidato a constituyente es bueno que estudie y se informe bien sobre cada regla en la Constitución, para que comprenda cuál es la experiencia que la avala, la razón que la justifica y el riesgo que busca evitar.
El periodista Will Grant, quien acaba de lanzar en libro titulado Populista, plantea que en Latinoamérica surgió una forma de hacer política con fuerte componente populista, marcado por el auge de personajes como Hugo Chávez o Donald Trump.
Hace más de un año, la pandemia nos obligó a tomar decisiones que tornarían en 180 grados nuestro diario vivir. Un claro ejemplo fue el drástico cambio que sufrió la educación, obteniendo efectos inesperados.
El confinamiento debiera ir evolucionando y mejorando su capacidad de bajar contagios con cada vez menos restricciones, y no al revés.
a madurez implica dejar la etapa de la inocencia; asumir responsablemente nuestra realidad y buscar transformarla por medio de nuestros actos. La idea mesiánica de que el bienestar de la sociedad depende de una fórmula perfecta de distribución atenta claramente contra el deber de involucrarnos en favor del bien común.
Un impuesto global de esta naturaleza —contrario a su espíritu inicial— estaría llamado a beneficiar a las potencias mundiales de las cuales escapan las inversiones y perjudicaría a los países emergentes que soberanamente quieran apostar por una economía más abierta y atractiva a los emprendedores.
Tomando el caso de los terraplanistas, este documental muestra cómo se articulan, validan, difunden y popularizan las teorías conspirativas y lo difícil que es razonar con aquellos que las han aceptado como una verdad.
La pandemia continúa siendo el tema central desde hace más de un año. Las autoridades siguen apostando a medidas extremas y restrictivas, adhiriéndose a la idea de que la salud es lo primero. Sin embargo, olvidan que el concepto de salud es mucho más amplio y complejo que los marcos meramente “físicos” o “corporales”.
Debemos abandonar el romanticismo de asumir que nuestro Estado está a la altura del Estado de Finlandia y que nuestro sistema educacional está produciendo el capital humano que tiene Noruega.
¿Podemos cambiar algo que está escrito para nosotros? ¿Existen realidades o líneas de tiempo alternativas? Esta serie reflexiona sobre cómo los humanos enfrentan el libre albedrío e intentan cambiar un destino que parece incorruptible.
Lo que nos convierte en una sociedad libre es que, aunque el Estado tiene vastos poderes, existen límites convencionales sobre lo que puede hacer con ellos.
«La libertad no es un regalo de Dios,
sino una conquista humana»