MUJERES, IN-DEFINIDAS

Autor: Antonia Russi

Prontos a comenzar marzo, el mes de la mujer, es importante adelantarse a ciertos temas que liderarán la discusión femenina. Es posible que se hable repetidas veces del maltrato hacia la mujer y la deuda existente contra ellas. Decimos deuda, porque gran parte del relato feminista se basa en la idea de que históricamente la mujer ha sido olvidada, sometida y ultrajada por el hombre, la sociedad y la cultura. Esta idea, parcialmente cierta, se encuentra en debacle, porque paradójicamente en los tiempos de mayor empoderamiento femenino, es donde más se ha perdido el rumbo.

Al terminar el año 2022, se oficializó la estadística entregada por Dictionary.com entregándole el galardón de «palabra del año» a «mujer». Esto se debe a que fue el término más consultado en la plataforma estadounidense. Según el reporte de The Guardian, la búsqueda aumentaba en momentos críticos como cuando la senadora republicana, Marsha Blackburn, le preguntó a Ketanji Brown Jackson la definición de «mujer», a lo que Jackson respondió «no puedo». Este es un ejemplo de lo que ocurre hoy en día con el avance de las ideas posmodernas, las cuales abogan por una fuerte confusión, relativismo e involución.

Pareciera que la mujer terminó por perder sus definiciones. Esta mujer que ha luchado insistentemente por encontrar su lugar en el mundo, se ha vuelto incapaz de autodefinirse ante él. Esta realidad terminará por hacer retroceder los esfuerzos de igualdad conseguidos por las activistas. Como afirma Rachel Lu en su artículo Woman, Defined:

«Puede ser muy difícil de entender todo esto en una sociedad obsesionada con la identidad, y profundamente confundida sobre el sexo y la reproducción».

El problema radica, en gran medida, en que en esta búsqueda por la inclusión de la mujer, se le han impuesto múltiples posibilidades que no necesariamente responden a los problemas de la mujer. En las últimas décadas, la historia del feminismo ha dado un giro profundo y ha olvidado preguntarse sobre «por quién se lucha». El problema ha sido, mayoritariamente, que las mujeres han buscado entrar a la fuerza en el mundo de los hombres, sin intentar encontrar uno propio para ellas.

Sin embargo, si el concepto de mujer, como una realidad funcional y biológica, no existe —y es un mero constructo social— las demandas feministas pierden sentido. De aceptar esa concepción femenina —y todas las consecuencias que esta conllevan a la realidad cotidiana— un mero invento social, entonces el movimiento feminista es una farsa y sus luchas han sido todas en vano. Pero sabemos que no es así, el ser mujer requiere de una realidad biológica constitutiva que trasciende toda la realidad humana: responde a una existencia cognitiva, emocional, relacional y funcional propia. Es esta realidad la que lleva a la necesidad impetuosa por defender el derecho de igualdad ante la ley.

Las mujeres tienen una realidad propia, que por mucho que se niegue, no terminará de existir. Muchas feministas hegemónicas y posmodernas están cavando su propia tumba al definir lo femenino como una construcción social, en donde solo el hombre ha sido el mayor beneficiario de ésta. Es posible que sea necesario que el movimiento feminista dé un paso atrás y comience por entender y aceptar la verdadera realidad de la mujer, antes de intentar imponerle absurdas definiciones de lo que son. Quizás descubran que no está en la lista el ser la mayor enemiga del hombre, sino todo lo contrario.