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Fundación para el Progreso (FPP) - Agosto 2019Una reseña del libro “Sálvese quien pueda: El futuro del trabajo en la era de la automatización” de Andrés Oppenheimer (2018)
“Debieran haber leyes que prohibieran los robots”, afirmó un amigo. Su comentario apuntaba a la desaparición del cartero, y los nuevos robots curriers que Amazon planea introducir pronto al mercado de las encomiendas. “Los robots amenazan a la gente menos calificada, a la gente pobre, que si les quitas eso, se quedan sin nada”, agregó.
Oigo ese discurso a menudo, pues como él, son miles que ven en la automatización un riesgo, y buscan una solución rápida para evitar la pérdida de dichas profesiones. Es una reacción natural, pues desde la invención de las máquinas, los hombres han temido la obsolescencia. ¿Alguien recuerda a los Luditas?
"Andrés Oppenheimer, grafica con ejemplos reales lo que parece una de las grandes tendencias del siglo XXI: el fin de los trabajos como los habíamos entendido hasta ahora"
Es en base a ese miedo a ser reemplazados, que Andrés Oppenheimer, —quizás uno de los periodistas más influyentes en habla hispana— grafica con ejemplos reales lo que parece una de las grandes tendencias del siglo XXI: el fin de los trabajos como los habíamos entendido hasta ahora debido a la digitalización, la inteligencia artificial y la automatización de las tareas.
Pese a que existen decenas (sino cientos o miles) de libros sobre el tema, “Sálvese quien pueda” (2018), va más allá de lo todos ya sabemos: la amenaza en contra de las tareas menos calificadas, de los conductores del metro, de los cajeros de supermercados, de los operadores de peajes en la carretera, de las asistentes de oficinas o de los carteros.
Citando a los estudios y autores más conocidos del área, como el St. Martin Institute de Oxford, Oppenheimer se dedica a explicar cuáles son las profesiones que lo rodean, que se sienten más complejas y cuya lógica ya se está transformando. ¿Hay alguna profesión tradicional que se salve? Spoilers: la revolución afectará a prácticamente todas las labores conocidas, sin importar lo complejas que parezcan. A los abogados, los jueces, los periodistas, los educadores la industria creativa, o el funcionamiento completo de una cocina de restaurante o de un hotel de varias estrellas. Por ejemplo, el autor prevé que en el futuro, habrá mucho más músicos, que serán empresarios independientes, y que se valdrán de la IA tanto para monitorear la distribución del contenido como para evaluar sus estrategias comerciales. El “agente” solo será un consultor especializado.
Hay ejemplos aún más drásticos. La medicina, un área que requiere de más preparación que las carreras promedio, es una de las profesiones más amenazadas por la IA.
Sin embargo, el autor hace una aclaración al final de cada caso que me parece no solo necesaria, sino clave: la desaparición de modelos de negocio, tareas, u horas de trabajo, no significa la obsolescencia de los profesionales ni las personas. Así, “la predicción de Vinod Khosla, el multimillonario innovador tecnológico de Silicon Valley y confundador de Sun Microsystems, de que la tecnología reemplazará 80% de las tareas que hoy realizan los médicos no significa que 80% de los médicos perderán sus trabajos”[1], ni tampoco los comunicadores, litigantes o profesores. Lo clave es que entiendan bien los cambios y puedan adaptarse.
El libro es fácil de leer y es una buena forma de empezar a introducirse a estos temas. Nos lleva a dar una vuelta por anécdotas y lugares de todo el mundo, desde Japón hasta Europa y desde los países desarrollados hasta los confines más aislados del globo. Oppenheimer, declarado “tecno-optimista”, intenta dar la mayor cantidad de ejemplos posible, pero además dedicó bastante tiempo para hablar con quienes están propulsando los cambios en la manera en que entendemos el mundo del trabajo. Esto es algo valioso, pues le da “humanidad” al relato y lo combina con datos reales en cuanto a las tendencias del mundo laboral.
Eso sí, es necesario leerlo con ciertas advertencias, pues hay algunos problemas con el título que espero resumir a continuación.
Primero, el autor hace comparaciones que no solo están fuera de lugar, sino que tienden a la desinformación directa de los lectores. Por ejemplo, dice que la gigantesca empresa Kodak, un gigante caído por el choque con la modernidad, fue “empujada a la bancarrota” por Instagram[2]. Eso no solo es falso, sino que Instagram es una plataforma para publicar contenido qué, en lo único que podría acercarse a la industria de la fabricación y revelación de fotografía, es en el gusto por las dimensiones “1x1” de Polaroid. Comparaciones así hay varias en el libro, pero que este abriera con dicha afirmación bajó de inmediato mis expectativas.
Segundo, a veces el autor da a entrever que las carreras habían cambiado muy poco antes, por lo que la humanidad se enfrenta a una tarea sin precedentes. Lo cierto es que, si bien hoy vemos transformaciones sin precedentes, las carreras cambian todo el tiempo. Solo un ejemplo, tanto Oppenheimer como yo somos periodistas, un oficio no fue una carrera universitaria ampliamente enseñada hasta los años 70, y en 50 años ha debido transformarse cientos de veces para llegar a la actualidad.
Al leer a Oppenheimer y a otros autores dedicados a estudiar las tendencias laborales en el siglo XXI, hay varias proyecciones que parecen estar claras. La primera es la reducción del personal de las industrias tradicionales, como la bancaria. “Puede que Anthony Jenkins, el ex CEO del banco Barclays, quien predijo que hasta 50% de las sucursales bancarias y sus empleados desaparecerán en los siguientes 10 años, haya estado en lo cierto. En EEUU se cerraron más de 10.000 sucursales (…) desde la crisis financiera de 2008 a 2017.”[3]
En Chile, ocurre lo mismo. Es cada vez más común hacer las operaciones bancarias desde casa, lo que ha empujado a los bancos a: cerrar sedes o reinventarse. Tal es el caso de Santander Work Café, sedes donde los clientes van a trabajar, conectarse a internet, relajarse y realizar depósitos. Muchas sucursales simplemente han cerrado[4].
Lo segundo, es que muchos de los profesionales que hoy están empleados, serán autodidactas el día de mañana. La conexión con los “clientes” será directa, por lo que muchos profesionales se trasladarán a un régimen de trabajo freelance. Esto supondrá grandes desafíos, pues se pasará a un régimen donde existe un empleador a quien exigirle, a uno donde habrá relaciones bilaterales y horizontales Business to Business o una conexión directa entre oferentes y demandantes, tanto de productos como de servicios.
Lo tercero, es que los países que más sufrirán por la llegada de los robots —si no nos adaptamos— serán los en vías de desarrollo, puesto a que suelen emplear más personas en tareas de manufactura. Tal es el caso de América Latina y, en consecuencia, de Chile. Sin embargo, debo enfatizar que el desarrollo presente no determina la capacidad de adaptarse a una tecnología. De hecho, Africa Subsahariana está a la cabeza del desarrollo de pagos digitales, a pesar de ser una de las regiones más empobrecidas del mundo, y este sector emplea a miles de personas a la fecha.
Finalmente, que si bien todos estas profesiones podrían eventualmente desaparecer, habrán muchas otras que nacerán. En los últimos años las profesiones como Influencer o Youtuber se han convertido en verdaderas opciones de vida, y aún quedan muchísimas posibilidades por encontrar. De hecho “65% de los niños en primaria terminarán trabajando en profesiones que aún no existen”[5], pero hay que crear o descubrir esas profesiones.
Entonces ¿Es realmente una carrera por la supervivencia del ser humano? ¿Deberemos “prohibir” la innovación si arriesga a eliminar trabajos?
Cuando mi amigo comenzó a insistir que había que legislar sobre los robots para frenar todo esto, respiré profundamente y comencé a pensar. Es cierto que la idea de no tener empleador, o tener que reaprender habilidades causa una fuerte inseguridad y claro, perder tu empleo, deja a la gente con un sabor amargo en la garganta que eso solo se puede calmar, una vez que logre adaptarse. Sin embargo la idea de la profesión perdida, romantizada con el paso del siglo y el olvido de las verdaderas condiciones laborales preindustriales, deforma nuestra percepción de la realidad.
Lo más importante hoy, es pensar en cómo aprovechar la innovación, cómo ayudar a los más vulnerables a adaptarse —como se hizo con la institucionalización de la educación con la revolución industrial— y cuales serán los trabajos del futuro.
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[1] Oppenheimer, A. (2018) “Sálvese quien pueda: el futuro del trabajo, la era de la automatización”, Primera Ed. Penguin Random House, Santiago, Chile. Pp. 191
[2] Oppenheimer, A. (2018) “Sálvese quien pueda: el futuro del trabajo, la era de la automatización”, Primera Ed. Penguin Random House, Santiago, Chile. Pp. 11
[3] Op. Cit. Pp. 136
[4] CNN Chile. (2019). Bancos Santander e Itaú anuncian cierre de cientos de sucursales y despidos masivos en el exterior. CNN Chile. Recuperado el 25 de julio de 2019, disponible en https://www.cnnchile.com/economia/bancos-santander-itau-cierre-sucursales-despidos-masivos_20190515/
[5] Oppenheimer, A. (2018) “Sálvese quien pueda: el futuro del trabajo, la era de la automatización”, Primera Ed. Penguin Random House, Santiago, Chile. Pp. 320
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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