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El silencio feminista Publicado en Revista Individuo 26.10.2022

El silencio feminista

imagen autor Autor: Antonia Russi

Las últimas semanas han estado fuertemente marcadas por hechos violentos contra las mujeres. Desde el panorama internacional, Irán fue remecido por movilizaciones, tras la muerte de Mahsa Amini, mujer kurda asesinada por usar incorrectamente el velo islámico. Si bien algunos organismos estatales iraníes argumentan que su muerte fue producto de un fallo multiorgánico y no por los golpes recibidos, estas declaraciones han sido puestas en duda. 

En todo caso, la muerte de Mahsa desencadenó múltiples levantamientos en el país que se prolongaron por casi cuatro semanas. La muerte de una mujer en manos del Estado no pasa desapercibida, y menos en una teocracia islámica. 

Sin embargo, la reciente noticia nacional de una joven de Tarapacá que fue violada por varios hombres en frente de sus padres, parece indicar que en una democracia occidental —y bajo un gobierno que se jacta de feminista— la atrocidad del hecho no amerita tal impacto social, pues las redes sociales no han “explotado” con la alerta morada feminista en defensa de la joven, ni han existido mayores comunicados al respecto. 

A raíz de este atroz hecho, algunos sectores —lejos de ser considerados feministas—  han emplazado a la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, acusándola por su silencio, a lo que ella respondió: “la violencia contra las mujeres no partió en 2022 y no se erradica con cuñas caso a caso”. En algunos casos precisos, la violencia contra las mujeres si amerita “romper e incendiarlo todo”, pero para la ministra, en este caso no vale la pena una simple declaración de apoyo a la familia y las víctimas.

Sin embargo, sería urgente que la ministra comience a trabajar —que dado el rol, es su deber constitucional— para que otras niñas y familias no experimenten semejantes atrocidades. 

Ahora bien, esta discusión es muy interesante puesto que, con sus declaraciones, la ministra dejó en claro lo que para ella es relevante: la lucha colectiva. De esta forma, un caso particular no es especialmente importante —y su solución no sería urgente— pues no necesariamente contribuye a explotar el fin al que aspira el feminismo militante: el triunfo de la ideología. Existen casos que sí valen la pena pelear y otros que no; el fin justifica los medios.

En esto es evidente el grave error del feminismo actual —y que lo separa del ideal original de sus fundadoras— pues no le interesan valores esenciales como la dignidad de la persona humana, ni su libertad. Estos valores se diluyen si no responden a un fin que permita al colectivo hacerse más poderoso.

«En esto es evidente el grave error del feminismo actual —y que lo separa del ideal original de sus fundadoras— pues no le interesan valores esenciales como la dignidad de la persona humana, ni su libertad.»

A partir de dos casos, con las evidentes particularidades que tiene cada uno, se pueden identificar algunas falacias que el feminismo actual —y posmoderno— suele incurrir. La primera y más evidente, es que se asume constantemente al hombre como el principal autor de semejantes atrocidades. Ambos casos demuestran lo contrario: en el caso iraní, como afirma la autora Ayaan Hirsi Ali, la situación social actual es de “hombres y mujeres, juntos, luchando unos por los otros” y también reafirma que “son los hombres quienes están exigiendo justicia al lado de las mujeres”. Por su parte, el caso chileno demuestra que no es la igualdad entre hombres y mujeres lo que define al feminismo posmoderno. Porque si fuera así, cualquier injusticia contra ese valor igualitario sería relevante. 

Asimismo, como refuerza Hirsi Ali, en Occidente el feminismo se ha dedicado a difundir una narrativa “anti-hombre” con un fuerte deseo por imponer políticas identitarias cada vez más polarizantes. 

Esto último es muy cierto: es abrumante que el feminismo actual está más preocupado por hacer políticas divisorias que de solucionar problemas reales, que afectan, entre otros, a mujeres y niñas.

A su vez, sabiendo que la delincuencia afecta de manera especial a las mujeres, resulta insólito que quienes promueven agendas de género no exijan de manera categórica una agenda de seguridad contundente. La calle es más insegura para las mujeres que para los hombres y no veo a ninguna activista tomando esta bandera. Clara señal de que no siempre coinciden los intereses partidarios con las preocupaciones de las mujeres.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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