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El profesor Marco Ávila Publicado en La Segunda 23.11.22

El profesor Marco Ávila

El profesor Marco Ávila ya es un hombre mayor, pero tiene una cuenta de Instagram bien activa; se adecúa a los tiempos. El profesor es una persona con muchas responsabilidades y ahí, a través de su cuenta @profmarcoavila, lo vemos rodeado de autoridades, pero otras veces junto a niños y tiernos dibujos en sus manos. Marco Antonio Ávila es profesor de castellano y nuestro ministro de Educación. Es bueno para la «storie», quizás porque es bueno también para viajar o porque hizo un Magíster en Innovación —es Marco Antonio, no Marco Aurelio—. Posteó orgullosamente cómo difundía la reforma de pensiones por todo Chile. Hartas veces. No sé por qué no recorre también el país para postear e informarnos sobre el peligro de extinción del Picaflor de Arica o los pormenores de la elección del Fiscal Nacional. Tenemos a los colegios colapsados por la agresividad de los niños, estamos a punto de perder todo lo avanzado en desnutrición infantil debido al ausentismo escolar —pobre doctor Monckeberg— y nuestro ministro, por mientras, hace proselitismo. En EE.UU., en cambio, la ministra de educación dijo al New York Times que los resultados de las evaluaciones pospandemia eran «desastrosos e inaceptables» (y el profesor Marco Ávila quiere eliminar las nuestras que sirven para compararnos). Dijo también que «la forma en que reaccionasen era determinante no solo para su recuperación, sino que para la situación de Estados Unidos como país en el mundo».

El profesor Marco Ávila está dedicado a defender esta reforma de pensiones con «"promesas"» en vez de concentrarse en educación. Además, quiso quitarle fuerza a los Liceos Bicentenario, el único programa educación pública que ha funcionado. Esto demuestra que para la gente buena lo importante no es la educación, sino instrumentalizarla en su favor.

Hace casi 20 años, en el mismo New York Times, un gringo escribió sobre su visita a Chile. Ya viejo, había venido a visitar a sus antiguos compañeros de colegio de Viña del Mar y comparó la «promesa» de pensión que le estaban dando a él —una similar a la que quiere instaurar Marcel acá— con las de sus compañeros. La de él, decía, sería tres veces más grande si hubiese estado en el sistema que tenían sus antiguos amigos. Escribió también sobre lo peligroso de las lagunas, sobre cómo se minimizaba el riesgo financiero con los multifondos y sobre los ahorros, que eran reales —no como su «promesa», que iba a ser menor, tal como había ocurrido en el pasado: o achicada a la fuerza o con más impuestos, ya que los políticos se gastarían de nuevo el fondo para financiarla—.

El profesor Marco Ávila está dedicado a defender esta reforma de «promesas» en vez de concentrarse en educación. Además, quiso quitarle fuerza a los Liceos Bicentenario, el único programa educación pública que ha funcionado. Esto demuestra, una vez más, que para la gente buena lo importante no es la educación, sino instrumentalizarla, tal como cuando acusaron al ministro Figueroa por querer volver a clases en agosto de 2021. En agosto de 2021, y gritando. Los Bicentenario, además, son un ejemplo de que se podía mejorar y reforzar la educación pública sin cambiar la Constitución, que supuestamente lo impedía, una de las farsas del «apruebo» —y la gente buena—.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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