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Milei con su peluca y su motosierra a Davos Publicado en El Mercurio, 20.01.2024

Milei con su peluca y su motosierra a Davos

Desde la tierra de Messi y Maradona, Gardel y Piazzola, Quino y Borges nos llega ahora Milei. Argentina es tan fecunda que genera polos opuestos talentosos desde ambos extremos. Bilardo salió campeón del mundo desde el orden y la disciplina. Menotti desde la creatividad y la improvisación. Hoy, Argentina ha producido un personaje que estaba llamado a la fama, que combina el pragmatismo e inteligencia del primero con la locura y el verso del segundo. Un digno hijo de Buenos Aires, ex futbolista de Chacarita Juniors, descendiente de italianos, apasionado del rock, de personalidad exuberante y una elocuencia privilegiada, Javier Gerardo Milei se despachó un discurso en Davos que encendió la redes sociales en todo el mundo.

Cruzaba el Estrecho de Magallanes en transbordador para dirigirme donde mi amigo Miodrag y los camioneros argentinos hablaban de Milei. Lo hacían con un nivel de información fantástico de quienes me imagino escuchan radio largas horas del día. Comentaban que Milei hablaría en Davos en las antípodas de Tierra del Fuego.

Cada año, allí se reúnen 2500 invitados del mundo de la política, las finanzas, la farándula y la academia. Si usted -al igual que yo- nunca ha sido invitado, entonces no existe en la escena mundial. Allá se pueden ver las mayores contradicciones del mundo moderno, las que Milei y los suyos quieren denunciar, como millonarios llegando en jets privados para reclamar por el cambio climático. O políticos corruptos pidiendo que les condonen las deudas de sus países.

En ese escenario se plantó Milei, con la misma pachorra con que los argentinos han ganado títulos mundiales en todos los deportes. No les mandó a decir con nadie que Occidente está en peligro y que ellos son responsables de eso. Porque los valores de la libertad, la tolerancia, el estado de derecho y el capitalismo que hicieron grande y próspero a nuestro vecino país están bajo amenaza, pero no por la fuerza de sus enemigos sino por la falta de convicción de sus defensores.

«Milei tiene perplejo al progresismo mundial. Es pro empresa, pero no pro empresarios. Con un discurso liberal entusiasma a los jóvenes que ya no ven en el Estado y los políticos la solución a sus problemas, sino que su causa».

Milei denunció que el socialismo no es la solución para la pobreza, sino que su causa. Habló no desde la utopía, sino que desde la realidad; no desde la ideología, sino desde la experiencia. Nos recordó que la Argentina liberal de Alberdi fue la nación más próspera del mundo. Y que gracias al peronismo y sus ideas de proteccionismo industrial, impuestos altos, leyes laborales restrictivas y un estado benefactor y megalómano quebraron Argentina, llevándola  a ser un país donde sólo crecen la inflación, la pobreza y los empleados públicos.

Nada ha retratado el dilema argentino con más elegancia e inteligencia que Mafalda. Entre el contraste de su llanterío y permanente victimización, y el esfuerzo, sentido del deber y laboriosidad del pequeño empresario Manolito se juega el futuro de Argentina. A ésta la hicieron grande y rica los manolitos y la hicieron entretenida y dramática las mafaldas.

En su discurso, Milei nos evocó a Adam Smith cuando escribía: «Poco más se necesita para llevar a un Estado al más alto grado de opulencia desde el más bajo de barbarismo que paz, impuestos razonables y una tolerable administración de justicia. El resto vendrá por el curso natural».

Milei tiene perplejo al progresismo mundial. Es pro empresa, pero no pro empresarios. Con un discurso liberal entusiasma a los jóvenes que ya no ven en el Estado y los políticos la solución a sus problemas, sino que su causa. Sacó más del 60% de los votos de los jóvenes que se empiezan a rebelar contra la burocracia, los impuestos y la corrupción, y que ven en él a alguien que por fin dice la verdad, aunque duela: que el éxito nunca está asegurado y que se requiere trabajar duro para prosperar. Y que es la libertad el motor de desarrollo y prosperidad de un país, no el gasto fiscal. Milei ha puesto la lucha ideológica donde debe estar. No en el terreno de los números y la economía, sino que en el mundo de la moral y las ideas. Inspirado en la belleza e inmensidad de la estepa patagónica, tal como Milei su discurso, termino mi columna diciendo: «¡Viva la libertad carajo!».

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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