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Juan Lagos en La Segunda: «Los mercachifles del dolor no hacen otra cosa que insistir en lo que los oprime» Publicado en La Segunda, 22.06.2023

Juan Lagos en La Segunda: «Los mercachifles del dolor no hacen otra cosa que insistir en lo que los oprime»

El investigador de la Fundación para el Progreso dice que «el victimismo esclaviza a las personas en el hecho concreto de que sufrieron alguna injusticia, cerrándoles el panorama y concentrándolas en lo que padecieron».

Nacido y criado en la comuna de Cerrillos, sus padres, que trabajaban en el centro de Santiago, decidieron que estudiara la enseñanza básica en un colegio subvencionado y mixto, donde todos se trataran por el nombre. Al final, sin embargo, lo conminaron a que ingresara al colegio más antiguo de Chile, donde los profesores Ilamaban a los alumnos por el número de lista y del que egresó en 2006, el año de la revolución pingüina.

Preocupado por el presente del Instituto Nacional, que lleva más de un mes sin clases este año, cree que el deterioro de uno de los colegios más emblemáticos del país se debe al comportamiento de los alumnos. Pero Juan Lagos (1988) también responsabiliza a los adultos: a los profesores, sostenedores y alcaldes, quienes avalan, en su opinión, las tomas, los paros y las protestas que suceden al interior del edificio de Arturo Prat 33. «El gran problema del Instituto Nacional es que los alumnos no quieren estudiar; quieren hacer la revolución. Y hay profesores que están más preocupados de sus intereses gremiales que de enseñar», reflexiona.

Analista político, filósofo, e investigador de la Fundación para el Progreso (FPP), escribió en septiembre de 2019, un mes antes del estallido social, una columna titulada «De Los pingüinos a Los Malcriados», donde planteaba que la sobreprotección de los padres ha fomentado una nueva generación de jóvenes consentidos, anticipando la retórica que abunda por estos días. «Siempre han existido jóvenes con el deseo de calzarse un overol y calcinar a quien se oponga a su revolución. La gran diferencia es que antes existían adultos dispuestos a poner límites a los delirios juveniles: docentes y directivos capaces de establecer que a la escuela se va a estudiar y apoderados responsables de lo que hacían los jóvenes fuera del colegio».

En su oficina de la FPP le pregunto si se ha sentido discriminado por venir de Cerrillos y ser tartamudo. Me responde con tranquilidad sonriente: «Nunca me he sentido víctima de mis circunstancias. Mis padres me enseñaron desde chico a ser arquitecto de mi propio destino, a no culpar al empedrado si me caigo, y que la queja no arregla nada por sí sola».

«Despierta y siéntete oprimido»

¿Crees que los sentimientos se están tomando la política chilena?

Yo creo que eso se ve muy claro en los defensores del Presidente Boric. Por ejemplo, cuando exaltan los sentimientos del Presidente cuando habla. Al final, ellos están dando a entender que hay cosas que le faltan desde el punto de vista racional a su discurso. Después de la cuenta pública, el mayor halago que recibió fue por su oratoria. Pero una cuenta pública no es el lugar para hacer ejercicios retóricos complejos. Es la instancia para hablar de políticas públicas, de promesas y compromisos cumplidos.

Pocos días después de la cuenta pública, el Presidente participó del aniversario de su partido, Convergencia Social, y su tono cambió radicalmente al referirse al avance de la ultraderecha.

El Presidente Boric demostró con ese discurso la gran facilidad que tiene para deshabitar su cargo. Él necesita sostener en el tiempo una línea discursiva clara, no puede ser que en la cuenta pública se llene la boca hablando de consensos y días después vuelva a sus días de tomas y paros en la Facultad de Derecho. No hay credibilidad que aguante tanta metamorfosis. Nunca hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige.

«Si la víctima no actúa de acuerdo con los estándares establecidos por "el salvador”, la víctima se transforma en algo peor que el victimario».

El concepto woke viene del movimiento Black Lives Matters y alude a estar consciente, despierto. Durante el estallido social se dijo que «Chile despertó». ¿Qué entiendes tú por cultura woke?

Es parte de la cultura del victimismo que te dice: despierta y siéntete oprimido. Es un movimiento perjudicial para nuestra sociedad y no solo por los beneficios injustos que reciben las personas que apelan a la victimización. La manipulación victimista nos hace perder el foco de cosas más importantes. Tomemos el caso Elisa Loncon. Ella intentó que todos discutiéramos sobre si era discriminada por ser una mujer mapuche, cambiando la discusión y olvidarnos de la pregunta principal: ¿están funcionando adecuadamente instituciones como la Universidad de Santiago (USACH) o el Consejo para la Transparencia (CPLT)? ¿La USACH trata privilegiadamente a ciertos funcionarios? ¿El CPLT se ajusta a la legalidad en su actuar? La narrativa victimista desvía la atención de estas preguntas porque sostiene que, lo que define a una persona, no es lo que hace, sino lo que padece. Por lo tanto, Loncon consiguió que nos quedáramos discutiendo si ella era discriminada y el manto del victimismo puso lo interesante en un segundo plano. Porque todavía no tenemos claro si la Universidad de Santiago obró correctamente al entregarle el beneficio del año sabático a Elisa Loncon. Y tampoco sabemos si el Consejo para la Transparencia actuó conforme a la legalidad al hacer esta petición sin la mayoría de los miembros presentes.

Al margen de lo que pueda demostrarse finalmente, el exsubsecretario de Previsión Social Cristián Larraín, apuntaba a lo mismo: «estamos en presencia de una cultura de la cancelación sin ninguna investigación previa de lo que se te acusa». 

Ahí se vio un obrar arbitrario por parte de la ministra del Trabajo. Ella primero le dijo a Cristián Larraín que su despido se debía a una acusación por acoso sexual. Pero después que el exsubsecretario insistió con sus declaraciones en los medios, Jeannette Jara señaló que su despido se debía a que Larraín usó un lenguaje de connotación sexual. Y días después afirmó que se trataba de conductas no del todo positivas. Entonces ahí vemos cómo la cultura de la cancelación esconde el actuar arbitrario y usa acusaciones que no tienen gran fundamento. Lo más grave, a mi juicio, es que nosotros ni siquiera sabemos de qué se acusa a Cristián Larraín, y se vulneraron todas las reglas del debido proceso, sin darle las garantías al acusado de un juicio justo e imparcial. El problema de este tipo de prácticas, que usan el victimismo como manto, es que sabemos que el exsubsecretario Larraín era el más abierto a generar una ingeniería mayor en la reforma previsional, cosa que no le gustaba a Jeannette Jara. Y ahí volvemos a la oratoria del Presidente: porque Boric dice públicamente está muy abierto a cambios en la reforma previsional, pero luego terminó pidiéndole la renuncia al funcionario que estaba más llano a los cambios. Es decir, hay una disonancia entre el discurso y los hechos.

«El victimismo es un terreno fértil para los charlatanes»

En una entrevista reciente, Luz Croxatto dijo que «la gallá está demasiado disponible a ofenderse por todo». Y agregó: «nosotros la cagamos el día que decidimos que la autoestima era más importante que la autonomía. Y el resultado son estas generaciones de gente frágil, que no resiste un mal rato, que parte de la base que son más importantes que el resto y de que el mundo les debe». ¿Qué opinas?

Me pareció una gran entrevista, ya que se rebeló contra de la cultura de la cancelación tal como lo hacen otros comediantes alrededor del mundo como Ricky Gervais o Dave Chappelle. El gran mérito de la entrevista fue que Croxatto nos mostró la íntima relación que existe entre la cultura de la cancelación y la debilidad espiritual que tienen muchos jóvenes, y cómo las generaciones que hoy tienen 50 años tienen una cuota de responsabilidad en el modo en cómo criaron a sus hijos, muy en la línea de lo que dicen Jonathan Haidt y Greg Lukianoff en su libro «Malcriando a los jóvenes estadounidenses».

La narrativa feminista-indigenista en Chile usó el relato del victimismo, el de la postergación histórica de la mujer y de los pueblos indígenas, para conseguir poder en la Convención Constitucional. Sin embargo, ese feminismo no mostró empatía alguna con las carabineras a las que insultó.

Lo que pasa es que el discurso victimista no es diádico. Es decir, en el discurso victimista siempre existen tres partes: el victimario, la víctima y el salvador. Y si la víctima no actúa de acuerdo con los estándares establecidos por el salvador, la víctima se transforma en algo peor que el victimario. Eso pasó con las carabineras, con los mapuches y los «fachos pobres» que votaron por el Rechazo y republicanos. Entonces ahí te das cuenta que el discurso victimista es muy hipócrita porque no busca el bien de la víctima, busca definirla. A estos salvadores solo les interesa la víctima en la medida que se adecúan a su definición. Pero, si las personas son libres en sus elecciones, se transforman en el enemigo inmediatamente. ¿Qué es lo que les interesa a los indigenistas? ¿Que las personas de origen indígena vivan su vida en plenitud y en libertad o que se adecúan a los parámetros estrictos que ponen ellos? Porque si un mapuche no quiere aprender mapudungun, y prefiere aprender inglés, se lo tilda de yanacona. Y la cultura del victimismo la fomentan los políticos que quieren ser los salvadores que orienten a esas víctimas.

La historiadora Lucía Santa Cruz escribió una columna donde no niega que la victimización es importante para visibilizar graves casos de injusticia. Pero dice que: «sin embargo, esto se logra a un gran costo, pues debilita a los afectados y contribuye a perpetuar un círculo de la desesperanza, incita al miedo y fomenta la sensación de impotencia frente a un destino que no podríamos controlar».

 Yo creo que los mayores damnificados con el fenómeno del victimismo son las mismas víctimas. Porque todos podemos padecer alguna injusticia; recibir un maltrato, un asalto, o una discriminación. Pero la forma correcta de tratar a las víctimas es decirles: «tú eres mucho más que este evento que padeciste, por eso puedes superarlo». En cambio, el victimismo esclaviza a las personas en el hecho concreto de que sufrieron alguna injusticia, cerrándoles el panorama, y concentrándolas en lo que padecieron.

¿Por qué tiene tanto arraigo la cultura de la victimización?

Porque da beneficios y es seductor echarle la culpa al empedrado. Siempre va a ser tentador decir que todos nuestros males se deben a factores externos que nos superan. Pero el problema es que, en el corto y en el mediano plazo, eso no trae ningún beneficio. La única manera que tenemos de poder desarrollarnos plenamente es actuando y haciéndonos responsables de nuestros actos y asumir las consecuencias, incluso las negativas. Es difícil aprender sin tener conciencia de nuestros fracasos. Si nosotros disfrazamos el fracaso como opresión, y no nos hacemos cargo de nuestros errores, estamos condenados a perseverar en el error.

Rodrigo Rojas Vade se hizo conocido cuando aseguró que interrumpiría su tratamiento de quimioterapia para participar del estallido social, el uso la victimización para ser elegido como convencional.

 El caso Rojas Vade nos dice que el victimismo es un terreno fértil para los charlatanes. Los mercachifles del dolor no hacen otra cosa que insistir en lo que los oprime. Pero si nosotros consideramos que una persona es víctima per se, y no se la puede evaluar racionalmente, esa persona no tiene que rendirle cuentas a nadie. Afortunadamente, no hace falta raspar mucho, basta hacer dos preguntas para que los discursos de la cultura woke se derrumben. Y eso fue el caso de Rojas Vade, y su elevación a los altares del victimismo, que terminó en una farsa con la que llegó, incluso, a lucrar a través de rifas. 

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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