Aplausos, luego indemnizaciones
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Publicada en La Segunda, 26.03.2025No son ideas de derecha, sino que progresistas, son incluso parte del corazón del progresismo, dijo la ministra vocera del Gobierno, Aisén Etcheverry, en conferencia de prensa. Hablando de espaldas a La Moneda, se le notaba algo molesta. Le respondía a periodistas, porque éstos le habían preguntado por qué la exjefa de asesores de Boric, Lucía Dammert, había dicho que en materia de seguridad y migraciones este gobierno había aplicado ideas derechistas. Este gobierno ha hecho cosas que no son propias del ethos de la izquierda, había dicho. La ministra la contradijo, y dijo además que lo que habían hecho era diferente a lo que habían hecho los gobiernos anteriores, que no eran progresistas. Todos los chilenos sabemos que este gobierno aprobó e impulsó todo lo que por años rechazó: proteger, potenciar y darles más facultades a las policías, utilizar a los militares y tanto más. Todo, absolutamente todo, a lo que se opusieron como adolescentes mimados. Malas personas, fascistas y simplistas eran los argumentos —en serio— contra todos quienes proponían estas ideas de derecha.
«¿Qué es el progresismo? Porque es claro que progreso no generan. La palabra es heredera de una delirante idea que dice que la historia de la humanidad lleva una dirección»
Violencia trae más violencia decían, desde su empática sabiduría, expresada bajo el parrón ñuñoíno y abrazados de Benito Baranda. Hoy, todo al revés. Dicen incluso que son lo que de verdad se han preocupado por la seguridad de los chilenos. ¿A quién buscan convencer? Quién sabe, quizás funcione, pero es patética su defensa. Deja además en evidencia lo que sería el «progresismo», porque, ¿qué es eso, porque es claro que progreso no generan. La palabra, en todo caso, es heredera de una delirante idea que dice que la historia de la humanidad lleva una dirección, clara y cuasi automática y predecible, y que progresa irremediablemente hacia un más allá. Una idea chiflada, que ya tiene pocos o nulos seguidores —quizás uno que otro comunista—. ¿Pero qué significa hoy? Nada, solo que se autoperciben buenas personas y que buscan trabajo. En las últimas elecciones del Partido Socialista, Paulina Vodanovic lo ejemplificó bien: su gran lema de campaña, afiche incluido, fue decir que ella como presidenta del PS, había logrado imposible: colocar cientos de militantes socialistas en puestos de trabajo del Estado. Y eso que gobernaba un frenteamplista, no un socialista. «Más presencia en el Gobierno», decía. Nada más claro: somos la mejor agencia colocadora de empleos.
Sylvia Eyzaguirre reclamaba hace unos días por el gasto en salud, que se multiplicaba, pero los servicios no mejoraban. Después, una columnista e influyente militante PS le reprochó en este mismo diario reflexionando, sin más, ¿son acaso las coberturas GES y las vacunas, gastos superfluos? De nuevo: Sylvia entonces sería una mala persona. ¿Qué nivel de discusión es este? Y ayer el actor Alfredo Castro decía que «la derecha no sabe hacer películas porque el cine es una cosa ética». Pura decadencia. ¿Qué nos queda?
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