Carmona, Martínez y la tradición allendista
Los dichos de Lautaro Carmona sobre la necesidad de escribir una nueva Constitución son de suma relevancia. Si bien, ante los […]
Señora Directora:
Ad portas al plebiscito existen ciertas perspectivas respecto al proceso que parecen tender a moralizarlo de forma maniquea. En primer lugar, se tiende a definirlo como una pugna entre buenos y malos. Lectura básica y peligrosa. Resulta paradójico que un proceso que se promueve como el inicio de un encuentro democrático y pluralista, estilo velo de ignorancia rawlsiano, se presuma más como un juicio para medir la moral de las personas.
En segundo lugar, se intenta mostrar el proceso como una disputa entre gobierno y oposición, reduciendo el plebiscito a una evaluación respecto a la gestión del Ejecutivo. Como si la crisis de autoridad no afectara a la oposición o al poder Legislativo. Esto conlleva conclusiones que podrían resultar del todo antidemocráticas, como presumir que un eventual triunfo del Apruebo significa el fin del gobierno, un apoyo a la Nueva Mayoría o chipe libre para el Frente Amplio. Eso denota un afán instrumental respecto al plebiscito, donde finalmente el objetivo no es fortalecer la democracia, sino anular a un sector político para hacerse del poder.
En tercer lugar, se plantea el plebiscito como una pugna entre demócratas y no demócratas, en función del origen de la constitución. Esto obvia que todos los actores políticos, incluidos los del Apruebo (incluso el PR) han ejercido cargos de gobierno o representación bajo las reglas de esa misma carta. Incluso algunos críticos acérrimos de la actual carta han sido candidatos, pero sin mucho éxito en ese sentido.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»